El hombre que más tiempo ha ocupado el cargo de primer ministro de Israel es también el que más tiempo ha señalado a Irán como principal enemigo. Esa obsesión forjada con los años ha ido ganando más espacio en su discurso en los últimos 20 meses. En efecto, desde la matanza liderada por Hamás el 7 de octubre de 2023, cuando fueron asesinadas unas 1.200 personas en territorio israelí y secuestradas 250, Benjamín Netanyahu no ha dejado de apelar a la necesidad de acabar con el régimen de los ayatolás. Lo considera el sostén del resto de movimientos que participan en la guerra de Oriente Próximo y que, según él, ponen en peligro la existencia del Estado judío.
Entonces, ¿por qué lanzar la ofensiva sobre la República islámica en este momento? Es cierto que detrás de la denominada Operación León Creciente lanzada el pasado día 13 se halla esa histórica fijación del mandatario, pero también una nueva huida hacia adelante en medio de las dudas de sus socios de gobierno, un intento de plantar cara al fracaso de su gestión de la guerra en la Franja —donde sus tropas han matado ya a más de 55.000 personas—, y su decisión de permanecer en la poltrona del poder a toda costa cuando más contestado está.
El 70% de la población apoya la ofensiva, aunque la polarización es grande. Defienden atacar a Irán el 82% de los judíos y solo el 11% de los árabes de Israel, que representan el 20% de la población, según una encuesta de esta semana del Instituto para la Democracia. El primer ministro salvó in extremis pocas horas antes de lanzar la ofensiva una votación en el Parlamento (Kneset) que, de no haber superado, hubiera conducido a la disolución de la Cámara y la convocatoria electoral. Algunos consideran un golpe maestro el poner en marcha la operación en ese momento, pues la inmensa mayoría de la Cámara defiende la decisión tomada por Netanyahu.
Uno de los escasísimos diputados que se mantienen a contracorriente es el comunista Ofer Cassif, de 60 años, que ocupa uno de los cinco asientos de la lista Hadash-Ta`al, únicos que agrupan a árabes israelíes y a judíos. No le cabe duda, mientras visita varias casas de afectados por los misiles iraníes cerca de Tel Aviv, de que Netanyahu se ha lanzado sobre Teherán para salir vivo de la crisis, pues tiene problemas a nivel doméstico y en la esfera internacional. “Benjamín Netanyahu y su gobierno fascista sabían que este es el momento para atacar Irán”, defiende. “Así, la mayoría del pueblo, incluida la oposición parlamentaria, va a unirse a ellos y se va a hablar menos de Gaza, de los palestinos y del genocidio” y “también a nivel exterior se va a centrar la atención en Irán y se va a olvidar Gaza”, señala el parlamentario, que ha pasado cuatro veces por la cárcel, la primera durante la Primera Intifada (1987-1993) por negarse a servir en el ejército.
Para Ezequiel Kopel, periodista argentino especializado en Oriente Próximo, hay una clave más que explica el devenir actual del conflicto: el regreso de Donald Trump de nuevo al poder en Estados Unidos, ampliamente esperada por las autoridades de Israel.
Más allá de sondeos y de mayorías parlamentarias, en la calle, se nota cierto hastío. “Nunca imaginé que esto iba a durar más de dos días”, suspira Natalia (prefiere no publicar su apellido), de 45 años, tras otra noche sin apenas pegar ojo. Es madre de una hija y un hijo adolescentes que duermen vestidos y calzados para ganar tiempo camino del refugio en cuanto saltan las alarmas en Tel Aviv. La mujer, de pasaporte argentino, vive atrapada entre la opinión de su marido, un israelí que ve con cierto optimismo el final próximo de la escalada, y la presión que supone una familia, especialmente sus padres, siguiendo desde fuera todos los acontecimientos.
Escenas similares a las que narra Natalia se viven también en los hoteles en los que permanecen acogidos los miles de desplazados internos de zonas afectadas por los ataques iraníes. Un buen termómetro para medir el estado de ánimo de los israelíes es “la velocidad con la que la gente acude a los refugios”, comenta Kopel, autor de varios libros sobre la región como La disputa por el control de Oriente Próximo (Siglo XXI), haciendo alusión a la diligencia con la que estos días se apresuran una vez que saltan las alertas.
“La gente ve que no está totalmente protegida”, entiende el periodista, algo que no ocurría con el lanzamiento muy esporádico de misiles por la guerrilla hutí desde Yemen, cuando la gente se tomaba con más calma lo de ponerse a buen recaudo durante el ataque.
Ofer Cassif asegura que Netanyahu no tiene un plan para Gaza y tampoco lo tiene para Irán. Lo compara con la entrada de Israel en Líbano para golpear a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1982. Lo que iban a ser unos días se convirtió en dos décadas. “Saben cómo entrar, pero no cómo salir”, señala el político comunista. Su pronóstico es que, según se vaya alargando en el tiempo el choque con el régimen de los ayatolás, el apoyo a la ofensiva irá decreciendo.
Más allá de la coyuntura sobre la que el primer ministro sustenta su decisión, la ofensiva llevaba meses cocinándose, con los servicios secretos israelíes desplegados en territorio enemigo. La operación se ha apoyado en una base firme de datos de inteligencia acumulada durante años y en la superioridad aérea. De esta forma, el Estado judío emprendió la que el jefe del ejército, Eyal Zamir, considera la “campaña más compleja” de la historia.
Se lanzó al ataque, según la versión oficial, sin la participación de su principal aliado, Estados Unidos, que solo le ayuda en tareas defensivas. Justifica la descomunal ofensiva en la que participaron hasta 200 aviones de combate en la necesidad de acabar con el programa nuclear iraní y con su producción de misiles. Teherán iba a conseguir la bomba atómica en menos de un año, argumentó Netanyahu sin ofrecer pruebas.
Ezequiel Kopel no cree que Washington permanezca tan ajena como se quiere hacer ver. “Estados Unidos está coordinando todo”, como la inteligencia o la defensa, y la ambigüedad y dudas presentadas en los últimos días por Trump son para Kopel “patrañas”. En este sentido, piensa que Estados Unidos “tiene mucho que perder” pues “para Irán sería más fácil atacar sus bases de Irak, el aeródromo de Qatar o la quinta flota en Baréin”. El analista argentino no tiene claro que vayan a acabar cruzándose esas líneas. “¿Lo quieren hacer los iraníes, quieren subir la apuesta? Mira, siempre dicen que quieren cerrar el Estrecho [de Ormuz]. ¿Vas a cerrar el estrecho, de verdad?”, añade refiriéndose a este punto estratégico por el que navega casi el 25% del petróleo mundial.
“Irán creo que tiene más capacidad de golpear Israel de la que hemos visto hasta ahora. Nadie muestra todo al principio cuando está ante una campaña larga. Subestimar a los persas no es bueno”, argumenta Kopel. La operación israelí se mantiene nueve días después con decenas de aviones de combate operando cada día sobre territorio iraní y cerca de medio millar de víctimas, la mayoría civiles. Pero también sigue siendo firme la respuesta emprendida por Irán en forma de varias oleadas de misiles diarias. Si bien no han matado a un elevado número de personas -24 hasta el momento- sí han causado importantes daños, alcanzan cada día objetivos en diferentes regiones y mantienen en vilo a la población de un país en el que se ha decretado el estado de emergencia.
“Nunca he tenido miedo como ahora”, subraya Natalia mientras relata con cierta ansiedad la nueva rutina familiar dominada por “la desesperación, el temor, la incertidumbre, el miedo a morirse o que le pase algo a los tuyos”. “No hay refugio en nuestro edificio y hay que salir corriendo a otro próximo. Mi marido viene detrás con la bolsa de las provisiones. Corremos mirando hacia arriba para ver los misiles, o las intercepciones… o para mirar a dios, quien sabe. A veces las explosiones sacuden todo el refugio”, describe la mujer al tiempo que madura seriamente el salir de Israel. “Netanyahu sabe muy bien cómo despertar los miedos primarios entre los israelíes”, sentencia Kopel.