Estados Unidos y Qatar obligaron a Israel e Irán a aceptar un alto el fuego que en los últimos días se antojaba poco menos que imposible, dada la violencia de los ataques de ambos viejos enemigos desde que Israel abriera fuego el pasado 13 de junio. Ahora que los bombardeos han cesado, tras una considerable presión de Donald Trump, queda por delante un doble reto, especialmente complejo para los modos impacientes del presidente estadounidense: lograr que la frágil tregua no salte por los aires y retomar las negociaciones con Irán que Washington tenía previstas para el 15 de junio en Omán y que la ofensiva israelí dinamitó.
La tarea de mantener aparcadas las hostilidades no parece sencilla; hay mucha desconfianza instalada, y la rivalidad entre ambos contendientes es antigua. Además, la tensión se ha disparado hasta niveles nunca vistos en una guerra que a Trump le divirtió bautizar el lunes como la “de los 12 días”, etiqueta que en la región solo puede remitir a una cosa: la guerra de los Seis Días de 1967. El propio presidente iraní, Masud Pezeshkian, ha empleado el término para dar por buena la tregua. “Estamos presenciando un alto el fuego y el fin de la guerra de 12 días que fue impuesta al pueblo iraní a través de la agresión imprudente y el belicismo del régimen sionista”, ha afirmado a través de un comunicado, informa Efe.
Más allá de la fortuna de sus ocurrencias, parece claro que Trump está en condiciones de anotarse un tanto. Dos días después de que los aviones estadounidenses atacaran con bombas antibúnker tres instalaciones nucleares iraníes sin la autorización previa del Congreso estadounidense, el acuerdo entre los irreconciliables rivales aleja el fantasma de que Washington se vea arrastrado por la senda bélica israelí e implicado a largo plazo en una guerra al estilo de las de Irak y Afganistán. Sobre la oposición a esas dos aventuras bélicas, Trump construyó parte del mensaje que cautivó a los electores republicanos en 2016 y volvió a hacerlo, de nuevo, en 2024.
Humillación a Netanyahu
Daniel Ben Simon, exparlamentario laborista y antiguo reportero del diario Haaretz, otorga un papel esencial al poder “bastante asombroso” de Trump. “Su autoridad ha sido tan fuerte que impuso su decisión a ambos bandos, y especialmente a Netanyahu. Ha sido casi una humillación que [este martes] le obligara a traer de vuelta a la Fuerza Aérea”, destaca. “Este alto el fuego se ha decidido sobre la marcha. Ni siquiera hay documentos escritos”, señala Ben Simon, que advierte que “con Trump, Netanyahu ganará las próximas elecciones”. “Cuando tienes a Trump de tu lado, los israelíes, que odian la debilidad, votarán por ti. Y Bibi (como popularmente se conoce a Netanyahu) y Trump son una superpotencia”, considera.
También se abre ante los negociadores estadounidenses la posibilidad de recuperar esa vía diplomática con la que seguir presionando al régimen de los ayatolás para mantener su programa nuclear al nivel más bajo posible. Para José Vericat, investigador principal del Real Instituto Elcano, esta ha sido una guerra “buscada por Netanyahu”, “sin que hubiera casus belli ni amenaza inminente”. En este sentido, la ofensiva de estos 12 días ha vuelto a poner de manifiesto que Israel carece de “horizonte político” en la región y los sigue apostando todo a “la hegemonía puramente militar”.
La Administración Trump defiende, a falta de ofrecer pruebas, que su ataque del fin de semana dañó ese programa de manera irreversible, aunque hay dudas al respecto. No está claro cuánto uranio enriquecido ha podido salvarse antes de que cayeran los proyectiles; tampoco, cuánto tardaría Teherán en retomar su programa. El régimen iraní siempre ha asegurado que no tiene como objetivo conseguir la bomba atómica, principal argumento defendido por Netanyahu para lanzar su ofensiva.
De momento, Trump pareció este martes decidido a aparcar una retórica que se ha hecho fuerte estos días en Washington: la idea de que un cambio de régimen en Irán podría estar en el horizonte. Lo hizo a bordo del avión presidencial Air Force One, que lo llevó a La Haya para participar en una cumbre de la OTAN marcada por los acontecimientos de Oriente Próximo. Los periodistas le pidieron que aclarara un mensaje en su red social del domingo en el que escribió que “si el actual régimen iraní no puede RECONSTRUIR LA GRANDEZA DE IRÁN, ¿por qué no habría un cambio de régimen?“. Este martes, Trump dijo: “No, si sucede, bienvenido sea, pero no, no lo quiero. Me gustaría que todo se calmara lo antes posible”.
“Un cambio de régimen conlleva caos, e idealmente no queremos ver tanto caos”, añadió el presidente estadounidense. “Los iraníes son muy buenos comerciantes, muy buenos empresarios, y tienen mucho petróleo. Deberían estar bien. Deberían poder reconstruirse y hacer un buen trabajo. Nunca van a tener armas nucleares, pero aparte de eso, deberían hacer un gran trabajo”. Todo indica que ese mensaje también iba dirigido a las voces críticas dentro del Partido Republicano y del movimiento MAGA (Make America Great Again) que afearon a Trump que hubiera tardado solo cinco meses en romper su promesa de no meter a Estados Unidos en nuevas aventuras bélicas, compromiso que rompió el fin de semana pasado de un modo espectacular.
Apaciguados parcialmente los ánimos en casa, donde los demócratas, especialmente la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, han pedido la apertura de un impeachment, falta ver sobre el terreno cómo se sustancia la desescalada. De momento, no sorprendió este martes comprobar que ninguna de las partes quisiera reconocer que ha perdido.
Por un lado, Israel asegura que ha logrado su doble objetivo de acabar con el programa nuclear y el de misiles, algo que tampoco está claro. “El listón de Israel para la victoria en esta batalla era muy alto. Era la destrucción del programa nuclear y el colapso o derrocar al régimen. Mientras, para Irán es otro, mucho más bajo. La supervivencia del régimen y la capacidad de volver a reiniciar el programa nuclear” y de “enriquecimiento” de uranio dentro del Tratado de No Proliferación (TNP), entiende José Vericat en conversación telefónica.
Es cierto, añade, que Israel ha “metido un gran varapalo” a Irán y ha tratado de “violar su soberanía” dominando “a su libre albedrío” desde el aire su espacio de manera permanente, como hace en Beirut o Damasco. “Pero, obviamente, Irán no es Siria o Líbano”, señala el analista en referencia al mayor potencial en todos los sentidos del régimen de los ayatolás y a la distancia, unos 1.500 kilómetros, mucho mayor de sus países vecinos. El experto cree que Teherán ha sabido jugar bien sus cartas con los contraataques, tanto ante la superioridad israelí como con la tímida represalia lanzada el lunes contra la base estadounidense de Al Udeid en Doha, la más grande de Washington en Oriente Próximo.
Vericat también opina que el objetivo de Teherán llegados a este punto es “ganar tiempo”. “Cualquier día que pase de tregua es un día ganado para Irán en términos de tomar un poco el aire, de recomponerse y de ver hacia dónde va”.
De momento, fue avanzadlo el primer día del frágil armisticio, que empezó con nuevos ataques y acusaciones cruzadas, cuatro muertos en Israel y la bronca de Trump, que, según informa AP, advirtió a Netanyahu que no podía contar con nuevos bombardeos de la parte de Washington. Cuánto aguantarán las aguas quietas es la gran pregunta que resuena hoy, no solo en Oriente Próximo.