Juba, una niña eritrea, nació el jueves 5 de junio de 2025 en medio de la nada, ni siquiera en tierra de nadie, sino en alta mar, en una plataforma petrolífera abandonada y oxidada que se caía a trozos en el Mediterráneo, en aguas internacionales frente a la costa de Túnez. Su madre no le puso ni nombre, quizá porque pensaba que no iba a sobrevivir. Ambas formaban parte de un grupo de 54 personas, todas de Eritrea, país con una feroz dictadura desde hace 30 años. Habían zarpado desde Sabratah, en Libia, en un precario bote hinchable, y antes de que se hundiera habían logrado llegar a esta precaria estructura de tubos amarillos. Es allí donde todos fueron rescatados en plena madrugada a los dos días, el pasado sábado, por el velero Astral de la ONG española Open Arms, de 30 metros de eslora. Ya están en la isla italiana de Lampedusa, en buenas condiciones.
Juba no era el único bebé del grupo. Además había otra niña de solo dos semanas de vida, Glory, con la que su madre se había embarcado nada más dar a luz, y dos niños de menos de 10 años. “Nunca habíamos hecho un rescate así. El suelo de la plataforma había desaparecido, y donde había se rompía al pisar encima. Cuando estábamos debajo nos caían trozos de metal en la cabeza”, cuenta por teléfono desde la nave David Lledó, coordinador de rescate de la misión. El equipo preguntó a la madre cómo se llamaba la niña, y en ese momento ella lo decidió: Juba. “Había otras cuatro mujeres en el grupo que la ayudaron a dar a luz”, explica Lledó.
El velero de Open Arms estaba a ocho horas de navegación de la plataforma cuando recibió el aviso, pero nadie más respondió a la llamada. Según refiere Lledó, aviones de la ONG Sea Watch habían visto personas en la estructura, que estaba en la zona SAR (Búsqueda y Rescate, en sus siglas en inglés, Search and Rescue) correspondiente a Túnez. Pero la ONG habló con un buque de la guardia costera tunecina, que comunicó que no se haría cargo de los náufragos. Era inviable que Italia o Malta decidieran hacerse cargo del rescate, así que al final el Astral se hizo cargo de la operación y puso rumbo al punto señalado.
Una operación al límite
El rescate fue complicado porque el equipo de Open Arms nunca se había visto en esa situación. Se encontraron con una plataforma tambaleante y medio desmantelada, en medio de la oscuridad. Según la información recogida por la ONG en internet, la estructura se llama Didon Field, en el golfo de Gabes. “A veces hemos hecho rescates en plataformas, pero siempre estaban en uso y en buenas condiciones, incluso con ascensores”, señala Lledó.
Cuando se acercaron con la lancha los náufragos les recibieron con gritos de socorro y hacían señales con las luz de los móviles, pero no se veía el modo de acceder a ellos. Al final los socorristas encontraron una escalerilla. Pero no se trataba, como en el resto de rescates, de pasar un bebé y decenas de personas de una embarcación a otra, sino de hacerlos bajar desde una estructura inestable y peligrosa, y de noche, con el mar agitado. “No sabíamos cómo hacer con la niña y al final se nos ocurrió usar una bolsa de deporte, la envolvimos con mantas y la metimos dentro”, relata el responsable de la operación.
Hacer bajar a todas las personas una a una llevó mucho tiempo, pero finalmente emprendieron rumbo al puerto asignado por Italia, Lampedusa. Les señalaron el más cercano, porque el médico de la ONG que viaja en el Astral comunicó que llevaban a bordo dos recién nacidos, pero no siempre es así. El Gobierno italiano de la ultraderechista Giorgia Meloni impone rígidas reglas a las ONG de rescate en el Mediterráneo para dificultar su trabajo, y una de ellas es que no pueden dirigirse al puerto seguro más próximo, sino al que les indiquen las autoridades. Y a menudo les envían a lugares que están a varios días de navegación, en el norte del país, como Livorno, Génova o Rávena. El tiempo empleado en ir y volver les impide salvar vidas y dispara el gasto de combustible.
En su camino a puerto, el Astral encontró otra embarcación de goma sin motor, a merced de las olas, con 109 personas a bordo, entre ellas 10 niños. Llegó el aviso de que otra nave de una ONG de rescate, la Louis Michel, financiada por el artista Bansky, estaba a cuatro horas de navegación. Esperaron con los náufragos hasta su llegada, manteniéndolos en condiciones de seguridad, y luego prosiguieron su viaje. La otra nave fue enviada a Catania, en Sicilia.