Los ucranios lo llaman Mario porque Mariano es un nombre extraño para ellos, difícil de memorizar en un país eslavo. Pero en Ucrania siguen acordándose de él, de “Súper Mario”, como lo bautizó KHPG, una ONG de derechos humanos de Járkov que sigue su pista. Mariano García Calatayud es un jubilado de Carlet, municipio de la provincia de Valencia, que en 2014 decidió mudarse a Ucrania. El 19 de marzo de 2022, tres semanas después de iniciarse la invasión rusa, los servicios de seguridad del invasor lo arrestaron en Jersón, ciudad por entonces ocupada. Casi 40 meses después, familiares y amigos no saben qué ha sido de él.
En la Ucrania en guerra abundan extranjeros con circunstancias vitales peculiares. Hay mercenarios, hay hombres y mujeres que han perseguido el amor, hay idealistas, aventureros y hay personas que huyen de problemas irreparables en su lugar de origen. García Calatayud es un caso difícil de clasificar. En 2014, con 66 años, recién jubilado y divorciado de su mujer, decidió mudarse a Kiev. Hasta entonces había sido empleado del Ayuntamiento de Carlet, jefe de obras del consistorio. Aquel 2014 estalló la guerra en la región de Donbás (formada por las provincias ucranias de Donetsk y Lugansk, en el este) entre los separatistas prorrusos y las fuerzas ucranias. También aquel año se anexionó Rusia por las armas la península de Crimea.
García Calatayud no tenía vínculo directo con Ucrania. Tampoco hablaba ni el ruso ni el ucranio. Tetiana Marina Olesksandrivna, su pareja, y Francisco Santiesteban, amigo y compañero en UGT, sindicato al que estaba afiliado, cuentan que tenía una visión idealizada del país porque su padre o su abuelo, no pueden precisar quién de los dos, era un militante republicano que tras la guerra civil española se refugió en la Unión Soviética, en Odesa. Uno de sus hijos, David García, asegura que el padre de Mariano no estuvo en esta ciudad del sur de Ucrania, pero que no sabe si el abuelo estuvo allí exiliado.
“Mariano es un socialista convencido y tenía un cacao en la cabeza, tenía una imagen de la URSS que no era la real”, cuenta Olena Lashtova, una de sus amistades más estrechas en Ucrania. “Pronto se dio cuenta de que Rusia es un poder imperialista, y se volcó en ayudar a Ucrania”, dice Lashtova.
García señala que la principal razón para que su padre se trasladara a Ucrania es su dedicación de siempre a ayudar a los demás. “Sobre todo asistía a niños, a escuelas”, dice el hijo. “Por supuesto que intentamos convencerlo para que regresara a España, sobre todo a medida que la tensión bélica subía [antes de la invasión], pero él se encontraba bien en Ucrania”, añade.
Lashtova conoció a Mariano en 2016, en numerosos viajes que ambos realizaban en acciones de voluntariado para llevar asistencia de primera necesidad a la población en Donetsk. Él descubrió Jersón, un centro clave de la resistencia ucrania próximo a Crimea, en el sur del país, por una amiga, asegura Oleksandrivna. “Se enamoró de la ciudad porque había vivido un año en Kiev y esta es una ciudad demasiado grande para él, y en Jersón todo el mundo lo conocía y hacía una vida más familiar”, añade Lashtova.
Del entorno del español en Jersón ya no queda nadie, afirma su pareja. Ella misma se ha trasladado a Escocia, donde sigue un tratamiento médico e intenta encontrar un empleo. La ciudad fue liberada de la ocupación rusa en noviembre de 2022, pero su localización, en el mismo frente de guerra, la expone a ataques diarios del invasor. Hoy, según las autoridades provinciales, solo quedan un 20% de los habitantes previos a la guerra.
García Calatayud conoció a Oleksandrivna seis semanas antes de iniciarse la invasión rusa en febrero de 2022. Pese a la diferencia de edad (ella tiene 30 años menos que él), establecieron una relación. Pero duró poco. En los primeros días de la guerra, los rusos entraron en Jersón. Fue la única capital de provincia que ocuparon con una facilidad pasmosa gracias a una extensa red de colaboradores.
Mariano se significó por participar en todas las protestas locales contra la ocupación. Sus amigos recuerdan que estaba siempre en primera línea, increpando a los militares rusos. Oleksandrivna, Santiesteban y Lashtova, los tres coinciden que durante días avisaron al voluntario español para que dejara la ciudad, que las fuerzas de seguridad del invasor lo tenían seguro en el punto de mira.
“El día antes de ser arrestado le dije que tuviera cuidado, y el día de San José en Valencia [19 de marzo], desapareció”, recuerda Santiesteban. “Le pedí que se fuera de Jersón”, cuenta Lashtova, “que acabaría mal, pero era muy cabezón, hablábamos cada día y cuando el 19 de marzo [de 2022] no respondió a mi llamada, entendí que algo había sucedido”.
Su primera reclusión fue en los calabozos del centro de detención de la calle de Teploenergetikiv de Jersón, un lugar conocido por las torturas en interrogatorios que allí se produjeron. Una vez entró allí, se perdió su pista durante un año.
Buena parte de la búsqueda de García Calatayud la han llevado a cabo Santiesteban en España y Oleksandrivna en Ucrania. Ella y la familia contactaron con un equipo de abogados rusos que intermedió ante las autoridades del país invasor. La primera confirmación oficial por parte del ocupante sobre el paradero de Mariano llegó en abril de 2023, un año después de su detención: la fiscalía militar rusa declaró que el español se encontraba en Crimea, en la prisión Sizo-2 de Simferópol, investigado “para esclarecer su implicación en la realización de actos que atentan contra la seguridad de la Federación Rusa”.
Testimonios de ciudadanos ucranios que coincidieron con él en Sizo-2 denunciaron que García Calatayud fue torturado con descargas eléctricas, ataques de perros guardianes y la extracción de dientes. Así lo recogió una campaña de Amnistía Internacional que exigía su liberación. Santiesteban y Oleksandrivna son pesimistas sobre cómo puede haber salido de esta experiencia, porque sufre de problemas del corazón. Hoy, de seguir vivo, tiene 77 años.
Las autoridades ocupantes de Crimea informaron en otoño de 2023 que García Calatayud había abandonado la península en dirección a la provincia de Jersón (la mitad oriental de esta región está ocupada). El documento militar no precisaba si lo había hecho por su propio pie o si fue trasladado a otra cárcel. Tampoco se concretaba si había acusación alguna contra él.
Última pista, Moscú
A partir de allí se han recabado pocas pistas sobre su posible paradero, todas débiles. Elena Taránova, portavoz del equipo legal que sigue su caso, explica que en los múltiples requerimientos enviados a las autoridades rusas, han recibido respuestas poco concretas de las administraciones militares ocupantes en el Mar Negro, Jersón, en Donetsk y también de los aparatos centrales en Moscú. “Todos se pasan la pelota entre ellos, las únicas respuestas concretas fueron las de 2023 desde Crimea”, dice Taránova.
David García revela que la Policía Nacional española le notificó en febrero de 2024 que su padre también podría estar encarcelado en la región de Moscú. Taránova explica que es una posibilidad, pero sin nada concreto que lo sustente. La familia mantuvo el 1 de julio una entrevista por videoconferencia con la Cruz Roja de Moscú, que se comprometió a intentar localizar al español en la capital rusa.
El Gobierno ruso nunca ha respondido ni a las peticiones de información del Gobierno de España ni a las de la Cruz Roja. Oleksandrivna asegura que en los intercambios de prisioneros de guerra, los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (GUR) muestran a los retornados ucranios más de 80 fotos de extranjeros civiles desaparecidos, entre ellos García Calatayud. “Seguro que ahora está muy cambiado, solo hay que ver cómo regresan los soldados liberados, tan demacrados”, opina su pareja.
70.000 desaparecidos, 300 extranjeros
Artur Dobroserdov, comisionado del Gobierno ucranio para las personas desaparecidas durante la guerra, concretó el 1 de julio en rueda de prensa que hay 300 extranjeros por localizar, entre militares y civiles. Muchos de ellos son mercenarios latinoamericanos. A cifras de mayo, el Ministerio del Interior ucranio establece el total de desaparecidos en 70.000, la gran mayoría, soldados. Son personas como otro español, Miguel Ortiz, un militar que sus compañeros dan por muerto en combate en 2023, pero que, al no recuperarse el cadáver, no puede confirmarse su defunción.
El Ministerio del Interior ucranio presentó en una rueda de prensa el 1 de julio un nuevo portal que unifica por primera vez la documentación de todos los perfiles y datos de personas desaparecidas. La previsión es que en los próximos meses esté también disponible en inglés y en español.