Shane Tamura, el joven de 27 años que este lunes mató a cuatro personas y luego se quitó la vida en la planta 33 de un conocido edificio de oficinas de Manhattan, había llegado a Nueva York apenas unas horas antes, después de conducir a través del país durante días desde su casa en Nevada. Los últimos datos sobre la investigación del suceso, que ha sacudido a la Gran Manzana —el escenario del múltiple tiroteo era a simple vista inexpugnable—, los proporcionó a última hora del lunes la comisionada del Departamento de Policía, Jessica Tish.
Aunque la responsable policial afirmó entonces que aún no estaba claro por qué Tamura había conducido desde Las Vegas para sembrar el caos en una de las zonas más ricas de la ciudad, justo cuando acababa la jornada laboral, el alcalde de la ciudad, Eric Adams, ha apuntado este martes que el objetivo de Tamura era la sede de la Liga Nacional de Fútbol americano (NFL, en sus siglas inglesas), pero que se equivocó de ascensor.
La policía ha dicho que Tamura tenía antecedentes de enfermedad mental, y una nota incoherente encontrada en su cuerpo sugería que tenía una queja contra la NFL por una afirmación sin fundamento de que padecía encefalopatía traumática crónica. Había jugado al fútbol en la escuela secundaria de California hace casi dos décadas y según sus próximos, apuntaba maneras, además de un carácter muy competitivo.
El pistolero, armado con un fusil semiautomático M4, causó cuatro víctimas mortales, entre ellas un agente de policía en excedencia que se desempeñaba como vigilante de las oficinas de la empresa inmobiliaria que gestiona el edificio. El oficial asesinado, Didarul Islam, de 36 años, era un inmigrante de Bangladesh, con una experiencia de tres años y medio en el Departamento de Policía, destinado en el Bronx. “Estaba salvando vidas. Estaba protegiendo a los neoyorquinos”, dijo el alcalde Adams. “Él encarna lo que es esta ciudad. Es un verdadero neoyorquino azul, no sólo por el uniforme que vestía”.
La cifra de cuatro víctimas mortales hace del suceso de este lunes el tiroteo masivo número 254 en Estados Unidos en lo que va de año, según datos de la ONG Gun Violence Archive, que documenta la violencia por armas de fuego. La definición estándar de tiroteo masivo, que han adoptado la mayoría de los medios, es aquel en el que resultan muertas o heridas al menos cuatro personas, excluido el atacante.
El supuesto asesino, que se quitó la vida en la planta 33 —de las 44 que tiene el inmueble— al verse acorralado, tenía licencia de armas en Nevada. Pero el fusil semiautomático que utilizó, y con el que se le ve en imágenes del vídeo de seguridad del vestíbulo, ha vuelto a suscitar un debate sin solución en EE UU: el necesario control de armas, que los demócratas —incluido su último presidente, Joe Biden— han intentado con resultados moderados, frente al rechazo total de los republicanos, que consideran que llevar un arma es un derecho constitucional. Asimismo, los antecedentes de enfermedad mental del presunto autor encienden aún más el debate, pues remiten al infructuoso asunto de la verificación de antecedentes, que difiere según los Estados.