Desde mediados de mayo, Estados Unidos apretó el acelerador de las deportaciones. De acuerdo a datos recopilados independientemente por Thomas Cartwright, que forma parte del grupo de activistas migratorios Witness at the Border, en el mes de junio salieron 209 vuelos de expulsión, el mayor número desde 2020, cuando comenzó a rastrear y compilar por sí mismo esta información que las autoridades estadounidenses no comparten abiertamente. La cifra del mes pasado supone un aumento del 54% con respecto al promedio de los últimos seis meses. Es la primera vez que la Administración de Donald Trump ha logrado aumentar sustancialmente el número de deportaciones y llevar a la práctica el último eslabón de su cruzada antimigrantes.
Los récords mensuales anteriores databan de septiembre de 2021, con 193 vuelos durante una operación para repatriar a inmigrantes haitianos, y 153 en agosto de 2023. Pero, en los primeros cuatro meses de gobierno, a pesar de la retórica, algunos casos que causaron mucho revuelo —como cuando el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se negó a recibir vuelos con ciudadanos colombianos esposados, o cuando dos vuelos llevaron a más de 200 venezolanos acusados de ser pandilleros a El Salvador—, y el incremento en arrestos de inmigrantes indocumentados, la Administración republicana no había podido enviar muchos más vuelos de deportación de lo normal. El promedio entre febrero y mayo fue de 4,9 vuelos diarios. En junio de 2024, todavía durante el mandato de Joe Biden, había sido de 4,8. En cambio, en el junio pasado se incrementó hasta llegar a los siete vuelos diarios.
“Es a partir de la mitad de mayo cuando la escalada realmente comienza”, explica por teléfono Cartwright, el exejecutivo de JP Morgan convertido en voluntario y activista a favor de los derechos de los migrantes que en los últimos meses se ha establecido como la única fuente fiable de datos de deportaciones estadounidenses. Ese cambio en tendencia coincide en el tiempo con una serie de reuniones en las que, de acuerdo a diversos reportes, Stephen Miller, el subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca e ideólogo y artífice de la política migratoria trumpista, exigió que se acelerara el ritmo de las detenciones y deportaciones de migrantes.
Fue después de eso que los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), comenzaron a hacer redadas indiscriminadas en lugares de trabajo o los estacionamientos donde muchos inmigrantes indocumentados consiguen empleos informales. También, ahora ha quedado confirmado, se empezaron a mandar más vuelos de deportación.
Cartwright espera que los vuelos aumenten todavía más en los próximos meses, ahora que la megaley fiscal de Trump ha sido aprobada en el Congreso. La legislación incrementa el presupuesto alocado para el ICE de 8.000 millones de dólares a más de 100.000, de acuerdo a algunos cálculos. De ahí, alrededor de 14.000 millones de dólares serán destinados a operaciones de deportación, según el Centro Brennan, un instituto independiente de derecho y políticas públicas en Nueva York. Como contraste, el FBI, por ejemplo, tiene previsto un presupuesto para el año fiscal 2026 de unos 10.100 millones. El de la DEA es de menos de 3.000 millones.
De acuerdo a las cifras recopiladas por Cartwright usando páginas abiertas de rastreo de vuelos, el aumento en las cifras se debió a que se ampliaron los países que usualmente reciben deportados. Más países comenzaron a recibir aviones con ciudadanos expulsados y algunos que no solían recibir tantos empezaron a aceptar más. Aun así, Guatemala, con 51, Honduras, con 43, y El Salvador, con 22, juntos recibieron más de la mitad de todos los aviones. Los vuelos con destino a México, en cambio, bajaron sustancialmente, de 30 en mayo a 17 en junio. Los países sudamericanos recibieron, entre todos, 29 vuelos, mientras que a África volaron solo 12. El total lo completan países del resto del mundo, con 35 vuelos en total.
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Pero además de un incremento en los vuelos internacionales de deportación, Cartwright también estableció un importante aumento en los vuelos que ICE Air, la aerolínea de deportación del Gobierno, opera dentro del país. Estos son trayectos que se hacen para trasladar inmigrantes de un centro de detención a otro, o para recoger en diferentes lugares a personas con órdenes de deportación al mismo destino. En los traslados internos el incremento fue del 65% en comparación al promedio de los seis meses anteriores, para llegar a los 697. Esto demuestra la complejidad que es mantener a más de 100.000 inmigrantes detenidos en la red de centros del ICE, que a pesar de que está creciendo, está a capacidad máxima.
Dentro del informe mensual de Cartwright, de 50 páginas, se resaltan varios detalles dentro de la tendencia general. Por ejemplo, el aumento en el uso de aviones militares para deportaciones el 27 de junio, cuando se hicieron siete de las 10 deportaciones en aeronaves militares del mes. Estos son vuelos mucho más costosos para operar y permiten llevar menos personas; mientras que un vuelo charter estándar tiene en promedio 130 deportados, uno militar solamente puede acomodar a unos 80. Asimismo, demuestra que los traslados a y deportaciones desde Guantánamo continúan a un ritmo estable. De acuerdo a sus cálculos, 78 personas fueron transferidas a Guantánamo, mientras que 83 fueron expulsadas desde la base militar estadounidense en la isla de Cuba.
En cuanto a los vuelos de deportación a México que disminuyeron tanto del mes anterior, Cartwright señala que al mismo tiempo las expulsiones por tierra aumentaron, probablemente para compensar. Eso lo ha podido comprobar por el incremento en la ocupación en los albergues federales mexicanos que estaban casi vacíos antes de esto. Además, Cartwright señala que es probable que el ritmo vuelva a aumentar ahora que el Tribunal Supremo ha permitido a la Administración de Trump reanudar las deportaciones a terceros países, por lo que espera que ciudadanos centroamericanos comiencen a ser trasladados a México. Y también después de que México mueva los albergues federales de Monterrey y Nuevo Laredo a Tapachula y Villahermosa, así cumpliendo con el objetivo de Estados Unidos de mandar a los deportados lo más lejos posible de la frontera.
La labor de Cartwright se ha vuelto indispensable para activistas y periodistas en los últimos meses, aunque comenzó a recopilar los datos de los vuelos de ICE desde finales del primer mandato de Trump. El sistema de control migratorio estadounidense es notoriamente opaco; a diferencia del sistema de justicia penal, el ICE no suele hacer públicos los nombres de las personas que detiene. Y, aunque revela periódicamente su actividad de vuelos en comunicados de prensa, lo hace de forma selectiva. Sin embargo, los aviones chárter que utiliza el ICE tienen números que aparecen en páginas de rastreo de vuelos, donde Cartwright puede seguirlos en tiempo real. “Creo que estas personas merecen la dignidad de que por lo menos alguien esté prestando atención a lo que les está sucediendo”, le dijo a la revista The Atlantic hace unos meses. Gracias a él, muchas más personas lo saben.