Tras un histórico 2025 en el que el oro se disparó más de un 60% y batió más de 50 máximos históricos, los inversores se preguntan ahora si el metal precioso podrá mantener su trayectoria alcista en 2026.
A pesar de liderar el rendimiento de las principales clases de activos en lo que va de año, lo que le sitúa en la senda de su mejor año desde 1979, los expertos creen que el oro aún tiene margen para subir el año que viene. Otros advierten de que persisten los riesgos. A diferencia de años anteriores, en los que la trayectoria del oro estuvo dominada por un único acontecimiento, este año ha habido varios factores en juego.
Las compras sostenidas de los bancos centrales, las persistentes fricciones geopolíticas, la elevada incertidumbre comercial, la bajada de los tipos de interés y el debilitamiento del dólar estadounidense se combinaron para alimentar la demanda del metal como activo refugio.
Según el último informe del Consejo Mundial del Oro, las tensiones geopolíticas contribuyeron en unos 12 puntos porcentuales a los resultados del año hasta la fecha, mientras que la debilidad del dólar y la ligera bajada de los tipos de interés sumaron otros 10 puntos. El impulso y el posicionamiento de los inversores aportaron nueve puntos, y la expansión económica otros diez. Los bancos centrales también siguieron comprando agresivamente, manteniendo la demanda del sector oficial muy por encima de las normas anteriores a la pandemia.
Previsiones del Consejo Mundial del Oro
De cara al futuro, el Consejo Mundial del Oro (WGC en inglés) espera que muchas de las fuerzas que impulsaron el extraordinario repunte del oro en 2025 sigan siendo relevantes en 2026. Sin embargo, el punto de partida es ahora fundamentalmente diferente. A diferencia de lo que ocurría a principios de 2025, los precios del oro ya han descontado lo que el WGC describe como el “consenso macroeconómico”. Es decir, expectativas de crecimiento mundial estable, recortes moderados de los tipos de interés en EE.UU. y un dólar estable en general.
En este entorno, el Consejo señala que el oro parece bastante valorado. Los tipos de interés reales ya no están bajando significativamente, los costes de oportunidad son neutros y el fuerte impulso positivo observado en 2025 ha empezado a desvanecerse. El apetito de riesgo de los inversores sigue siendo equilibrado, en lugar de inclinarse decididamente hacia la cautela o la exuberancia.
Como resultado, en su escenario de referencia, el WGC ve al oro cotizando dentro de un estrecho rango en 2026, con un rendimiento probablemente limitado a entre -5% y +5%. Pero el panorama dista mucho de estar resuelto, ya que tres escenarios alternativos podrían configurar una trayectoria diferente.
En un “deslizamiento económico superficial”, caracterizado por un crecimiento económico más suave y recortes adicionales de los tipos de la Reserva Federal, el oro podría subir entre un 5% y un 15% a medida que los inversores se decanten por activos defensivos, prolongando las ganancias de 2025.
En una recesión económica más profunda, o “bucle catastrofista”, el oro podría repuntar entre un 15% y un 30%, impulsado por una relajación monetaria más agresiva, la disminución de los rendimientos del Tesoro y fuertes flujos de refugio.
Por el contrario, si las políticas de la Administración Trump logran reavivar el crecimiento, un retorno de la reflación probablemente empujaría los rendimientos y el dólar al alza, disminuyendo el atractivo del oro.
En este escenario bajista, el oro podría caer entre un 5% y un 20%, sobre todo si se invierte el posicionamiento de los inversores y se debilita la demanda de los bancos centrales.
Predicciones de Wall Street
A pesar de las perspectivas más comedidas del WGC, los principales bancos de inversión siguen pronosticando nuevas subidas para el oro en 2026. J.P. Morgan Private Bank prevé que los precios alcancen entre 5.200 y 5.300 dólares la onza (4.466 y 4.552 euros), citando una demanda fuerte y sostenida como motor clave.
Goldman Sachs prevé que el oro se sitúe en torno a los 4.900 dólares (4.200 euros) la onza a finales del próximo año, apoyado por las continuas compras de los bancos centrales. Deutsche Bank ofrece una amplia horquilla de 3.950 a 4.950 dólares (3.349 a 4.230 euros), con una hipótesis de base cercana a los 4.450 dólares (3.822 euros), mientras que Morgan Stanley prevé precios más cercanos a los 4.500 dólares (3.865 euros), aunque advierte de la volatilidad a corto plazo.
Este optimismo se ve respaldado por la continua acumulación de oro por parte de los bancos centrales, especialmente en los mercados emergentes, así como por la opinión de que muchos inversores institucionales siguen estando infraexpuestos al metal.
La posibilidad de que disminuyan los rendimientos reales, unida a los riesgos macroeconómicos mundiales, sigue haciendo que el oro resulte atractivo como cobertura de cartera.
No obstante, los riesgos podrían limitar las ganancias. Una recuperación más fuerte de lo previsto en EE.UU. o un repunte de la inflación podrían obligar a la Reserva Federal a retrasar o revertir los recortes de tipos, impulsando los rendimientos reales y el dólar, dos vientos clásicos en contra para el oro.
Una ralentización de los flujos de ETF o de las compras de los bancos centrales también podría frenar la demanda, mientras que un mayor reciclaje, sobre todo en la India, donde el oro se utiliza como garantía, podría aumentar la oferta y lastrar los precios.
Un camino constructivo
Aunque parece improbable que se repita la extraordinaria subida del 60% de 2025, el oro entra en 2026 con una base sólida. Los factores fundamentales, como la incertidumbre macroeconómica, la diversificación de los bancos centrales y el papel del oro como cobertura frente a la volatilidad, permanecen intactos.
En un mundo cada vez más impredecible, el oro sigue ofreciendo a los inversores no sólo rentabilidad, sino también resistencia. Puede que el metal ya no se encuentre en las primeras fases de un rally, pero su papel como ancla estratégica en tiempos de incertidumbre está lejos de haber disminuido.
