Los Chapitos son ya una especie en riesgo de extinción. Pocos de sus grandes capos, esos que acaban inmortalizados en los corridos a cambio de unos pesos o con sus iniciales en gorras que luego se venden en las calles de Culiacán, quedan en pie. Presos, liquidados, extraditados a Estados Unidos o entregados voluntariamente a la justicia del país vecino como parte de acuerdos para reducir condenas, la facción del Cartel de Sinaloa desaparece a marchas forzadas. Solo dos de sus líderes, Iván Archivaldo Guzmán y su hermano Jesús Alfredo, sobreviven prófugos, cada vez más cercados por el gabinete de seguridad mexicano, que día tras día se complace en anunciar nuevas capturas y muertes de los narcotraficantes a los que Washington identificó como uno de los principales culpables del boom del fentanilo.
La última figura de cierto peso en caer en Los Chapitos ha sido Moisés Barnabé Barraza Acosta, alias Berna o Chupón, de 31 años, “líder de la célula criminal dedicada al sicariato y venta de narcótico”, según han anunciado las autoridades este jueves. Junto a él, un operativo conjunto de las fuerzas de seguridad ejecutado en Culiacán detuvo también a otros tres criminales, Noe Moreno Montes, alias Pinpon, de 27 años, Jesús Iván Robles Meraz, de 29, y Luis Antonio Ibarra Payan, de 31. Los encontraron fuertemente armados, aunque quizá menos de lo que podría esperarse del operador que lidera a los sicarios: “Cuatro armas largas, 18 cargadores, ponchallantas, cuatro chalecos balísticos y un vehículo con reporte de robo y con compartimentos para ponchallantas”.
Los Chapitos —llamados así porque sus líderes son los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, el narcotraficante más poderoso del mundo hasta que fue capturado por tercera vez y extraditado a Estados Unidos, donde cumple cadena perpetua— cobraron fuerza, precisamente, tras la caída de El Chapo. Para Washington, fueron el rostro —uno de ellos— responsable de inundar sus calles de fentanilo. La Casa Blanca les declaró la guerra. En 2023, el Departamento de Estado presentó cargos contra 28 miembros del cartel y la Fiscalía pidió cadena perpetua no revisable contra sus tres líderes, Iván Archivaldo, Jesús Alfredo Guzmán Salazar y Ovidio Guzmán López.
Meses antes, en enero de ese año, Ovidio, El Ratón, había sido apresado en Culiacán, en un difícil operativo al que sus hombres respondieron con balaceras y coches en llamas a lo largo de la ciudad. Era la segunda vez que las autoridades intentaban capturarlo, después del Culiacanazo de 2019, cuando, con Ovidio ya en poder de las autoridades, Andrés Manuel López Obrador tuvo que ordenar liberarlo porque sus secuaces amenazaban con arrasar la ciudad. Después de su arresto definitivo y la guerra legal estadounidense, el destino del cartel estaba marcado.
El Ratón fue extraditado a Estados Unidos en septiembre de 2023. Y comenzó la negociación con la justicia. El siguiente verano, una inesperada jugada desniveló la frágil balanza del mundo criminal sinaloense. Uno de sus hermanos, Joaquín Guzmán López, secuestró a Ismael El Mayo Zambada, capo histórico del Cartel de Sinaloa, antiguo socio del Chapo, el único de su generación que nunca había pisado la cárcel. Lo subió en un avión contra su voluntad y ambos se entregaron a las autoridades estadounidenses en un pequeño aeropuerto cerca de El Paso. El Mayo denunció el rapto a través de su abogado, habló de una violación a la soberanía nacional mexicana, jugó sus cartas y ahora discute un acuerdo de culpabilidad con la Fiscalía de Estados Unidos. Todo apunta a que Guzmán López negocia también con la justicia, que ya ha asegurado que no pedirá la pena de muerte contra él.
La traición al Mayo desató la guerra entre sus fieles, La Mayiza, y Los Chapitos. Desde el 9 de septiembre, fecha en la que estalló la disputa, Sinaloa acumula 1.369 asesinatos y otras tantas detenciones, según el recuento diario del periódico Noroeste, referente en la cobertura de la violencia en el Estado. En octubre, Claudia Sheinbaum llegó a la presidencia de México y dio un giro radical a la estrategia de seguridad de su predecesor, López Obrador. Con Omar García-Harfuch, su zar de seguridad, al frente, y la presión del dirigente estadounidense, Donald Trump, los arrestos de alto perfil y decomisos se han multiplicado en Sinaloa, especialmente contra la facción de los Chapitos, que agoniza tras la erosión de los últimos meses.
Los hijos del Chapo son conscientes de la decadencia. A principios de este mes, Ovidio Guzmán alcanzó un acuerdo con el Departamento de Justicia estadounidense, para declararse culpable por narcotráfico a cambio de entregar información a las autoridades. Los detalles de la negociación no están claros, pero pocos días después, 17 familiares de El Ratón cruzaron la frontera a California, entre ellos Griselda Guadalupe López, su madre, exesposa del Chapo y antaño una de las principales operadoras del Cartel de Sinaloa. La noticia descolocó al Gobierno mexicano, como meses antes lo había hecho el secuestro del Mayo.
La captura de Moisés Barnabé Berna solo es el último capítulo de una serie de detenciones que han despertado suspicacias por la asimetría: muchas contra Los Chapitos, pocas contra La Mayiza. Según el conteo de EL PAÍS a partir de cifras oficiales, hasta finales de mayo, la Secretaría de Seguridad ha destacado la detención de 72 chapitos contra 23 mayitos, un registro que no incluye a los muertos. El mismo día de la detención de Berna, otro arresto de alto perfil se ha producido en Sinaloa. En Los Mochis, un operativo ha apresado a Juan Pablo Bastidas Erenas, alias El Payo, uno de los líderes de la facción de los Beltrán Leyva —poderosa hace años, hoy sobrevive entre alianzas efímeras y traiciones— bajo las órdenes de Oscar Manuel Gastélum El Músico y Fausto Isidro Meza, El Chapo Isidro.
El fin de semana, García Harfuch anunció una muerte “como parte de la estrategia para construir la paz”: la de Jorge Humberto Figueroa, alias El Perris, uno de los principales operadores de Los Chapitos sobre el terreno, jefe de seguridad del grupo y uno de los responsables del Culiacanazo. La captura ahora de Berna ratifica la deriva del grupo, cada vez más diezmado y acorralado. Si su líder, Iván Archivaldo Guzmán, no ha corrido la misma suerte, fue porque logró escapar in extremis de las autoridades a través de un túnel como había hecho años antes su padre, según una investigación The Wall Street Journal. Desesperados, lo que queda de Los Chapitos intenta sobrevivir con presuntas alianzas con viejos enemigos como el Cartel Jalisco Nueva Generación. Cualquier cosa para evitar la extinción.