Acetamiprid, aclonifen… nombres que suenan a botiquín, pero que en realidad se rocían a diario sobre frutas y verduras para erradicar plagas y malas hierbas. En julio de 2025, Francia intentó reautorizar el acetamiprid —un insecticida neonicotinoide vetado en el país por su toxicidad y el daño que causa a los polinizadores—, pero la presión ciudadana y una resolución judicial frenaron la medida. La Unión Europea ya limita el uso de estos pesticidas, conocidos popularmente como asesinos de abejas, aunque su aplicación varía entre países: mientras algunos, como Eslovenia, han logrado reducirlos sin comprometer la producción agrícola, otros, como Polonia, siguen dependiendo de ellos, atrapados en la encrucijada entre garantizar la seguridad alimentaria y proteger el equilibrio de sus ecosistemas.