Jean Pisani-Ferry (Boulogne-Billancourt, 73 años) es uno de los economistas más influyentes de Europa. Fue comisario general de France Stratégie, la célula creada por el Gobierno francés para analizar y proponer iniciativas económicas frente a la crisis financiera de 2008. También primer director del think tank Bruegel en Bruselas, asesor de la Comisión Europea y del Ministerio de Economía francés, así como arquitecto del programa económico de la primera campaña de Emmanuel Macron y uno de sus principales asesores a su llegada. Aunque hoy, como explica en esta entrevista telefónica realizada el miércoles pasado, justo después del anuncio de un recorte de 43.800 millones de euros del próximo presupuesto, ya no se pueda reconocer en las políticas del Ejecutivo de su país.
P. ¿Cuáles son los riesgos de este plan?
R. Un plan para reducir la deuda es imprescindible. Pero puede tener un impacto negativo en el crecimiento. En realidad, lo tendrá seguro. Pero es inevitable. La cuestión es si está bien equilibrado en la relación entre el ahorro, que es indispensable, regular el déficit y no afectar demasiado al crecimiento.
P. ¿Es tan grave la situación en Francia para compararla con la Grecia intervenida, como hizo el primer ministro, François Bayrou, el martes?
R. No creo que se pueda comparar. Cuando se descubrió en 2010 la envergadura del déficit griego, este estaba en el 13% de su PIB. Pero es verdad que la situación es grave y seria. Y hay que tomar medidas a largo plazo, pero este plan se centra sustancialmente en 2026. Y eso no debe terminar ahí.
P. ¿Existe el riesgo de insolvencia para Francia?
R. El riesgo existe. No es una amenaza inmediata, pero nos obliga a hacer un esfuerzo prolongado. Y es ahí donde falla este plan, porque plantea algunas medidas para el año 2026, pero casi ninguna de carácter estructural.
P. ¿Cómo cuáles?
R. Francia gasta más que los otros países por su modelo de protección social. Pero también debido a una multiplicación de los niveles de la Administración. Es como una especie de milhojas lleno de capas, y eso no tiene respuesta en este plan. Además, en algunos sectores se ha aumentado el gasto sin obtener mejores resultados. Hay medidas bienvenidas, pero no es gran cosa para el total del problema. Tenemos una situación que es una parte por un déficit muy elevado y otra por el gasto público.
P. ¿Dónde está el origen del problema?
R. En el tiempo puede situarse en el momento en que la estrategia de Emmanuel Macron fue aumentar el gasto y pensar que reequilibraría las cuentas actuando sobre el nivel de empleo. El nivel en sí mismo tuvo buenos resultados, pero produjo pocos ingresos fiscales y sociales. Porque eran empleos de baja cualificación, y eso hizo que los recursos no estuvieran a la altura de lo que se previó.
P. ¿El periodo Macron es el origen, pues?
R. Sí. Tomó medidas que fueron costosas, como la supresión de la tasa de vivienda, que no produjo ahorros suficientes. Gestionó las crisis, pero se le puede reprochar haber bajado impuestos que no fueron acompañados de la disminución del gasto.
P. Francia es uno de los pocos grandes países que no hizo las reformas tras la crisis financiera de 2008. ¿Eso ha influido?
R. No tuvo la experiencia de esa crisis como muchos otros países. Y de golpe vivió un momento de una naturaleza parecida, donde el gasto se dispara y se intenta reducir ese gasto excesivo. La comparación interesante es con los países de Europa del Sur: España o Portugal. Hubo unas reducciones muy fuertes del gasto, y hoy su situación, tras ser muy grave, es mucho mejor y más saludable.
P. ¿Es imprescindible subir impuestos?
R. La cuestión de la equidad es indispensable y central. No podemos pretender que los franceses acepten una reducción del gasto social si no se muestra que el esfuerzo se repartirá equitativamente. En los anuncios no veo medidas especificadas, así que hay que esperar. Pero es importante que el esfuerzo se pida de forma progresiva a quienes más pueden hacerlo.
P. ¿La desigualdad aumentará?
R. No he visto los efectos distributivos de este plan.
P. ¿La medida de eliminar dos días del calendario festivo tiene sentido?
R. Sí, es una buena idea. Tenemos 11 días de fiesta por año. En los países europeos, en general, son menos. No es algo que pese sobre la desigualdad ni los ingresos. Macroeconómicamente y socialmente es una buena idea. Pero suscitará protestas, claro.
P. ¿Cree que el plan saldrá adelante con el actual Parlamento?
R. La cuestión es esa: saber quién votará este plan. Son anuncios que preceden una ley de presupuestos. De una manera u otra debería hacerse, pero la última vez hubo una larga negociación que ahora volverá a empezar.