El mundo atraviesa una turbulenta fase de cambio geopolítico que espolea los riesgos de proliferación de armas nucleares. Varios factores concurren en alimentar esa dinámica. Irán ha dado un claro salto en adelante en un programa nuclear en el cual, según denuncia el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), hay pruebas de actividades secretas y no explicadas que desatan el recelo de adversarios regionales y potencias occidentales. Mientras, el ascenso al poder de Trump ha quebrado la confianza de los aliados de EE UU en que el paraguas nuclear de Washington les protegerá y, por tanto, consideran de forma más o menos explícitas alternativas. China avanza en la expansión de su arsenal para acercarse a la magnitud de los de EE UU y Rusia, que a su vez se hallan embarcados en extraordinarios programas de modernización de sus armas nucleares en vez de encaminarse hacia el desarme que prescribe el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Mientras, la arquitectura de tratados de seguridad colapsa.
Rafael Mariano Grossi, director general del OIEA, mostró este miércoles su inquietud por esta dinámica general en un encuentro con un grupo de periodistas internacionales invitados a la sede de la agencia, en Viena, para profundizar en el conocimiento del panorama nuclear. Preguntado por este periódico si ese contexto geopolítico produce un aumento del riesgo de proliferación de armas nucleares, respondió con un enfático “sí”.
“Hay países que hasta respetaron el TNP aun teniendo todas las tecnologías y capacidades [para dotarse del arma atómica]. Ahora empiezan a tener una conversación abierta que plantea si en este mundo cambiante, en el que ciertas garantías del pasado ya no son tan firmes, deberían reconsiderarlo. La novedad es esa, que países que sostenían firmemente el TNP ahora se hacen preguntas. Creo que ahí es donde hay riesgos. Creo que es un momento cargado de consecuencias enormes en el que el principio de no proliferación debe ser sostenido con mayor firmeza que nunca”, dijo Grossi a continuación, incidiendo en un aspecto novedoso del desafío de la proliferación.
En Corea del Sur, por ejemplo, los sondeos apuntan a que hasta un 70% de la población respalda el desarrollo de armas nucleares propias. Los líderes de Polonia consideran opciones, no para fabricar armas, pero sí para disponer de nuevas y más fiables garantías nucleares. “Polonia debe recurrir a las capacidades más modernas, también relacionadas con las armas nucleares y las armas no convencionales modernas; esta es una carrera por la seguridad, no por la guerra”, dijo en marzo el primer ministro, Donald Tusk.
La desconfianza de los aliados de EE UU en su protección es un factor novedoso que se suma a problemas antiguos que se agravan.
El OIEA viene documentando desde hace años un acelerón del programa nuclear iraní que, junto a las pruebas de actividad secreta, despierta inquietud. Teherán ya enriquece uranio a un nivel del 60%, muy superior al necesario para centrales de energía atómica, y ya cerca del umbral de más del 90% necesario para las bombas.
El OIEA tiene previsto publicar dos informes sobre Irán al que han tenido acceso algunas agencias de noticias. Uno constata el nuevo salto en la producción de uranio enriquecido, con un acumulado de unos 400 kilogramos enriquecidos al 60%, cuando en febrero disponía de unos 275 kilos. Unos 40 bastan para, una vez elevados a más del 90%, armar una bomba.
En el segundo, un informe especial sobre Irán a petición de la Junta de Gobernadores del OIEA, el organismo constata la existencia de pruebas de actividad nuclear en tres sitios no declarados previamente, y cuyas circunstancias quedan sin ser esclarecidas.
“Seguimos en el proceso de intentar clarificar un número de cosas acerca de las cuales Irán no nos ha dado respuestas adecuadas”, había avanzado Grossi el miércoles al grupo internacional de periodistas. “En los últimos años, la agencia ha logrado descubrir trazas de uranio en lugares que en principio no hospedaron ninguna actividad atómica en el pasado. Hasta la fecha no hemos obtenido esa clarificación”, subrayó.
Fuentes diplomáticas citadas por Reuters apuntan a que, sobre esta base, las potencias occidentales empujarán para la aprobación de una resolución que declare que Teherán infringe sus obligaciones de no proliferación nuclear por primera vez en más de 20 años.
Esta evolución representaría por supuesto un serio obstáculo en el camino de las negociaciones entre EE UU e Irán para cerrar un nuevo pacto nuclear. Grossi, que no participa en la negociación bilateral, pero sí está en contacto con el enviado de Trump, Steve Witkoff, y también con los iraníes, manifestó cierta esperanza al notar una voluntad de diálogo.
La disposición de Trump a buscar pactos armamentísticos es un elemento esperanzador en este contexto. En una entrevista concedida a este periódico a principios de mayo, Fiona Hill, consejera nacional de seguridad de Trump en su primer mandato ―y muy crítica con él― subrayó la inclinación del presidente a buscar esa clase de acuerdos.
“Trump está muy interesado en negociar tratados de control de armas, sea con Rusia, tal vez más adelante con China, o con Irán y Corea del Norte. Esa fue una de sus principales prioridades en el primer mandato. Está preocupado por la caducidad del New START (tratado de limitación de armas nucleares entre EE UU y Rusia, que expira el próximo febrero)”, dijo Hill.
Algunos especulan con que esa inclinación tiene vetas narcisistas, en concreto el anhelo de obtener un Premio Nobel de la Paz, lo que consiguió por esa vía Barack Obama, quien dirigió a Trump duros sarcasmos en una cena de corresponsales cuando era todavía presidente.
Pero sea cual sea la motivación, la realidad es que tanto los movimientos geopolíticos como la volatilidad política del propio Trump proyectan graves sombras sobre las esperanzas de que el empuje negociador sea realmente eficaz.
Israel considera seriamente lanzar un ataque contra el programa nuclear iraní. Este mismo sábado, Benjamín Netanyahu volvió a reclamar que la comunidad internacional frene el programa nuclear iraní. Fuentes citadas por Reuters señalan que, recientemente, el ministro de Defensa saudí advirtió a los iraníes en Teherán de que les conviene pactar con Trump porque, si no, llegará el ataque israelí. En el régimen iraní hay un pulso entre quienes consideran que hay que aprovechar la oportunidad de diálogo y quienes consideran que la extrema debilidad evidenciada por la superioridad militar de Israel requiere un seguro nuclear. Riad, por su parte, anunció su voluntad de enriquecer uranio, algo que está en el marco de la dimensión civil de un programa nuclear, pero que tiene un potencial significado ambivalente.
Este contexto se complica aún más cuando se observan los desarrollos militares de China. El Pentágono señala desde hace años que Pekín está ensanchando su arsenal nuclear. La opacidad del régimen chino hace extraordinariamente difícil saber cuál es la realidad, pero la dinámica general de fortalecimiento militar chino y la opinión de expertos respetados coinciden en apuntar a que ese incremento es muy creíble. Sin duda, China desea acercar su arsenal al de EE UU y Rusia, más cuantiosos por el enorme desarrollo que tuvieron en la Guerra Fría.
Ese desarrollo viene acompañado de grandes avances en la tecnología hipersónica, que supone cambios revolucionarios en el sector de los vectores de las bombas, altera los equilibrios anteriores en materia de defensas antimisiles y contribuye a generar inestabilidad.
De trasfondo, es nutrida la lista de tratados que EE UU y Rusia habían ido construyendo en la Guerra Fría para evitar que la carrera armamentística degenerara y que han caído en los últimos años. Algunos conciernen a fuerzas convencionales, pero otros tienen valor en el ámbito nuclear. El panorama no parece propicio a reconstruirlos, entre otras cosas porque Washington quiere que ahora China también asuma compromisos, y Pekín parece muy poco dispuesta a ello.