La reciente victoria de la derecha populista de Nigel Farage en las elecciones municipales del pasado 1 de mayo llevó a muchos analistas a concluir que el partido Reform UK se había convertido finalmente en una organización política seria y estructurada. Y gran parte de aquella victoria se atribuyó a Zia Yusuf, presidente de la formación hasta este mismo jueves, cuando ha presentado abruptamente su dimisión. “He dejado de creer que trabajar para conseguir que los ciudadanos elijan un Gobierno de Reform sea hacer buen uso de mi tiempo”, ha escrito en la red social X.
Yusuf ya había calificado de “estúpida” la decisión de la diputada Sarah Pocin, sin consultar a nadie, de introducir en la sesión de control al Gobierno un asunto tan incendiario en el Reino Unido como el uso del burka. Ironizando con la voluntad del Ejecutivo laborista de conseguir una relación más cercana con la UE, la parlamentaria de Reform retaba a Keir Starmer a seguir los pasos de otros países y prohibir esa vestimenta: “Dado el deseo del primer ministro de reforzar nuestro alineamiento estratégico con los vecinos europeos, ¿seguirá el ejemplo de Francia, Dinamarca, Bélgica u otros países, en beneficio de la seguridad pública, y prohibirá el uso del burka?“, preguntaba Pocin este miércoles en la Cámara de los Comunes.
A pesar de que un portavoz de Reform desmintió de inmediato que la prohibición del burka formara parte del programa oficial del partido, los otros cuatro diputados de la formación celebraron la intervención de su compañera, conscientes de que ese tipo de discurso tiene buena acogida en sus bases electorales.
Pero las risotadas del momento han producido una crisis interna no prevista en la formación. Yusuf, que había pertenecido al Partido Conservador, se convirtió en presidente de Reform poco después de las elecciones generales del pasado julio, en las que el Partido Laborista se hizo con el Gobierno del Reino Unido.
La derecha populista de Farage logró entrar por primera vez en el Parlamento, y comenzó a construirse en el debate político británico la idea de que era posible finalmente que este movimiento desbancara al Partido Conservador. Muchos tories decidieron dar el salto.
Yusuf era un ex financiero de éxito, que había vendido su start-up por 240 millones de euros. Llegó a donar casi un cuarto de millón a Reform, y se puso al frente de la organización. Todos, empezando por Farage, reconocieron que fue capaz de dotar al partido de una profesionalidad y un rigor del que hasta entonces carecía.
Su nuevo papel, casi un espejo del asumido hasta hace nada por Elon Musk en Estados Unidos, era el de recortar el gasto inútil —según el criterio del partido— en todas las entidades locales donde habían conseguido hacerse con el Gobierno.
“Hace 11 meses me convertí en el presidente de Reform. He trabajado de modo voluntario a tiempo completo para llevar al partido del 14% al 30% [en las encuestas nacionales], cuadruplicar sus afiliados y lograr unos resultados históricos”, ha proclamado Yusuf antes de anunciar su dimisión.
Tanto Farage como su número dos, Richard Tice, han querido despedir con buenas palabras a Yusuf. Ambos, sin embargo, han evitado entrar en el debate del burka. El anarquismo que pervive en las filas de una formación más cómoda en el ruido que en la estrategia ha provocado una vez más que el talento que se arrima a sus filas huya más pronto que tarde despavorido.
“Siento sinceramente que Zia Yusuf haya decidido renunciar a la presidencia de Reform UK. Como ya dije la semana pasada, fue un enorme factor en nuestra victoria del 1 de mayo, y es una persona con mucho talento”, ha escrito Farage en X. Pero a continuación, con su habitual astucia, ha atribuido esa renuncia a la falta de temple del paquistaní. “La política puede ser un juego con una presión muy alta y mucha dificultad. Está claro que para Zia ha sido demasiado”, añadía.
En un momento en que Farage sueña con ser primer ministro, y cuando el propio Starmer ha decidido que el enemigo a abatir es la derecha populista, esta crisis interna ha sido aprovechada al instante por el Partido Laborista. “Si Nigel Farage es incapaz de controlar a un puñado de políticos, ¿cómo rayos va a gobernar un país? Ha acabado mal con todos con los que ha trabajado. Reform no es un partido serio”, sentenciaba un portavoz de los laboristas.
Yusuf se ha definido a sí mismo como un “patriota británico musulmán”, y era la carta perfecta de Farage para alejar las acusaciones contra su partido de islamofobia y racismo. Su elección no fue fácil. El empresario recogió su buena dosis de odio, con mensajes duros y agresivos en las redes sociales. “Voté a Reform para devolver Gran Bretaña a los británicos, no para ser liderado por un musulmán”, decía por ejemplo un mensaje en X poco después de su elección.
La crisis desatada por su dimisión deja claro que la islamofobia forma parte fundamental del adn de Farage y su partido, cuando sus propios diputados la utilizan como bandera sin siquiera consultar a la dirección.