Los corderos balaban hace un año en el descampado de Tabriquet, un mercado popular que traslada la atmósfera del Marruecos profundo hasta el corazón urbano de Salé, limítrofe con Rabat. En vísperas del Eid el Adha, la Fiesta del Sacrificio que culmina las celebraciones musulmanas dos meses después del Ramadán, esta vez no hay borregos vivos a la venta en Tabriquet para su degollamiento en cada hogar, como manda la tradición islámica en memoria de Abraham, dispuesto a cortarle el cuello a su hijo Isaac por orden divina.
“El rey se ocupa de su pueblo, por eso ahora se ha suprimido el sacrificio”, aclara resignada la maestra Fátima (declina facilitar su apellido), de 62 años, en la cola de una concurrida carnicería. “Tengo el frigorífico lleno para las fiestas. Hay pescadilla y gambas, de todo… pero un Eid el Kebir (Fiesta Grande) sin carne de cordero no es una fiesta”, detalla con pedagogía ante un mostrador surtido de perniles y costillares de carnero; de cabezas, callos y todo tipo de despojos ovinos, en pleno regateo de zoco.
En su condición de Comendador de los Creyentes, Mohamed VI canceló en febrero la Fiesta del Cordero, una de las celebraciones más identitarias de los marroquíes, por “las dificultades debidas a los desafíos climáticos y económicos que han provocado una disminución sustancial de la cabaña de ganado”, según rezaba un comunicado oficial tras seis años de sequía, y para “no perjudicar a grandes sectores de la población con ingresos limitados”.
La veterana maestra Fátima, viuda y a cargo de tres hijos, pagó el año pasado 3.000 dirhams (285 euros), el equivalente al salario mínimo en el país magrebí, por un cordero mediano en el mismo mercado de Tabriquet. De haberse autorizado su venta en vivo, los precios del ganado lanar previsiblemente se hubiesen duplicado. “Este año no gastaré tanto, el cordero está a 120 dirhams el kilo; compraré en el mercado lo que necesito y aún podré dar limosna a los pobres en lugar de repartir, como manda la religión, una parte de la carne del animal”, relata.
La última vez que se anuló la Fiesta del Cordero en Marruecos fue en 1996, cuando el rey Hassan II ordenó también suspender el sacrificio a causa de la sequía. También canceló la llamada Pascua Musulmana en 1981, en pleno estallido social de las Revueltas del Pan en las grandes ciudades, y tras las inundaciones que precedieron en 1963 a la Guerra de las Arenas, en una disputa territorial con Argelia.
La medida ha sido adoptada ahora tras un periodo de extrema sequía apenas paliada por las lluvias de primavera, y poco después de que el Ministerio de Agricultura constatara que el censo de la cabaña nacional ovina se había reducido en un 38% en comparación con 2016.
“Comeremos lo que haya”
“Comeremos lo que haya; lo importante es celebrar el Eid en familia”, asegura Omar Benarkan, taxista jubilado de 70 años, que atraviesa en bicicleta el animado mercado de toldos y jaimas que se alza sobre el erial de Tabriquet, a un tiro de piedra del moderno tranvía que enlaza Salé con Rabat. “Este año no hemos comprado un cordero vivo”, reconoce a su paso por la carnicería, “aunque no faltarán en la mesa pinchos de carne a la brasa”.
Las autoridades hacen cumplir la palabra del rey, que en Marruecos es ley. “Su discurso equivale a un dahir (decreto real)”, argumenta un jurista consultado por el semanario Tel Quel. En los suburbios de Salé la vigilancia policial se ha extremado en todos los mercados ante el veto del sacrificio del Eid el Kebir, que sin constituir un estricto precepto religioso en el norte de África se observa como una obligación moral.
La prefectura provincial ha desplegado patrullas de agentes y de los servicios veterinarios para controlar la venta clandestina de carneros vivos en granjas cercanas, so pretexto de celebraciones privadas, como bodas o nacimientos, revela el diario Al Akhbar. Otros medios locales dan cuenta del incremento de controles en las carreteras, donde han sido confiscados camiones que transportaban corderos sin autorización.
No se escuchan balidos este año en las calles de Marruecos, ni tampoco la llamada de los afiladores de cuchillos para los matarifes. Mohamed Zerman, de 55 años, anota a conciencia los pedidos mientras dos empleados de su carnicería despachan a golpe de tajo a la arremolinada clientela. “Se podría decir que nací en un puesto del Tabriquet”, bromea; “recuerdo bien el anterior Eid sin sacrificio, en 1996”. “Las ventas han aumentado este año un 40%”, precisa, ya que el precio del cordero está por muy debajo de los 160 dirhams por kilo que se alcanzaron en 2024”. Tras el puente festivo religioso del Eid, que se prolonga desde este sábado hasta el lunes, su establecimiento seguirá abierto al público en lugar de cerrar como cada año a causa de la saturación del mercado provocada por el sacrificio doméstico de seis millones de reses.
El Gobierno de Rabat había suscrito protocolos para importar centenares de miles de corderos vivos de Australia y países del sur de Europa. El año pasado se exportaron cerca de 800.000 reses desde España, de acuerdo con datos de la Confederación de Agricultores y Ganaderos, el doble que en 2023. Parte de esos rebaños se han derivado ahora hacia Argelia, donde el ritual del sacrificio se mantiene vigente durante el Eid el Adha.
Esta suspensión del sacrificio contribuirá a la recuperación de la cabaña nacional, predice el presidente de la Federación de Ganaderos, Mohamed Jebli, en declaraciones a la prensa marroquí. El Gobierno presentó en mayo un plan evaluado en 600 millones de euros para subvencionar la alimentación de los animales y frenar el sacrificio de hembras, además de reestructurar las deudas de las explotaciones pecuarias.
Las generosas subvenciones acordadas por el Ejecutivo conservador a los importadores de carne en los últimos años, en forma de exenciones fiscales y ayudas directas, no han servido para paliar la carestía del cordero ni salvaguardar la cabaña ovina. El Partido del Progreso y del Socialismo ha instado junto a otras fuerzas de centro y de izquierda la constitución de una comisión investigación en el Parlamento sobre los intermediarios en el sector cárnico.
Al hilo del clima de descontento social por el elevado coste de la vida, del que no se libran alimentos básicos como los tomates o la carne, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), movimiento islamista en la órbita de los Hermanos Musulmanes de Oriente Próximo, maniobra también para recuperar el control del Gobierno, que dirigió entre 2011 y 2021, en las elecciones previstas dentro de un año. En las anteriores legislativas, el PJD se desplomó hasta convertirse en una fuerza marginal al perder 112 diputados en un Parlamento de 395 escaños.
El islamismo capitaliza el descontento
Su ejecutiva nacional acató de inmediato la decisión real de cancelar el sacrificio de corderos en el Eid, aunque acusó al Gobierno de haber tolerado la aniquilación la cabaña ovina. Pero el pasado abril fue reelegido como secretario general del partido Abdelilá Benkirán (primer ministro entre 2011 y 2017), quien intenta capitalizar el malestar ciudadano contra la política económica del actual Gabinete mediante un discurso más radical.
Surfeando la ola de solidaridad con el pueblo palestino en plena guerra de Gaza, la semana pasada se atrevió a criticar la presencia de tropas israelíes en Marruecos en las maniobras militares African Lion organizadas por Estados Unidos. También ha cuestionado las figuras de los presidentes Donald Trump y Emmanuel Macron, garantes clave de la alianza estratégica con Washington y París, respectivamente, en el conflicto del Sáhara Occidental. Benkirán se opone además a la nueva reforma de la Mudawana o Código de Familia auspiciada por Mohamed VI, que amplía derechos para las mujeres, a la que tacha de contraria a los principios de la sharía o ley islámica.
De esta forma, el vehemente líder islamista bordea la línea roja que veta toda oposición política a los designios del soberano, que se reserva el control sobre el Ejecutivo en materia de defensa, relaciones diplomáticas y asuntos religiosos. Desde su potestad como líder religioso, Mohamed VI ha cancelado por primera vez en 25 años de reinado la esencia de una festividad islámica consustancial a los marroquíes, que observan con una mezcla de comprensión y resignación la decisión del Palacio Real.