No es fácil ver a un antiguo primer ministro defendiéndose a sí mismo ante el tribunal que le juzga por corrupción. Pero José Sócrates, que estuvo al frente del Gobierno portugués entre 2011 y 2015, es capaz de romper muchas reglas. Este martes, en la segunda sesión de su juicio que se celebra en Lisboa, fue capaz de parecer el mejor y el peor defensor de sí mismo. Apoyado en un conocimiento milimétrico de una causa que se arrastra desde hace una década y en un aplomo (o arrogancia, según se quiera) a prueba de bombas, Sócrates comenzó su defensa desmontando con eficacia la versión de la Fiscalía sobre su papel en dos operaciones mercantiles sobre las que se sustentan buena parte de las acusaciones de corrupción que pesan sobre él y recriminó al Ministerio Público por carecer de “pruebas o indicios” para acreditar la corrupción que le imputan. “No tengo nada que ver con las transferencias de dinero, todo eso me resulta extraño. Por cada transferencia los investigadores fueron buscar alguna decisión mía. Esto es ¡tan delirante!”, respondió muy irritado ante las preguntas sobre los movimientos de dinero entre algunos de los implicados.
Pero tampoco es fácil ser la presidenta del tribunal que juzga a Sócrates. La jueza Susana Seca trató de que el imputado más famoso del país se sometiese a algunas reglas de contención temporal sin éxito. A cada corte de la magistrada para invitarle a sintetizar, Sócrates respondió con indiferencia o, en alguna ocasión, reproches “al clima de hostilidad” contra él. “Hay algo que desconoce y es que no vamos a entrar en diálogo”, le avisó la jueza. Por la tarde, el tono entre vehemente y desafiante del político, que a ratos parecía tratar a la presidenta del tribunal como si fuese una subordinada del Consejo de Ministros, llevó a la jueza a advertirle: “Deje de hacer creer que tengo un déficit cognitivo y deje de hablar con ironía de los fiscales”.
No obstante, Sócrates tenía una intervención preparada y no estaba dispuesto a que nadie, ni siquiera la magistrada Seco, le apartase del camino. Provisto de unas carpetas azules, dos tomos encuadernados y una chuleta con anotaciones marcadas en rojo, el ex primer ministro aprovechó todos los recursos de su larga trayectoria política para atacar la investigación de la Fiscalía en la Operación Marqués, el macroproceso que se ha arrastrado durante años y que ha acabado sentando en el banquillo a 22 acusados, entre ellos el ex primer ministro socialista y el ex presidente del Grupo Espírito Santo (GES), Ricardo Salgado, en su día uno de los hombres más poderosos del país y ahora con una enfermedad neurodegenerativa que le ha eximido de asistir al juicio.
La ausencia del resto de imputados de la vista, tras su comparecencia en la sesión de apertura de la semana pasada, acrecentó la sensación de que este es, pese a la trascendencia de algunos de los acusados, el juicio de Sócrates, acusado de 22 delitos de corrupción, blanqueo de capitales y fraude fiscal. Él fue el único ocupante de la zona de imputados en la sesión del martes. Su declaración, repleta de rifirrafes con la jueza y con los fiscales, podrá prolongarse durante varias jornadas.
En la sesión de la mañana, Sócrates contradijo la versión de la Fiscalía, que le acusa de defender los intereses de Ricardo Salgado y el GES tanto en la OPA presentada por Sonae, una multinacional lusa de la distribución, sobre Portugal Telecom (PT), por entonces la joya de las telecomunicaciones del país, como en la oferta de la española Telefónica para adquirir la participación portuguesa de PT en la brasileña Vivo.
En la primera insistió en la neutralidad de su Gobierno, mientras que en la segunda sostuvo que siempre rechazó la venta a Telefónica para defender el interés nacional. Sócrates exhibió dos despachos oficiales de entonces, firmados por secretarios de Estado, para avalar su versión y acusó a los fiscales de haberlos ocultado para no entorpecer su acusación. “La acusación del Ministerio Público es una perfidia total. ¿Dónde está la prueba de que tenía una intención oculta? Este es el reino de la especulación, hay acusaciones fantasiosas mientras que los hechos apuntan en sentido contrario al de la Fiscalía”, dijo. Poco después, en el descanso para comer, Sócrates se presentó ante la prensa que se concentraba en el exterior del edificio judicial para reprochar que nunca lo hubiesen divulgado. El político arremetió varias veces contra la “alianza” entre fiscales y periodistas en la Operación Marqués.
Rechazo a la operación de Telefónica
Sobre la operación de Telefónica para comprar las acciones de PT en Vivo, José Sócrates recordó que trasladó su oposición al presidente de entonces, César Alierta. La noche que se enteró de que los accionistas de PT eran partidarios de vender, poco después de un partido de fútbol donde España había ganado a Portugal (“hay días horribles”, apostilló), telefoneó furioso a su secretario de Estado para anunciar que usarían la acción de oro del Gobierno portugués para frenarla. Según relató, al día siguiente, Ricardo Salgado se presentó en el palacio de São Bento. “Nunca me había visitado sin avisar. La reunión duró unos minutos. Me pidió que no usáramos acción de oro y le dije que íbamos a usar. Y ahora soy acusado de haberme aliado con Ricardo Salgado porque teníamos interés en que se vendiese. Esto es estúpido. Las incongruencias no preocupan al Ministerio Público”.
La utilización de la acción de oro fue declarada ilegal en 2010 por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que consideró una restricción a la libre circulación de capitales, aunque Sócrates no aludió a esto en su declaración. Pero fue a raíz de esta decisión que el Gobierno luso dio luz verde al acuerdo final entre Portugal Telecom y Telefónica, que pagó 7.500 millones de euros por el 50% de Vivo. En contrapartida, PT fue autorizada a comprar el 25% de Oi, otra operadora brasileña de telecomunicaciones.
Por la tarde, el ex primer ministro se centró en negar la amistad con Ricardo Salgado, que habría sido su corruptor principal a cambio de beneficios para el GES, según la versión de la Fiscalía. “Es la historia de una fabricación de la Operación Marqués. Antes de ser primer ministro, solo estuve una vez con Ricardo Salgado. No éramos amigos, nunca fui a su gabinete, no teníamos amigos comunes ni frecuentábamos los mismos círculos, no tenía su teléfono y no sabía su morada”, afirmó.
Tras escuchar las conversaciones grabadas entre Sócrates y Salgado durante la vista, el político enmarcó el tono familiar (el banquero le invita a un almuerzo y Sócrates le dice que tiene “saudades” de su esposa) en una actitud de “cordialidad” y “educación”.