La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha dado en la madrugada de este viernes el visto bueno definitivo a la solicitud del presidente Donald Trump de recortar unos 9.000 millones de dólares (7.700 millones de euros) a la corporación de radiodifusión pública, que emite entre otros programas el popular Barrio Sésamo, y la ayuda exterior, por sesgada y demasiado progresista, la primera, y poco rentable y lastrada por la burocracia, la segunda, según los republicanos.
La votación del proyecto de ley, aprobado por 216 votos a favor y 213 en contra, reviste especial interés porque se trata de la primera vez en décadas que un presidente solicita, con éxito, una rescisión de este tipo al Congreso. El proyecto había logrado la víspera la luz verde del Senado y ahora será rubricado como ley por Trump.
La legislación cancela unos 1.100 millones de dólares para la Corporación de Radiotelevisión Pública, que emite la televisión PBS y la radio NPR, y casi 8.000 millones para diversos programas de ayuda exterior, tras los anunciados recortes a la agencia oficial para el desarrollo de EE UU (USAID, en sus siglas inglesas), prácticamente desmantelada. El tijeretazo abunda en los recortes fiscales y de gastos que prevé la que Trump denomina Ley Grande y Hermosa, una batería de medidas que beneficia a las rentas más altas y priva a las bajas de cobertura sanitaria e incluso de cupones de comida. La Oficina Presupuestaria del Congreso prevé que esta ley ómnibus aumente la deuda de EE UU en unos 3,3 billones de dólares en la próxima década.
Algunos republicanos mostraron sus reticencias a los recortes, y dos de ellos votaron en contra, pero refrendaron la propuesta del presidente por temor a contrariarle o ralentizar su agenda. El presidente de la Cámara, el republicano Mike Johnson, celebró el resultado de la votación como “un paso importante para volver a la cordura fiscal”. El recorte ultima por una parte el desmantelamiento de la USAID y, en lo relativo a la corporación de radiodifusión pública, priva de su principal vía de financiación a sus dos estandartes, la televisión PBS y la radio NPR, para muchos un oasis de información y entretenimiento en un escenario mediático crispado. Una oferta enraizada en las comunidades —se teme por la viabilidad de las pequeñas emisoras, muchas de ellas en zonas rurales—, pero demasiado independiente y progresista para el gusto de los republicanos.
Los detractores de la ley expresaron su preocupación no sólo por los programas afectados, sino también por el hecho de que el Congreso cediera sus prerrogativas de establecer el gasto público al poder ejecutivo —una muestra más de la acumulación de poder por parte de Trump—, y describieron la iniciativa republicana como algo sin precedentes. La Casa Blanca ya ha advertido de que no será la última vez que esto suceda. Ningún demócrata apoyó el proyecto de ley a su paso por el Senado, donde salió adelante la víspera por 51 votos a favor y 48 en contra. El rifirrafe sobre el caso Epstein —los demócratas pedían la publicación de todos los documentos— provocó que la votación en la Cámara se retrasara unas cuantas horas, hasta la madrugada del viernes.
Durante la campaña electoral, Trump manifestó repetidas veces que pretendía vengarse de los medios de comunicación enemigos y tildó de “monstruos de izquierdas” a NPR y PBS, además de asegurar que su financiación era innecesaria. La cancelación de 1.100 millones de dólares representa la cantidad total que debería recibir durante los dos próximos ejercicios presupuestarios. Alrededor de dos tercios de los fondos se distribuyen a más de 1.500 emisoras de radio y televisión gestionadas localmente, y el resto se destina a financiar la programación nacional de PBS y NPR.
Los legisladores que representan a circunscripciones con amplias zonas rurales manifestaron su preocupación por lo que los recortes a la radiotelevisión pública podrían significar para algunas emisoras de su Estado. La senadora republicana por Alaska Lisa Murkowski sostuvo que las emisoras “no sólo dan noticias, también alertas de tsunami, corrimiento de tierras o erupción de un volcán”, es decir, constituyen un servicio público fundamental. Murkowski expresó su crítica el mismo día y a la misma hora que la emisora local de la NPR emitía una alerta de tsunami tras terremoto de magnitud 7,3 en Alaska.
Radio y televisión han emprendido una campaña de recaudación y se preparan para la reestructuración de la red de emisoras, con previsibles fusiones locales e incluso el cierre de las estaciones más pequeñas. Legiones de oyentes y espectadores de ambos medios —que alcanzan la categoría de fieles generacionales en programas como Barrio Sésamo, de PBS, y Tiny Desk, los conciertos íntimos en directo de NPR— se han movilizado en las redes sociales por su viabilidad.
En cuanto a la ayuda exterior, entre los recortes figuran el de 800 millones de dólares para un programa que proporciona refugio de emergencia, agua y reunificación familiar a refugiados, y otro de 496 millones en ayuda de emergencia a países afectados por catástrofes naturales y conflictos. También hay un recorte de 4.150 millones de dólares para programas destinados a impulsar las economías y las instituciones democráticas en los países en desarrollo.
Para los demócratas, la animadversión de la Administración republicana a los programas de ayuda exterior socava el papel de EE UU en el mundo y da muchas facilidades para la progresión de China como superpotencia global. “Este no es un proyecto de ley para Estados Unidos primero [el lema del movimiento trumpista MAGA]. Es una ley China primero por el vacío que se está creando en todo el mundo”, dijo Hakeem Jeffries, líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes. Para la Casa Blanca, dejar sin flotador a naciones en dificultades es un modo de potenciar su iniciativa.