La nueva iniciativa de reparto de comida en Gaza no termina con el asedio israelí. Desde el 27 de mayo, un proyecto impulsado por Estados Unidos y por Israel dice haber entregado en la Franja más de cinco millones de comidas. Pero este sistema, impulsado por la llamada Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), no resuelve buena parte de las urgencias que sacuden el enclave desde meses atrás. Esta organización, en cuyos puntos de reparto han muerto tiroteadas más de 100 personas en los últimos ocho días, no contempla la entrada de combustible que haga funcionar los hospitales ni de material médico que frene la propagación de infecciones. “Francamente, sin carburante es imposible funcionar”, lamentan directores de los hospitales, consultados por este diario.
El 2 de marzo, las autoridades israelíes anunciaron por sorpresa que retomaban el bloqueo absoluto sobre el territorio gazatí. El Gobierno de Benjamín Netanyahu tomaba la decisión en medio de una tregua que avanzaba desde enero sin incidencias que provocaran su colapso, posibilitando la liberación de cautivos israelíes y de presos palestinos. La maniobra clausuraba el acceso al enclave de comida, agua y productos de higiene que los expertos humanitarios consideran necesarios para la supervivencia y para la integridad de las personas, pero también de combustible, clave para el funcionamiento de los hospitales o de las ambulancias. El ejército israelí confirmó el regreso a la guerra dos semanas después, retomando los bombardeos y matando más de 400 palestinos en un solo día.
Incomodada por la hambruna inminente provocada por su aliado, la Casa Blanca emplazó Israel a reabrir el flujo humanitario 80 días después del inicio del bloqueo. El 18 de mayo, Netanyahu anunció la reapertura parcial de la ayuda a partir del día siguiente.
El sector humanitario estima que la sociedad gazatí requiere un mínimo de 500 camiones diarios. Desde que Israel anunció el restablecimiento de la actividad humanitaria, al menos 8.000 camiones deberían de haber accedido a la Franja de acuerdo con esa exigencia. Portavoces de la ONU, sin embargo, han indicado que solo lo han hecho unos pocos centenares.
La FHG, en el punto de mira
En medio de la presión internacional, las autoridades de Israel y de EE UU han establecido la FHG. Esta iniciativa desconocida y sin trayectoria funciona al margen del sistema liderado por la ONU, que acumula décadas de experiencia sobre el terreno. El paso de las semanas ha desvelado la estrategia israelí, que cierra el grifo a los camiones movilizados por la ONU ―cuyos vehículos entran en cantidades simbólicas― mientras afianza su propio reparto de comida como única opción disponible.
Esta fundación opaca, que inició sus labores en el interior del enclave el 27 de mayo, aseguró el lunes que durante la primera semana de trabajo ha repartido 5,8 millones de comidas. El anuncio está basado en términos y cálculos propios que no representan los escasos productos alimenticios que incluyen las cajas que reparten, y que sus receptores deberán preparar con un equipo de cocina de difícil acceso en la Franja. Sus donaciones no cuentan con comida para bebés, verdura, fruta, carne ni leche.
La FHG tampoco habla de combustible, de productos de higiene ni de ningún otro de los elementos imprescindibles para el funcionamiento de cualquier sociedad porque no los reparte. La decisión de esta iniciativa, que por ahora solo entrega comida, se suma al bloqueo total que Israel impone sobre casi todos los productos en el enclave desde hace tres meses.
Esta semana, las autoridades gazatíes han advertido de que las reservas de combustible que existen en el interior del enclave, almacenadas en la zona sureña de Rafah, están cerca de extinguirse. La escasez amenaza los hospitales. Asociaciones médicas dicen haber hecho múltiples llamamientos para revertir la situación, pero carecen de respuesta desde el lado israelí.
Emergencia sanitaria
“La Organización Mundial de la Salud nos ordena que hagamos un uso económico del combustible”, indica desde la ciudad de Gaza el doctor Bassam Zakut, director de la Sociedad de Ayuda Médica en Gaza. “Francamente, sin combustible no podemos hacer nada”. Zakut lamenta que sus ambulancias “no se pueden mover” y que los generadores que iluminan los hospitales no pueden funcionar. “Esto significa que no utilizamos las salas de cuidados intensivos, ni los quirófanos, ni las máquinas de diálisis”, agrega.
“La mayoría de los sistemas solares” que los hospitales tenían como alternativa, lamenta el doctor, “están destruidos”. Para limitar el uso del combustible, añade, se limitan a hacer “una revisión simple” a los pacientes. El director asegura que el bloqueo israelí afecta cada aspecto de su vida personal y laboral. “Ni tan siquiera tenemos ruedas de repuesto para los vehículos”. Zakut asegura que Israel y EE UU impulsan la FHG para aparentar interés en la sociedad civil gazatí “mientras siguen fluyendo las armas que hacen posible la continuación de la ofensiva que mata gente a diario, que es nuestro problema principal”.
Otro motivo de alarma en el enclave que la FHG no ha resuelto es la escasez de agua, generalmente almacenada y distribuida por ONG. La ONU cifra en un 90% la población gazatí que sufre la falta de acceso al agua tratada en cantidades apropiadas. Ante eso, las familias se ven obligadas a tomar “decisiones imposibles”, eligiendo entre beber, cocinar o lavar, advierte el organismo en un comunicado.
Una fuente que trabaja para una organización humanitaria con presencia en la Franja señala que cada persona debería de recibir, en situaciones de emergencia, 15 litros de agua al día para todos esos usos. En la actualidad, afirma el grupo, “quienes reciben agua en Gaza obtienen una media de 5 litros”. La continuación de la política de asedio israelí, que impide desde hace tres meses la entrada de jabón y de papel higiénico y de otros elementos de higiene personal a la Franja, propicia “la aparición de infecciones en la piel o en la cabeza”, según la misma fuente.
La falta de kits menstruales lleva las gazatíes a utilizar ropa vieja, telas rasgadas o esponjas. Más de 700.000 mujeres y niñas, según la ONU, sufren una “emergencia menstrual silenciosa” que afecta su salud y dignidad. “La gestión menstrual no es una necesidad secundaria en las crisis humanitarias”, dicen responsables sanitarios gazatíes citados por un informe de la Oficina de la ONU para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA). “Las niñas describen la menstruación como una fuente de vergüenza, pánico y aislamiento. Un momento de angustia, particularmente en zonas para población desplazada, donde la privacidad es inexistente”.
La ofensiva israelí, que considera el 80% del territorio zona de combate o de evacuación, arrincona más de dos millones de gazatíes en un espacio cada vez más reducido. Los refugios donde la población se concentra en un intento de evitar que les caiga una bomba encima están cada vez más saturados. Allí, según el mismo informe de la OCHA, las mujeres carecen de acceso a baños seguros.
“Me he olvidado de que soy una mujer”, lamenta una gazatí de 37 años en un informe publicado a finales de mayo por la UNFPA, la agencia de la ONU encargada de la salud sexual y reproductiva. “No me puedo acordar de la última vez que me cuidé a mi misma o de que tuve una ducha cómoda. Mi cuerpo ya no me pertenece”, añade.
