Un volcán entró en erupción el miércoles en el suroeste de Islandia, según informaron las autoridades del país nórdico. Varias imágenes en directo mostraron cómo el cráter expulsaba humo y flujos de lava incandescente de color amarillo y naranja, en el último episodio de una ya larga serie de erupciones en las inmediaciones de la capital, Reikiavik, en los últimos años.
Conocida a menudo como la tierra de hielo y fuego, esta nación insular del Atlántico Norte, plagada de numerosos glaciares y volcanes, ha experimentado ya una docena de erupciones desde que los sistemas geológicos de la península de Reykjanes se reactivaron en 2021.
El magma, que forzó su paso a través de la corteza terrestre, abrió una enorme fisura de entre 700 y 1.000 metros de longitud, según ha explicado la oficina meteorológica del país. Los primeros indicios de la erupción, subraya, fueron débiles y apenas advirtieron de la misma.
“No amenaza ninguna infraestructura en este momento”, ha agregado la oficina en un comunicado. “Según nuestras mediciones, es probable que se trate de una erupción relativamente pequeña”.
Hace poco más de tres meses, a principios de abril, otra erupción obligó a evacuar la misma zona que se ha visto afectada por el episodio de este miércoles.
Los vuelos en el aeropuerto de Keflavík, el principal del país y ubicado cerca de la capital, no se han visto afectados, según se puede ver en su página web. Este es un buen indicativo de la magnitud de una erupción: en el pasado, episodios de este tipo no solo han impactado sobre las operaciones comerciales en el país, por la expulsión de grandes volúmenes de ceniza, sino que han obligado a cerrar grandes áreas del espacio aéreo europeo. Así ocurrió, por ejemplo, en abril de 2010, cuando la entrada en actividad del volcán Eyjafjalla provocó la cancelación de miles de vuelos en el Viejo Continente. No parece que vaya a ser el caso en esta ocasión.
La emisora pública RUV ha informado, no obstante, de la evacuación de varias personas del lujoso balneario de Laguna Azul, así como del cercano pueblo de Grindavík. Este municipio, que albergaba a casi 4.000 personas antes de una orden de evacuación en 2023, ha permanecido prácticamente desierto desde entonces, por temor a la amenaza periódica de flujos de lava y terremotos.
Expertos han señalado que las erupciones en esta zona podrían repetirse durante décadas, o incluso siglos. Las erupciones fisurales, como se conocen estos brotes, se caracterizan por flujos de lava que emergen de largas grietas, en lugar de un cráter central.