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El Alentejo, feudo de la izquierda desde la Revolución de los Claveles, abraza a la ultraderecha | Internacional

Última actualización: mayo 25, 2025 11:10 am
JABALÍ RADIO
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Nadie sabe cuántos antiguos votantes comunistas se han ido con la ultraderecha en el Alentejo, pero Miguel Água-Doce es uno de ellos. Cuatro días después de que los portugueses se acostasen anonadados con el veredicto electoral del pasado domingo, que envió a la izquierda al diván para una larga temporada y dio un espaldarazo histórico a la derecha en general (3,59 millones de votos, 60%), y a Chega en particular (1,34 millones, 22,5%), Água-Doce celebra los resultados de su partido con un verso de Grândola, vila morena, la canción revolucionaria que puso en marcha el golpe que hace medio siglo acabó con la dictadura. “¿No dicen que es el pueblo quien más ordena? Pues ahí está. El pueblo quiere un cambio. Las personas están hartas de 50 años de lo mismo: Partido Socialista y Partido Social Demócrata. Nada nuevo sale de ahí“, dice.

Beja, donde Água-Doce nació hace 52 años, es un inesperado símbolo del histórico vuelco político vivido en Portugal el 18 de mayo. En la localidad alentejana, Chega ganó las elecciones con el 27% de los votos, seguido de la coalición conservadora AD (24%). Los socialistas (23,8%) y los comunistas (13%) descendieron a la tercera y cuarta posición. “La política no me importaba nada, pero cuando he votado, votaba a los comunistas por Los Verdes, tenemos que tener conciencia ecológica si queremos dejar algo a las generaciones siguientes”, explica Água-Doce tras salir de trabajar. “Un día escuché a André Ventura [líder de Chega] y pensé que tenía razón. A mí Chega me sacó de la abstención después de 10 años”, añade.

En las legislativas de 2024 votó por vez primera a Ventura, que ha protagonizado el ascenso más meteórico de la democracia portuguesa. “Vivir aquí es complicado, faltan casas, faltan empleos y los inmigrantes están por todas partes. La plaza de la República parece una plaza de Detroit”, describe.

Hartazgo. Enfado. Abandono. Inmigración. Gitanos. Las 14 personas entrevistadas para este reportaje tienen diferentes edades, ocupaciones e ideologías. Todas coinciden en identificar esas cinco motivaciones locales, sumadas a la ola populista mundial, como responsables del viraje político en el distrito de Beja, un feudo de la izquierda portuguesa desde la Revolución de los Claveles, que en 1974 acabó con casi medio siglo de dictadura. En Beja, el rechazo a los extranjeros es relativamente nuevo, pero el rechazo a los gitanos es antiguo.

“Hay un prejuicio muy fuerte. En el Alentejo hay montones de historias, reales o no, contra los gitanos, pero el 90% de la población de Beja nunca ha ido a las Pedreiras y no saben en qué condiciones viven. Ahora hay más de 80 chabolas, sin luz y un grifo de agua para compartir. Conozco familias que quieren salir del barrio y trabajar, pero nadie les contrata. Hasta no hace mucho tiempo ni siquiera les abrían cuentas en los bancos”, señala Ana Ademar, que coordina el proyecto Capitanes de la Esperanza para llevar cultura a los barrios desfavorecidos.

En Beja, según el Diagnóstico Social de 2024 elaborado por el Ayuntamiento, hay 685 personas de etnia gitana que reciben entre 121 y 242 euros al mes del Rendimiento Social de Inserción (RSI), destinado a paliar la extrema pobreza. Junto a la denuncia de la corrupción y la inmigración “descontrolada”, el combate a “la subsidiodependencia” es una de las líneas maestras del discurso de Ventura desde que fundó Chega en 2019. En los peores años de la crisis económica, entre 2007 y 2010, había más de 9.000 personas que recibían el RSI en el distrito de Beja. En 2024 habían bajado a 5.658, según datos de la Seguridad Social.

Olivia Martins, en la panadería de Beja donde trabaja. PACO PUENTES

Cuatro días después del vuelco político, en la panadería que atiende Olivia Martins todavía era visible la conmoción. “En As Neves, que era comunista, ganó Chega”, informa la panadera. La clienta solo encuentra exclamaciones para responder: “Não diga! Meu Deus! Olivia Martins tiene 67 años y recuerda la dictadura. También a los estraperlistas españoles que su padre escondía bajo el heno. “Sé bien lo que es vivir del otro lado. La gente joven que ha votado Chega no se da cuenta de las consecuencias de lo que han votado”, lamenta. “Yo no voté por ese, pero las personas están saturadas y sienten mucha inseguridad en la ciudad”, añade detrás del mostrador, donde despacha panes y mantiene tertulias con los clientes habituales.

La llegada de inmigrantes se disparó a partir de 2017. En apenas un lustro se duplicó: los extranjeros con residencia legal en Beja aumentaron de 1.259 a 2.081 en 2022. Proceden sobre todo de Brasil, pero la comunidad asiática y magrebí que llega para trabajar en la agricultura es la que suscita más hostilidad. Muchos están solo de paso hacia otro país europeo. “A medida que llegó gente de fuera para hacer el trabajo que nadie quiere hacer se generaron problemas por la falta de viviendas, pero el propietario que alquila una casa para 30 se está beneficiando y la empresa agrícola que les hace contratos precarios también”, subraya Patrícia Santos.

En la plaza de la República, epicentro urbano, está A Pracinha, el local que ella abrió hace siete años. Es un bar donde se lee, se exponen cuadros, se vende artesanía local y se recuerda a gente como Catarina Eufémia, una jornalera comunista asesinada durante una huelga en 1954. “Los pobres son más pobres y los ricos, más ricos. La gente está muy enfadada y cuando encuentran a alguien que considera un ‘salvador’ que ofrece soluciones para sus problemas, la gente vota a ese superhombre”, reflexiona Santos.

Cristina Matos (a la derecha) y Nadia Mira en la praça da República de Beja este jueves. PACO PUENTES

Dos de sus clientas habituales son Nadia Mira y Cristina Matos, que promueven actividades culturales alternativas desde la asociación Arruaça y organizan el Beja Pride cada 28 de junio. Matos es una artista gráfica con reconocimiento local que trabaja de camarera para obtener ingresos regulares. Mira, licenciada en Derecho, es jefa de servicio en la Cámara Municipal de Serpa. Se siente “privilegiada” porque trabaja en lo que le gusta y puede pagar su casa. “Hay una tendencia mundial populista, pero en nuestro entorno los partidos no asumieron sus errores de no hablar al mundo rural, excepto el PCP que habla para un electorado envejecido. En el Alentejo nos sentimos abandonados, aunque creo que la gente vota a Chega sin conocer su programa. Es la política de TikTok”, plantea. “Me cuesta entender el trasvase de votos de la izquierda al Chega, pero se trata de un voto de revuelta”, coincide Matos.

Promesas incumplidas

El beneficiario directo de ese trasvase es Rui Cristina, elegido diputado por el distrito de Beja en la lista de Chega. “Durante 50 años han escuchado promesas nunca cumplidas. La capital no tiene una conexión a la autopista, solo hay un tren hacia el norte, se prometió la ampliación del hospital y no se hizo, faltan viviendas y ahora existe un problema de inmigración descontrolada. Las regiones del sur son las grandes olvidadas por los gobiernos centrales”, recrimina Rui Cristina, que abandonó el PSD en 2024 tras dos décadas de militancia.

Si el descontento alentejano se canalizaba antes a través del voto comunista, ahora lo hace mediante la derecha populista. “El PCP, que era el heraldo de la clase trabajadora, se aburguesó y eso hizo que mucha gente dejase de creer en ellos”, afirma Mário Cavaco, piloto jubilado de la Fuerza Aérea que ahora preside la comisión política distrital de Chega en Beja. Un análisis que comparte Pedro do Carmo, el único diputado socialista por Beja en la próxima legislatura: “El partido de la protesta ha pasado a ser la extrema derecha”.

Do Carmo presintió que algo iba mal durante la campaña. “Nunca nadie me criticó, como ocurría en otras. No nos rechazaban y eso era porque ni nos escuchaban, solo había una preocupante indiferencia”, confía. Detrás del vuelco electoral ve causas ajenas y errores propios. “Es un fenómeno que avanza en todo el mundo, que fomenta lo peor de la gente y que usa las redes para alterar sus emociones. La gente cree más en un vídeo en redes que en su propia realidad”, lamenta. En la parte autocrítica reconoce que los alentejanos consideran que el Estado no llega: “El interior siempre es el más sacrificado”.

Para Mário Cavaco, por el contrario, es el fracaso de la izquierda lo que ha hecho “rebosar el vaso” después de 50 años. “El 30% de los jóvenes se va fuera, los empresarios no invierten. La reforma agraria fue la mayor vergüenza y luego [el ex primer ministro socialista] António Costa permitió que los inmigrantes vinieran libremente, entre ellos delincuentes”, asegura el responsable de Chega en el distrito.

Las estudiantes Ana Nunes (a la derecha) y Dania Raposo, junto a los centros del Instituto Politécnico de Beja.PACO PUENTES

El desaliento atraviesa todas las generaciones. Miguel Marmelete, estudiante de Seguridad Informática de 24 años, recuerda que Portugal ya ha pasado por tres bancarrotas: “Mucha gente está frustrada tras años de políticas de izquierdas sin ver mejoras”. Entre los jóvenes, la preocupación son los salarios bajos y la falta de viviendas a precios accesibles. “Muchos tienen que emigrar y eso hace que las personas estén irritadas porque no pueden construir una vida, abrazan el populismo pensando que eso cambiará las cosas“, comenta Ana Nunes, estudiante de Servicios Sociales de 19 años. ”El resultado electoral no fue una sorpresa, aunque crea preocupación. Sería muy malo para los servicios sociales si ganase Chega”, observa su compañera Dania Raposo.

No viven mejor los mayores. Francisco Seita y Antónia Monge, de 79 y 67 años, se ven obligados a seguir trabajando para completar sus pensiones. Ella, después de 35 años al frente de un quiosco y administración de apuestas, recibe una pensión de 200 euros. La de su marido, cuatro décadas de trabajo y cotizaciones, es de 388. “Recibo poco y trabajé mucho. El sistema está mal, me enfada la desigualdad”, indica Monge.

Los jubilados Antónia Monge y Francisco Seita en el establecimiento de Beja de apuestas y prensa donde siguen trabajando.PACO PUENTES

Su malestar, sin embargo, no se ha canalizado por la vía populista. “Chega va a acabar con muchos derechos de los trabajadores“, vaticina Monge. Hace 50 años formó parte de la mesa electoral de Beja donde sus vecinos votaron por vez primera en libertad. “Nuestros antepasados lucharon para tener elecciones libres como este domingo. Yo no querría volver atrás en el tiempo por el futuro de mis hijos y nietos”.

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