El Gobierno de Donald Trump prometió 90 acuerdos comerciales en 90 días. Han transcurrido más de dos tercios de ese plazo y por ahora no ha firmado ninguno. Solo llegó a un principio de acuerdo no vinculante con Reino Unido y suscribió una declaración con China que consistía básicamente en dar marcha atrás a sus medidas para que el gigante asiático retirara sus represalias, un pacto ratificado esta semana en Londres, que es una especie de tregua mientras se negocia un acuerdo de verdad. Sin embargo, Trump no cree que vaya a ser necesario ampliar el plazo porque pronto empezará a enviar cartas a sus socios comerciales con sus condiciones y un ultimátum: lo tomas o lo dejas.
Trump acudió este miércoles al Kennedy Center al estreno del musical Los Miserables y antes de entrar al auditorio le preguntaron si estaría dispuesto a ampliar el plazo de negociación. “Lo haría, pero no creo que sea necesario. Hemos hecho un gran acuerdo con China. Estamos muy contentos con él. Tenemos todo lo que necesitamos y nos va a ir muy bien. Y esperamos que a ellos también. Ha sido muy importante”, dijo.
El detalle de lo acordado con China no se ha hecho público, pero básicamente reitera lo acordado en Ginebra el mes pasado, que supone una marcha atrás por parte de Trump ante el temor a fuertes subidas de precios, estanterías vacías y falta de insumos clave. Pekín ha usado como arma de presión el suministro de imanes de tierras raras y Trump ha dado también marcha atrás a su amenaza de rechazar a los estudiantes chinos en las universidades. Está por confirmar que también haya aceptado suministrar a China microprocesadores que hasta ahora estaban vetados, una restricción que su antecesor, Joe Biden, nunca quiso meter en la negociación comercial por razones de seguridad nacional.
“Lo hemos hecho con el Reino Unido y te diré cómo estamos. Estamos arrasando en cuanto a acuerdos”, afirmó en su peculiar percepción de la realidad. “Ahora, en un momento dado, solo vamos a enviar cartas (…) diciendo que este es el acuerdo: lo tomas o lo dejas. No tienes que utilizarlo. No tienes que comprar en Estados Unidos, como digo. Así que, en un momento dado, lo haremos. Aún no estamos del todo listos. Estamos negociando con bastantes países, y todos quieren llegar a un acuerdo con nosotros, todos y cada uno de ellos”, continuó.
“Estamos negociando con Japón, estamos negociando con Corea del Sur, estamos negociando con muchos de ellos. Estamos negociando con unos 15 países. Pero, como saben, tenemos más de 150, y eso es imposible. Así que vamos a enviar cartas en aproximadamente en una semana y media, dos semanas, a los países para informarles de cuál es el acuerdo, tal y como hice con la UE”, ha dicho, aunque la carta enviada a la UE no ha sido percibida como un ultimátum definitivo y miembros de su Gobierno señalan que las negociaciones continúan.
Trump es famoso por señalar una y otra vez el plazo de dos semanas como si fuera un talismán. Cuando no sabe qué contestar a algo, con frecuencia responde: “Te lo diré en dos semanas”. Pasan las dos semanas y no hay novedad. Por ejemplo, desde al menos finales de abril, Trump ha estado diciendo a los periodistas que decidirá qué hacer en Ucrania “en dos semanas”, utilizando ese plazo una y otra vez para dar a entender que está cerca de llegar a una conclusión definitiva sobre cómo proceder. En realidad, usa las “dos semanas” sobre cualquier tema y se ha convertido ya casi en un chiste.
De hecho, también en materia comercial, el presidente dijo el pasado 16 de mayo que establecería los aranceles para los socios comerciales de Estados Unidos “en las próximas dos o tres semanas”. El plazo ha pasado y ahora Trump se da otras dos semanas. Antes, había hecho otro anuncio incumplido: “Tenemos otros cuatro o cinco acuerdos que se cerrarán inmediatamente”, afirmó el 9 de mayo, tras el pacto no vinculante con Reino Unido, que solo sienta las bases de un hipotético acuerdo comercial real.
El Gobierno de Trump está dando prioridad a las negociaciones comerciales con más de una docena de países y con la UE como bloque. La falta de personal y capacidad hace imposible mantener negociaciones simultáneas con todos los países afectados por los mal llamados “aranceles recíprocos” del presidente, que en teoría volverían a subir el 9 de julio si no hay un acuerdo antes.
Trump anunció el 2 de abril que Estados Unidos impondría un arancel universal mínimo del 10% a todas las importaciones y castigaría más a los países y bloques con los que tiene un mayor déficit comercial, con altos impuestos a las importaciones de la Unión Europea (20%); China (34%); Japón (24%); Vietnam (46%); Taiwán (32%); India (26%); Corea del Sur (25%); Tailandia (36%); Suiza (31%) e Indonesia (32%), entre muchos otros.
Un día después de que entrasen en vigor, Trump rebajó todos esos aranceles al 10% durante 90 días ante el pánico de los inversores y la presión del mercado de bonos. Trump ha hecho tantos anuncios y amenazas que no es fácil llevar la cuenta. Y sus anuncios han perdido credibilidad.
La errática política comercial del presidente ha añadido incertidumbre a la economía. “Planeas una cosa y al día siguiente cambia. Se trata de un nuevo mundo”, señalaba este miércoles en Washington David Olave, del bufete Sandler, Travis & Rosenberg, en un foro organizado por la consultora FGS Global y EFE News. Algunas empresas y productos tienen mucho margen para ser creativos y encontrar una solución, o al menos para no verse tan afectados. Será trágico para algunos, pero no para la economía en general mientras haya negociación”, añadía.
Esa errática política comercial puede mantenerse durante algún tiempo, según Sarah Trister, directora gerente en FGS Global. “Hasta ahora, la base de Trump ha apoyado mucho lo que ha estado haciendo. Y si eso se mantiene, creo que veremos que su propia voluntad de aguantar los altibajos también se mantendrá”, señaló en ese mismo foro.