Planeta Futuro publica una serie de reportajes coincidiendo con la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas para analizar el impacto concreto de la crisis de deuda sobre la población de los países más afectados. Aquí puedes leer la primera entrega: Kenia: la generación perdida.
Sinoya Phiri tiene 52 años y ha dedicado la mitad de su vida a la agricultura y la ganadería en su finca en Shimabala, unos 30 kilómetros al sur de Lusaka, la capital de Zambia. En 3,5 hectáreas de tierra cultiva maíz, tomate y soja, y cría cerdos. Después, vende casi todo en el mercado local y en las ciudades cercanas de Kafue y Lusaka. Aunque le va bien, porque gracias a este negocio ha podido construir su casa y comprar dos coches, este agricultor reconoce que desde 2020 todo ha sido más difícil.
Las causas son diversas, comenzando por el retroceso de la demanda del cobre, mineral del que depende en buena parte la economía de Zambia, segundo productor africano. Además, los costes de los insumos también se incrementaron y, paralelamente y debido a sus inmensas obligaciones de deuda, el Gobierno de Zambia retiró los subsidios al combustible y la electricidad. Un verdadero problema para la agricultura, un sector que representa el 20% del Producto Interior Bruto (PIB) de este país de 20 millones de habitantes en el sur de África. “Algunos empresarios despidieron a sus empleados debido a la pandemia de coronavirus y la gente se quedó sin dinero para comprar lo que producimos en la granja”, cuenta Phiri.
El 18 de noviembre de 2020, el Gobierno del país anunció oficialmente el default, es decir, que no podía seguir pagando sus compromisos de deuda, y se convirtió en el primer Estado africano en incumplir sus obligaciones con sus acreedores en la era post-covid.
Desde su pequeña parcela en Shimabala, Phiri vive en su día a día los efectos de este endeudamiento gigantesco de Zambia, del default y también de los ajustes que el Gobierno aplica desde entonces para hacer frente a los créditos que pueden rescatar al país del pozo financiero.
En 2020, cuando el coronavirus golpeó al mundo, la deuda total de Zambia, doméstica y externa, rondaba el 103% del PIB: es decir, era mayor al tamaño de su economía. El país estaba asfixiado por obligaciones como el eurobono de 750 millones de dólares (640 millones de euros) que estaba a punto de vencer, y la situación se complicó porque los escasos recursos con los que contaba el país se necesitaban sobre todo para la recuperación después de la covid. Hace cinco años, la deuda externa ascendía a unos 11. 000 millones de dólares, y, a finales de 2021, llegó a 13.400 millones de dólares. Hoy es de 16.700 millones de dólares, según el FMI.
“Lo que vemos es que el Gobierno desvió recursos de las áreas de inversión prioritarias, como la educación, la sanidad y la agricultura, para cubrir estas obligaciones. Se ha destinado mucho dinero a la deuda en detrimento de la inversión pública”, dice Robert Mwale, de la Alianza para la Deuda de la Organización de la Sociedad Civil (CSO Debt Alliance, en inglés), un grupo de organizaciones que analiza cuestiones relacionadas con la deuda. “El pago de la deuda reduce el margen fiscal del Gobierno para gastar en sectores productivos, capaces de impulsar la economía. Perjudica el crecimiento del país”, añade Mwale.
El economista Nicholas Mainza, secretario de la Asociación Económica de Zambia, [EAZ, por sus siglas en inglés] está de acuerdo en que se han visto afectados los sectores que impulsan la economía y sus actores fundamentales, como los productores de bienes y servicios.
“Creo que ellos (el secretario del Tesoro y el ministro de Finanzas y Planificación Nacional) tienen verdaderos quebraderos de cabeza diarios tratando de encontrar el equilibrio en sus libros contables”, subraya el doctor Mainza.
El pago de la deuda reduce el margen fiscal del Gobierno para gastar en sectores productivos, capaces de impulsar la economía
Robert Mwale, Alianza para la Deuda de la Organización de la Sociedad Civil
En medio de estos cálculos y ajustes en las cuentas queda la vida de zambianos como Phiri. “El negocio está en una situación muy difícil porque los precios son muy altos. Hace años, por lo menos, las cosas eran más baratas. Por ejemplo, si crío cerdos, un saco de pienso me cuesta 800 o 900 kwachas [unos 30 euros], cuando antes me costaba entre 400 y 450 [unos 15 o 17 euros]. Ahora estoy criando casi 50 cerdos, así que necesito siete sacos de pienso al día. Sale muy caro”, explica Phiri.
En la próxima cosecha de maíz, este agricultor espera juntar unos 50 sacos de 50 kilos cada uno, pero la producción no ha sido buena debido al suministro irregular de electricidad y a la sequía que afectó al país, que llevó al presidente, Hakainde Hichilema, a declarar la emergencia nacional.
Reestructuración de la deuda
En junio de 2023 en París, tres años después de entrar en default, Zambia logró un gran acuerdo para reestructurar su deuda externa gracias a un cambio de posición de China, su gran prestamista, y el resto de países acreedores. El acuerdo abarca aproximadamente un tercio de la deuda externa del país africano, unos 5.600 millones de euros debidos en su mayoría al Banco de Exportación e Importación de China (EXIM), un organismo estatal. No hay condonación sino moratorias y prórrogas a 20 años para que Zambia pueda sanear poco a poco sus finanzas.
De forma paralela, Zambia ha trazado desde 2022 con el Fondo Monetario Internacional un plan de rescate que prevé una línea de crédito total de más de 1.400 millones de euros, desembolsados en etapas. El pasado 9 de junio, en la quinta revisión del acuerdo y en vista de los buenos resultados del país, el FMI entregó una nueva partida de este acuerdo, una financiación de 194 millones de dólares.
“La economía zambiana demostró resistencia en 2024, a pesar de una grave sequía y de los vientos en contra a escala mundial. Se espera que el impulso del crecimiento continúe en 2025, con un crecimiento del PIB real previsto del 5,8%. La actividad económica se vería respaldada por un repunte de la producción agrícola, una mayor producción de cobre y una recuperación gradual de la generación de electricidad”, se felicitó Vera Martín, responsable del FMI para Zambia, en un comunicado reciente.
Al aplicar algunas de las directrices de la entidad crediticia internacional, Zambia ha tenido que examinar con detalle sus gastos y eliminar los productos o servicios básicos para cuya adquisición concedía subsidios a sus ciudadanos, lo que significa que ahora la gente los paga a su precio real. Por ejemplo, el combustible y la electricidad, algo que ha afectado enormemente a la población.
Las tarifas de la electricidad se dispararon. Antes, regar la huerta costaba entre 800 y 1.000 kwachas (entre 30 y 37 euros), mientras que ahora cuesta 2.000 (75 euros) o más
Sinoya Phiri, agricultor zambiano
“Las tarifas de la electricidad se dispararon. Antes, regar la huerta costaba entre 800 y 1.000 kwachas (entre 30 y 37 euros), mientras que ahora cuesta 2.000 (75 euros) o más”, se queja Phiri, que ha instalado en la granja un pozo y dos depósitos de agua de tamaño medio, que dependen de la red eléctrica nacional.
Para este agricultor, otro problema es el elevado coste del transporte debido al precio del combustible. “Y, cuando queremos subir los precios de los productos, la gente se queja y no compra. Así es difícil tener beneficios”, señala el hombre, que trabaja la tierra junto a su esposa y sus seis hijos.
Martín, del FMI, admitió que la inflación en 2024 fue del 15% en Zambia, impulsada por los precios de los alimentos y la depreciación de la moneda local, el kwacha, pero explicó que las presiones inflacionistas “han empezado a mostrar signos de atenuación”.
Luz al final del túnel
Para el economista Nicholas Mainza, los agricultores como Sinoya Phiri deben ser una prioridad, porque son esenciales para la producción y la seguridad alimentaria del país y a su vez para el rendimiento económico.
“El sector agrario tiene capacidad de expansión y puede proporcionarnos muy buenos ingresos en divisas. Hay que producir, trabajar con los pequeños agricultores y también con los que dedican su producción a la venta, que son muy productivos, se esfuerzan por serlo y aprovechan al máximo cada unidad de superficie que tienen”, explica.
Pese al complejo panorama, la Asociación Económica de Zambia considera que hay aspectos positivos en medio de la situación actual de endeudamiento, como la transparencia sobre el pasivo acumulado, la presentación a tiempo de los informes para mantener al día al país y el compromiso de pagar la deuda. “La administración ha hecho muy buena labor de transparencia. El informe está a disposición de todo el mundo, hay acceso a la información, honestidad y disponibilidad para reunirse y debatir posibles soluciones. Eso es lo que nos ha ayudado a llegar hasta donde estamos. No estamos muy bien, por supuesto, pero la clave es involucrar a los dueños del dinero”, apunta Mainza, secretario nacional de la asociación.
El pasado mayo, en Lusaka, durante una reunión con el subdirector ejecutivo del FMI, Nigel Clarke, el presidente de Zambia, Hakainde Hichilema, subrayó que su país y el Fondo están avanzando en áreas fundamentales de mutuo interés. “Los programas económicos que se están llevando a la práctica en la actualidad los hemos elaborado nosotros y responden a nuestras prioridades nacionales”, matizó.
“Zambia reitera su compromiso de mantener esta colaboración con el FMI mientras llevamos adelante nuestro ambicioso programa de reformas en todos los sectores de la economía, basado en la transparencia, la resiliencia y el crecimiento inclusivo”, agregó.
Para Mwale, de la Alianza para la Deuda, el futuro es complicado “pero manejable” si Zambia mantiene disciplina fiscal. “ Nuestro país ha llegado a esta situación porque hemos pedido préstamos sin tener debidamente en cuenta nuestra capacidad real de pagar. De cara al futuro, básicamente, creo que vamos bien en la movilización de los ingresos internos; queremos utilizar nuestros propios recursos para financiar proyectos en el futuro”, prevé con cautela.
Mainza es también optimista: “Creo que hay luz al final del túnel, porque el sector agrario parece estar funcionando bien y está recibiendo el apoyo necesario”.
El experto se felicitó porque los sectores minero, energético, manufacturero e industrial también están recibiendo este respaldo. “Sin embargo, me sorprende ver que al sector turístico no se le está prestando la atención suficiente, a pesar de que es esencial”, matizó.
Alejado de los grandes análisis financieros, el deseo del agricultor Sinoya Phiri es que Zambia consiga la condonación de la deuda para que el país tenga recursos suficientes para financiar todos los sectores productivos fundamentales e impulsar la economía. “Por favor, cancelen las deudas para que el Gobierno pueda invertir el dinero en agricultura y en el sector sanitario”, ruega.