La OTAN se ha asegurado de que su cumbre en La Haya suponga un antes y un después en la defensa colectiva de la alianza militar más poderosa del mundo contemporáneo. Los 32 aliados han suscrito finalmente un acuerdo para aumentar, en la próxima década, su gasto en defensa hasta un 5% del PIB. Lo ha firmado también España, pese a sus reticencias a comprometerse a un gasto que considera innecesario y politizado y que han suscitado una amenaza del presidente estadounidense, Donald Trump, con hacerle pagar su no a golpe de aranceles.
El aumento de gasto es un “salto cualitativo”, subrayó el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que quiere hacer de la organización una Alianza “más fuerte, más justa y más letal” en momentos en que se multiplican las amenazas al orden mundial de las últimas décadas, sobre todo desde una Rusia considerada una “amenaza a largo plazo”. Los impulsores de esta iniciativa quieren que sirva de garantía de seguridad, además de lograr el respaldo de Estados Unidos, que en los últimos tiempos, desde la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, había insinuado amenazas de desvincularse de la Alianza de la que es un elemento imprescindible si no se repartía más la carga de gasto.
El acuerdo de incremento de gasto alcanzado, el más alto en las más de siete décadas de historia de la Alianza, “significa que no importa cuál sea el desafío, ya venga de Rusia o del terrorismo, un ciberataque, sabotaje o una competencia estratégica, esta alianza está y seguirá estando lista, dispuesta y capaz de defender cada centímetro de territorio aliado y garantizar que los nuestros 1.000 millones de ciudadanos pueden seguir viviendo en libertad y seguridad”, se felicitó Rutte al término de una de las cumbres más tensas de la historia reciente de la OTAN.
La decisión “transformadora” —como celebró el secretario general, que no ha escatimado en hipérboles ni en halagos sin complejos a Trump— de aumentar al 5% del PIB el gasto en defensa hasta 2035 se explicita en la escueta declaración final, de solo cinco puntos.
Tras el no de España a comprometerse a un incremento de gasto que dice es innecesario y responde a necesidades políticas —apaciguar a Estados Unidos—, la declaración ha pulido su lenguaje para evitar usar términos como “todos”, un “nosotros” o “cada aliado”, que salía en borradores anteriores, y poder así ser firmada por los 32 Estados miembros, pese a que España ha obtenido de manera paralela una flexibilidad que le permitirá dedicar un presupuesto menor, como afirma que le basta, para cumplir con sus objetivos militares.
“Si hubiéramos aceptado el 5%, España tendría que destinar, hasta 2035, 300.000 millones de euros extra a defensa. ¿De dónde saldrían? De recortes en sanidad y educación. Lo que tengo claro, escuchando al líder de la oposición, es que si hoy hubiera aquí otro presidente, España habría firmado el 5% en defensa, y eso sería un absoluto error para España y por eso no lo hemos hecho. Hemos decidido ir por la vía de las capacidades”, afirmó Sánchez al término de la cita. España ha firmado la declaración final, pero porque tiene una carta de Rutte que le da flexibilidad para ver si puede lograr las capacidades pactadas, que son secretas, con el 2,1%, como plantea el Gobierno español.
El pacto, sin embargo, ha provocado la ira de Trump. Poco antes de partir, el estadounidense arremetió contra Sánchez, al que amenazó con emprender una guerra comercial directamente con España. “Es el único país que rechaza pagar, es ir un poco de gorra, así que van a pagar a través del comercio (…) les vamos a hacer pagar el doble”, criticó el presidente estadounidense, dijo que negociará “directamente” con el presidente del Gobierno español.
La brevedad de la declaración, igual que la propia cumbre, de apenas unas horas, es otra señal más de que la cita en La Haya tenía, prácticamente, un solo propósito: apaciguar al volátil Trump, quien pese a todo se encargó de calentar el ambiente ya durante su viaje de ida con unas primeras amenazas a España —“es un problema”, dijo Trump; “España siempre es la solución, nunca es un problema”, le replicó Sánchez en La Haya—.
Dudas sobre el artículo 5
El estadounidense también sembró dudas sobre su compromiso con el artículo 5 que consagra la defensa mutua en caso de que uno de los aliados sea atacado, aunque ya en La Haya se desdijera —una vez más— y asegurara que, “por supuesto”, respalda el artículo elemental del concepto defensivo y disuasorio de la Alianza. “Si no lo apoyara, ¿qué estaría haciendo aquí?”, replicó el miércoles.
Pese a todo, el nerviosismo que rodea la impredecible posición de Trump —Rutte evitó responder qué pasaría si, ahora que ha logrado el incremento del 5%, Washington decide pedir más— sigue presente. De ahí la importancia, coincidieron prácticamente todos los líderes presentes en la cita, de acordar una cifra de gasto que ni EE UU cumple, pero que debería servir para asegurarse la continuación de Washington en la Alianza y evitar gestos precipitados, como una retirada de tropas estadounidenses de Europa antes de que a los aliados les dé tiempo a reemplazarlas con fuerzas propias.
“Estamos con ellos al 100%”, insistió Trump al llegar a la cita de la OTAN, una vez que vio asegurado el acuerdo que le permite regresar a casa con el que se atribuye —y también lo han hecho Rutte y otros aliados— una victoria personal. “Es una victoria monumental para EE UU porque pagábamos mucho más de lo que nos correspondía. Y era bastante injusto”, celebró el republicano. “Es un hito histórico muy importante. Algo que nunca se pensaba que fuera posible”. “Si usted no hubiera sido elegido presidente, nunca habríamos podido aumentar el presupuesto de la OTAN”, le había dicho un zalamero Rutte poco antes.
Revisión en 2029
El acuerdo consensuado incluye una cláusula de revisión en 2029 al que se aferran tanto España, que rechaza abiertamente el 5% propuesto, como países como Bélgica, que tienen dudas sobre su capacidad de cumplimiento de esas metas de gasto, aunque nadie haya querido plantarle cara a Trump como lo ha hecho el español Pedro Sánchez. Un mandatario al que la mayoría de líderes evitaron hacer recriminaciones directas, pero al que dejaron claro que se había quedado solo en su desafío al consenso al que, pese a todo, también se ha unido.
“No es correcto lo que España dice de que puede llegar con el 2,1%. No podríamos ejercer la disuasión y defendernos de manera suficiente”, criticó la primera ministra danesa, la socialista Mette Frederiksen. Incluso el belga Bart De Wever, cuyo país probablemente no cumplirá las metas impuestas —en cualquier caso no está previsto en el presupuesto militar recién aprobado para los próximos años— y que también ha dado a entender que arrastrará los pies hasta al menos la revisión de 2029, ironizaba sobre los cálculos españoles: “Los estrategas de la OTAN han calculado los gastos y consideran que, con precios actuales, se necesita el 3,5% del PIB para lograrlo (…) si Pedro Sánchez puede hacerlo con el 2,1%, sería un genio y la genialidad inspira a la gente”, dijo el nacionalista belga.
Rutte no quiso abundar más en una polémica que le obligó a negociar hasta el último momento. “Podemos estar de acuerdo en que no estamos de acuerdo, que ellos creen que pueden llegar a sus objetivos de capacidad con el 2,1% de gasto. La OTAN dice que tiene que ser el 3,5% como para todos los otros aliados”, se limitó a decir en la rueda de prensa final.
Mientras, el secretario general de la OTAN recordaba que parte del acuerdo es que “todos los aliados deberán informar de cómo están llegando a los objetivos de capacidades”, indicando que se podrá analizar en ese momento si España realmente los cumple con el gasto que prevé. Y en 2029 “lo revisaremos todo”, como establece la cláusula del acuerdo. Por tanto, como tarde en esa fecha se podrán exigir ajustes, previsiblemente, vino a decir, al alza y de acuerdo a sus cálculos.