El binomio presidencial argentino está quebrado sin retorno. La vicepresidenta, Victoria Villarruel, rompió definitivamente con Javier Milei. No lo hizo con una carta formal o un discurso. Optó por un camino indirecto, pero igual de efectivo: durante varias horas, ya cerca de la madrugada del sábado, respondió en Instagram a decenas de mensajes que la acusaban de “traición” por habilitar, como titular del Senado, una sesión que terminó con una serie de leyes que suben el gasto fiscal. La votación fue una dura derrota para Milei, que ha hecho del superávit una religión.
Los intercambios escalaron y Villarruel fue mucho más allá de justificar su papel en el Senado. Dijo que si Milei estaba tan preocupado por el superávit fiscal debería “ahorrar en viajes y en la SIDE”, una referencia a los fondos extraordinarios que el ultraderechista destina a los servicios de inteligencia del Estado. Lo tildó, además, de infantil y maleducado y lo acusó de no conocer las urgencias de los argentinos porque vive recluido en la residencia presidencial, “un palacio” que lo mantiene aislado del mundo.
La mala relación entre Milei y Villarruel se remonta a los inicios de la gestión ultra, en diciembre de 2023. Villarruel, una negacionista de la dictadura de los setenta y antiabortista, es hija y nieta de militares y esperaba para sí el control de, al menos, los ministerios de Defensa y Seguridad. Pero Milei tenía otros planes y la dejó sin nada. La relación nunca se recompuso.
La vicepresidenta se refugió en el Senado y quedó excluida del círculo del poder. En la Casa Rosada acusan a Villarruel de trabajar para sí misma, pensando en una eventual candidatura futura fuera de La Libertad Avanza. La relación de la vice es especialmente mala con Karina Milei, hermana del presidente y secretaria de Gobierno.
La tensión llegó al máximo durante una ceremonia oficial en la catedral de Buenos Aires, el 25 de mayo pasado: Milei ignoró adrede a su vicepresidenta y le negó el saludo. Más tarde, escribió en redes sociales que “Roma no paga a traidores”.
El jueves, mientras la oposición votaba en el Senado una subida de las pensiones y más fondos para las provincias, Milei y su entorno eligieron como blanco de sus ataques a Villarruel. La acusaron de haber hecho poco y nada para bloquear la sesión, mientras ella recordaba que, si bien es presidenta de la Cámara alta, los senadores son soberanos y pueden convocar a una sesión si consiguen el quórum necesario. Milei la acusó entonces abiertamente de “traidora”, lo que activó una larga lista de ataques en la cuenta en Instagram de la vicepresidenta.
A un usuario que la acusó de avalar que se rompa el equilibrio fiscal le respondió: “Si hay equilibrio, entonces asistir a los más desprotegidos no debiera ser tan terrible. El tema es que un jubilado no puede esperar y una discapacitada, menos. Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo”.
Los viajes de Milei son blanco habitual de los ataques opositores. En 18 meses de mandato, realizó 24 giras por el exterior, con un costo de 2,5 millones de dólares, según los montos informados por el propio Gobierno.
Villarruel recordó, además, el incidente del saludo en la catedral —“¿Un presidente que no puede ni saludar a una persona con la que llegó al poder? Hacele el reclamo a él, que yo la educación no la pierdo nunca“— y le pidió a Milei que se comporte como un adulto: “Cuando el Presidente decida hablar y comportarse adultamente podré saber cuáles son sus políticas, dado que no me habla”.
Increpada por un usuario de ser parte de “la casta política”, Villarruel redobló la apuesta: “¿En serio yo me corrompo viviendo en mi departamento y de mi sueldo? ¿O se corrompe más quien viaja por el mundo, mete familiares, vive en un palacio y no sale de ahí para ver cómo lo pasa la sociedad?”.
Para despedirse, la vicepresidenta dio a entender con tono de amenaza que estaba al tanto de cuestiones que podrían comprometer al presidente: “Yo razono con rectitud. Si fuera desleal hace rato que estoy haciendo merengue con lo que veo”.