Tras más de dos meses y medio de bloqueo total de la entrada de comida en la arrasada Gaza, Israel ha anunciado que permitirá el ingreso de “una cantidad básica” de alimentos para la población. El objetivo es “garantizar que no se desarrolle ninguna crisis de hambre”, según un comunicado que cita al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y que fue difundido el domingo por la noche por su oficina. Su ministro de Defensa, Israel Katz, había asegurado en la víspera que la entrada de ayuda humanitaria en la Franja era “totalmente innecesaria”.
El comunicado no precisa cuándo se abrirá la frontera para esa entrada de comida en la Franja, ni su cantidad exacta. Tampoco menciona otros suministros básicos, como el agua potable, las medicinas y el combustible, que también se necesitan de forma más que urgente.
Netanyahu justifica ese cambio de criterio y la decisión de autorizar una mínima entrada de comida —una medida que ya ha levantado ampollas entre sus socios ultraderechistas de Gobierno, según la prensa israelí— por “la necesidad operativa de expandir la operación militar para derrotar a Hamás”, que le ha comunicado su ejército, según el comunicado.
El primer ministro israelí asegura así que la decisión de repartir un mínimo de comida para mantener vivos a los habitantes de la Franja facilita una operación militar cuyos “preparativos”-así los definió un comunicado castrense-han consistido en recrudecer los bombardeos desde el martes y matar a cerca de 500 personas entre ese día y el sábado. A ellas hay que sumar las 140 que murieron este domingo bajo las bombas y otras 17, que han perecido en la madrugada de este lunes, según fuentes palestinas citadas por Efe.
Analistas citados por la prensa israelí relacionan en realidad este anuncio con el aumento de la siempre modesta presión internacional a Israel ante un bloqueo que ha empujado a la población de Gaza, 2,1 millones de personas, al borde de la hambruna. El pasado jueves, incluso el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, formuló una crítica velada al afirmar (sin mencionar a Israel): “Mucha gente se está muriendo de hambre en Gaza”. El mandatario pronunció esta frase en la víspera de la conclusión de una gira por Oriente Próximo que dejó fuera a Israel.
La operación militar a la que el primer ministro israelí alude es la bautizada con el nombre de referencias bíblicas Carros de Gedeón. Esa invasión terrestre se desató el fin de semana con el fin de tomar el control de nuevas zonas del territorio de la Franja.
“Una crisis de ese tipo [una hambruna] pondría en peligro la continuación de la Operación Carros de Gedeón para derrotar a Hamás”, dice la nota difundida por la oficina de Netanyahu. Y apostilla que Israel impedirá que el movimiento islamista “tome el control de la distribución de ayuda humanitaria, para garantizar que no llegue a los terroristas”.
El Gobierno israelí ha justificado en sucesivas ocasiones el bloqueo total de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza con el argumento de que Hamás la acaparaba y utilizaba en beneficio propio. Después de decretar el veto total a la entrada de alimentos, medicinas, combustible y otros suministros básicos el pasado 2 de marzo, Netanyahu afirmó que se habían acabado “las comidas gratis” para Hamás. Sin embargo, el Ejecutivo israelí no ha ofrecido pruebas de ese supuesto desvío de la ayuda, y Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias que trabajan en Gaza tampoco lo han corroborado.
Con el cierre total de las fronteras el 2 de marzo, la ya catastrófica situación de los 2,1 millones de palestinos de Gaza empeoró, si cabe, aún más. Sobre todo porque, dos semanas después, Israel rompió unilateralmente el alto el fuego con Hamás que había dado un breve respiro desde mediados de enero a los gazatíes. Las bombas, las matanzas y el hambre volvieron. Y con ellas, las imágenes de niños de corta edad reducidos a ojos, piel y huesos o las de enormes colas de personas hambrientas y desesperadas frente a las cocinas comunitarias que, una tras otra, han ido cerrando en su mayor parte.
El pasado día 12, el índice de referencia sobre nutrición que utiliza la ONU alertó de que, si Israel no permitía el ingreso de alimentos en Gaza antes de septiembre, todos los palestinos del enclave podrían padecer para entonces “inseguridad alimentaria aguda”, es decir, cuando se carece de comida nutritiva y en cantidad suficiente hasta el punto de pasar uno o varios días sin comer. De esos dos millones largos de personas, medio millón están un paso más cerca de la hambruna. Desde el 2 de marzo, al menos 57 niños han muerto por desnutrición en Gaza, según la Organización Mundial de la Salud. En los 19 meses que dura la guerra, al menos 53.300 palestinos han muerto en ataques israelíes en la Franja.
Esa población diezmada, exhausta y hambrienta afronta ahora esa Operación Carros de Gedeón, que se ha traducido ya también en otra de las pesadillas recurrentes de la población de Gaza: las órdenes de desalojo. Sin comida y sin agua, al menos 300.000 personas, según las autoridades del enclave, han sido obligadas por Israel, por enésima vez, a desalojar tiendas de campaña, sus casas ya en ruinas y escuelas de desplazados en el norte del territorio para dirigirse hacia la zona meridional.
Ni agua ni medicinas
La decisión de permitir ahora una entrada “básica” de comida se tomó durante una reunión del gabinete de seguridad israelí en la que Netanyahu impuso su postura frente al rechazo del ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, que reclamó en vano que se sometiera a votación, según informa este lunes el diario israelí Haaretz.
El anuncio no despeja, sin embargo, muchos interrogantes. No está claro cuándo se abrirán las fronteras ni en qué consiste esa cantidad “básica” de comida a la que ha hecho alusión Netanyahu. Tampoco se menciona si el permiso de entrada a la Franja incluirá otros suministros básicos, como las medicinas, el agua potable y el combustible, que los gazatíes precisan de forma urgente.
Un alto funcionario israelí citado bajo anonimato por Haaretz ha descrito la decisión de Netanyahu como una medida “temporal de una semana” hasta que “los centros de distribución de ayuda humanitaria estén en marcha”.
Esos centros de distribución son los que prevé un polémico plan israelí-estadounidense para militarizar la distribución de alimentos y otros suministros básicos que supuestamente empezará a aplicarse a principios de junio.
El proyecto, diseñado de forma paralela y al servicio de la Operación Carros de Gedeón, prevé desplazar a la fuerza a casi todos los gazatíes a un punto al sur de la localidad meridional de Jan Yunis. También que soldados israelíes y mercenarios de empresas estadounidenses controlen a quién se repartirá esa ayuda que distribuirá una opaca organización creada con ese propósito: la Fundación Humanitaria de Gaza. La ayuda será además insuficiente. Solo entrarán 60 camiones al día, un 10% de los que penetraron en la Franja durante la tregua, que ya eran entonces insuficientes. Ahora lo serán aún más.
Las agencias de la ONU y las ONG han rechazado de forma tajante este supuesto plan humanitario diseñado al servicio de una operación militar, que viola todos los principios de la acción humanitaria. Mientras, en el lado egipcio de la frontera de Rafah en Gaza, y en los países de la región, Naciones Unidas y las ONG tienen preparadas más de 171.000 toneladas de comida, suficientes para alimentar a los gazatíes durante tres o cuatro meses, según la coordinación humanitaria de la ONU. Pero no pueden entrar, por orden de Israel.