La ilustración de noticias es una de las más bellas artes del periodismo. La portada de la edición impresa del suplemento de Negocios de The New York Times aportó este jueves otra prueba con un dibujo, firmado por Álvaro Domínguez, en el que la línea de uno de esos gráficos económicos descendentes muta en la firma picuda que Donald Trump estampa en sus decretos. La ingeniosa idea acompaña un análisis sobre los efectos de las agresivas y volátiles políticas de los primeros 100 días del presidente estadounidense en los mercados, que, entre tanta “incertidumbre”, han visto esfumarse en este tiempo 6,5 billones de dólares. Se trata del peor comienzo de un mandato desde 1974, en tiempos de la recesión heredada por Gerald Ford y la crisis del petróleo.
El análisis del Times lo comparten expertos de ambos lados del espectro político, pero no Trump, que recibió el día anterior las noticias de que la confianza de los consumidores anda en retroceso y de que la economía estadounidense se contrajo en el primer cuarto de 2025 por primera vez en tres años –un 0,1% trimestral; un 0,3% en tasa trimestral anualizada– con dos de sus estrategias favoritas: negar la mayor y ponerse a la defensiva. “Esta es la Bolsa de Biden, no la de Trump. No tomé posesión hasta el 20 de enero”, escribió en Truth, su red social.
La idea la repitió horas después en la cuarta reunión que celebra su gabinete desde su toma de posesión, que, de nuevo, estuvo abierta a la prensa, para que esta vez los reporteros pudieran ver cómo todos sus miembros, uno tras otro, presumían de lo logrado en los primeros 100 días y alababan, a menudo coqueteando con el sonrojo, el liderazgo de Trump. Este aprovechó la ocasión para ir un poco más allá en su descargo de responsabilidades económicas. “Esta es de Biden”, insistió. “E incluso se podría decir que el próximo trimestre también, porque estas cosas no se arreglan de un día para otro, ni de hora en hora”.
El presidente estadounidense, que había pedido “¡PACIENCIA!” (en mayúsculas) en Truth, pronunció al rato una de esas frases capaces de dominar el ciclo de noticias durante unas horas en el Washington adicto a la información hasta que llega el siguiente chute. Se refería a la guerra comercial con China, y a cómo esta se dejará sentir en los bolsillos de los ciudadanos, también los que le votaron con la confianza de que sería capaz de reducir el coste de la vida. “Quizá los niños tengan que conformarse con dos muñecas en lugar de tener 30, y quizá esas dos muñecas cuesten un par de dólares más de lo normal. Pero no estamos hablando de algo que nos obligue a hacer un esfuerzo especial, ya que [los chinos] tienen barcos llenos de cosas, muchas de las cuales no necesitamos. Tenemos que llegar a un acuerdo [arancelario] justo”.
La declaración también sirvió para otro alarde ilustrativo: The New York Post, tabloide próximo al presidente, compuso su portada del jueves con el titular “Racanear con la barbies”, una foto de la famosa muñeca y la siguiente advertencia: el presidente “admite que los aranceles encarecerán ciertos precios y provocarán escasez”.
El Nobel de Economía Paul Krugman usó esa portada en su cuenta de Substack para reconocer que la conversión de Trump en “crítico del consumismo” infantil y en “defensor del lado espiritual y elevado de la vida” no la vio venir.
“Es cierto que, la mayoría de las veces, los presidentes tienen un impacto menor en la economía de lo que muchos creen. También, que no suelen notarse esos efectos en los primeros meses de su Administración”, escribe Krugman. “Pero las políticas de Trump han sido tan extremas que ya están empeorando visiblemente la economía. En particular, las expectativas de aranceles altos comenzaron a distorsionar las decisiones empresariales incluso antes de que entraran en vigor”. Las cifras del PIB recién publicadas lo demuestran, según el economista.
La ajetreada agenda del miércoles de Trump incluía un foro en la Casa Blanca sobre “invertir en Estados Unidos”. En un discurso de 40 minutos aplicó algo parecido a las leyes de mecánica cuántica del gato de Schrödinger a su desempeño en su segundo mandato en la Casa Blanca: todo lo bueno conseguido en estos 100 días es gracias a él; todo lo malo, culpa de Biden. No dijo que, de hecho, heredó una economía que los analistas de ambos lados del espectro ideológico coinciden, de nuevo, en definir como “robusta”.
Dos billones en nuevas inversiones
Prefirió centrarse en celebrar a las empresas, algunos de cuyos consejeros delegados estaban presentes, que han anunciado inversiones de hasta dos billones de dólares en Estados Unidos. También olvidó mencionar que algunas de esas decisiones se deben en parte a la ley CHIPS, que obtuvo apoyo en el Capitolio de ambos partidos en su objetivo de reducir la dependencia de Asia en materia de semiconductores.
En su cuenta de Truth, el presidente estadounidense se concentró el jueves por la mañana, mientras los medios daban por hecho la primera crisis de su Gobierno, con la salida del consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, en transmitir ese mensaje y renovar su agradecimiento a esas compañías. Lo hizo con una serie de posts que juntaban logos como los de Nvidia, Apple o Johnson & Johnson con la cantidad de dinero invertido por esas firmas.
Y mientras Greg Ahearn, director ejecutivo de la Asociación de Juguetes, que representa a 850 fabricantes, declaraba a The New York Times que los aranceles de Trump ha congelado una cadena de suministro que “pone en riesgo la Navidad” −“si no empezamos a producir, la probabilidad de escasez de juguetes es alta”, advirtió−, Stephen Miller, uno de los colaboradores más leales y extremos de Trump, comparecía ante la prensa en la Casa Blanca para desdeñar los temores de General Motors, que había dicho en una carta a sus accionistas que calcula que los aranceles les harían perder entre 4.000 y 5.000 millones de dólares este año, y para volver sobre las muñecas con una nueva pirueta argumentativa.
Miller dijo que los estadounidenses preferirán comprar muñecas estadounidenses aunque sean más caras, porque “tienen mejor calidad”. También, que “con los recortes de impuestos, los cambios regulatorios, la disminución del precio de la energía y todo lo demás con lo que Trump piensa alumbrar esta era de prosperidad estadounidense”, al final “será más barato que nunca producir en Estados Unidos”. Fue, en definitiva, otro homenaje al gato más famoso de la mecánica cuántica.