En un año el mundo ha cambiado aceleradamente. Portugal, también. El país afianzó en las elecciones generales de este domingo el giro a la derecha que había iniciado en marzo de 2024 de forma drástica y condenó a la izquierda, fragmentada entre seis formaciones, a un peso irrelevante, con el 30,4% de los escaños. Una cifra que incluso podrá encoger más cuando se concluya dentro de una semana el recuento del voto del exterior, que en la cita anterior otorgó dos diputados a Chega, uno a la coalición conservadora AD y otro al Partido Socialista (PS). Si esta relación se mantiene, la ultraderecha se convertiría en la segunda fuerza en número de escaños en el Parlamento y André Ventura, en el líder de la oposición, como él ya se proclama desde la noche electoral.
“El centro del espectro político se ha desplazado, lo que significa que AD está ahora en el centro mientras que Pedro Nuno Santos llevó al Partido Socialista hacia la izquierda en un momento en que sociológicamente el país parece haber girado a la derecha”, concluye el director del Diário de Notícias, Filipe Alves. El abandono del tradicional electorado socialista se debe, en su opinión, al hecho de que “la izquierda no ha sabido enderezar problemas que han surgido en los últimos años, como el aumento significativo de la inmigración”. Por contraste, añade, la coalición de Montenegro fue “más hábil” por reaccionar “ante una preocupación de la mayoría de la población sin caer en el radicalismo de Chega”.
La magnitud de la debacle está en los números —la izquierda pierde medio millón de votos en un año y los tres partidos a la derecha mejoran sus resultados— y en la geografía. El mapa de los distritos (equivalente a regiones electorales) muestra la hegemonía de AD en el centro y norte del país y la consolidación de la ultraderecha en todo el sur, en una demostración de cómo la izquierda pierde terreno ante el discurso populista. Si en 2022 el Partido Socialista ganó en los 20 distritos, excepto Madeira, ahora solo retiene el de Évora, que emerge como una aldea gala del progresismo portugués.
En apenas tres años, los socialistas han pasado de ganar con una inesperada mayoría absoluta a perder con una fuerza también inesperada. Por el camino se han dejado 907.000 votos. El desastre mayúsculo hizo que su líder, Pedro Nuno Santos, anunciase su dimisión la misma noche electoral. “No creo que haya cometido muchos errores el candidato, sino que había cansancio de muchos años de gobernación socialista y ha prevalecido la idea de mantener a AD”, reflexiona Francisco Asís, eurodiputado socialista y expresidente del Consejo Económico y Social.
Asís tampoco considera que lo ocurrido en las urnas signifique una “mudanza estructural y profunda” del modelo político. “Chega atrae un voto antisistema relacionado con las redes sociales, que suponen un cambio radical en el proceso de comunicación, y también se ha beneficiado de un discurso contra la inmigración que ha calado aunque sea xenófobo, pero considero que muchos votos se podrán recuperar”, sostiene.
Con la nueva composición, todas las fuerzas de la derecha (AD, Chega e Iniciativa Liberal) podrían sacar adelante una reforma constitucional sin necesidad de consensos a la izquierda, aunque el primer ministro, Luís Montenegro, descartó durante el discurso de la victoria que tenga interés en hacerlo. En Portugal, a diferencia de lo que ocurre en España, las alteraciones al texto fundador de la democracia portuguesa se realizan con frecuencia y requieren ser aprobadas por dos tercios del Parlamento, que obtendrían las tres fuerzas de la derecha unidas (suman 156 escaños, el 67,8%). En medio siglo se han aprobado siete reformas de la Constitución. Hace tres años, Chega ya pidió alteraciones para reclamar que se incorporase la castración química para violadores, la prisión perpetua y el voto obligatorio.
Montenegro, que repetía como candidato de la coalición conservadora AD, ha salido reforzado (de 80 a 89 escaños) en unas elecciones convocadas por una crisis relacionada con su decisión de mantener activa la empresa familiar, Spinumviva, cuando llegó al cargo de primer ministro en abril del año pasado.
Entendimiento con los socialistas o con Chega
Su decisión de presentar una moción de confianza, que le tumbó la oposición y provocó la caída del Gobierno, le salió bien. Ahora tendrá más legitimidad, aunque seguirá teniendo las cosas difíciles en el Parlamento si no logra socios estables para sacar adelante los Presupuestos o aprobar el programa de gobierno. Y el escenario posible solo ofrece dos caminos: un entendimiento con los socialistas a semejanza de lo que ocurre en Alemania y de lo que ya ocurrió en Portugal en 1983, cuando el socialista Mário Soares formó una coalición poselectoral con el centro-derecha, o un acuerdo con Chega.
Hasta ahora, sin embargo, el líder de AD había mantenido un cordón sanitario frente a la ultraderecha, a la que cerró la puerta del Gobierno en 2024. Por otro lado, en este nuevo escenario en el que Ventura puede aspirar a vencer en el futuro unas elecciones, la disponibilidad para el pacto puede haberse diluido también en las filas populistas. Chega tendrá que decidir si utiliza su nueva fuerza para dar estabilidad política al país o si erosiona el mandato de Montenegro para tratar de forzar unas nuevas elecciones, que nunca podrían ser antes de un año. El país celebra en enero elecciones presidenciales y el nuevo jefe del Estado no puede disolver la Asamblea hasta que supere los seis meses de mandato.
El actual presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, comenzará este martes a recibir a los líderes políticos para conocer sus preferencias para la formación de Gobierno. Después de reunirse con las 10 fuerzas con representación parlamentaria, designará un primer ministro para que nombre a su equipo. Con los resultados del domingo no hay duda de que será Montenegro el elegido.