Ante la pasividad de la mayoría de los gobiernos frente a la situación límite que vive Gaza, las protestas surgidas de la sociedad civil y el activismo se suceden. Hace unos días fue el intento fallido de la Flotilla de la Libertad de llegar a la Franja; y ahora una iniciativa internacional bajo el nombre Marcha Global a Gaza, que dice haber convocado a más de 4.000 personas procedentes de 54 países, trata de alcanzar el paso de Rafah, en la frontera entre Egipto y Gaza.
El Ejecutivo egipcio no ha autorizado la iniciativa de manera oficial y pide que los organizadores utilicen los canales gubernamentales para solicitar la entrada, algo que estos aseguran que llevan haciendo desde hace dos meses. En paralelo, según denuncian los portavoces de la marcha, alrededor de 170 activistas y participantes de diversos países han sido detenidos durante horas en el aeropuerto y en varias redadas por hoteles durante la madrugada de este jueves. Según fuentes consultadas por EL PAÍS, la mayoría ya se encuentra en libertad tras la mediación de los servicios consulares. De ese total, 17 españoles han podido continuar su viaje y al menos nueve han sido deportados.
El objetivo de la Marcha Global a Gaza, según defienden los organizadores, es “exigir el fin del genocidio palestino” y presionar a la comunidad internacional para que pase de las condenas verbales a las sanciones a Israel. “Son dos las palabras que me impulsan a sumarme a la marcha”, dice Isabel, nombre ficticio, que viajará a El Cairo entre el miércoles y el viernes. “La primera es impotencia, que es lo que siento a diario cuando veo las imágenes que llegan de Gaza. La segunda es la impunidad, porque no podemos permitir que un Gobierno que se dice democrático actúe de esta manera sin repercusión alguna”.
Esta semana, Isabel asistió a un taller convocado por la delegación de Madrid de la Marcha Global a Gaza. El objetivo era conocer a más participantes, recibir unas pautas básicas de cómo moverse sobre el terreno y crear sentimiento de pertenencia al grupo, con actividades que simulaban escenarios que se pueden vivir en los próximos días.
Los participantes tienen el plan claro. Este jueves por la tarde habrá una serie de encuentros en puntos no revelados de la capital egipcia para cerrar los últimos flecos de la coordinación. A primera hora del viernes saldrán en autobuses hasta la ciudad costera de Al Arish, en la península del Sinaí. Acto seguido, caminarán y acamparán durante tres días hasta llegar a Rafah, donde permanecerán durante 72 horas. “Este es el plan A. No hay plan B, ni C”, declaró Hicham el Ghaoui, uno de los portavoces, en una rueda de prensa el miércoles.
Los organizadores argumentan que llevan dos meses en contacto con las autoridades egipcias a través de las embajadas y que su respuesta nunca ha sido negativa. Sin embargo, tampoco ha sido positiva, ya que las manifestaciones no están autorizadas de momento. Los coordinadores de un convoy humanitario que partió de Túnez el lunes en dirección a Rafah afirmaron el miércoles que ellos tampoco han recibido permiso para entrar en Egipto desde Libia. EL PAÍS contactó con el Ministerio de Exteriores egipcio, pero no ha recibido respuesta por el momento.
Una fuente gubernamental egipcia avanzó al medio independiente Mada Masr que El Cairo no permitirá que los participantes de la marcha crucen hacia Rafah. Y fuentes de seguridad citadas por Efe señalan que todos los activistas que intenten entrar serán deportados “de inmediato”. El acceso al Sinaí, donde se encuentra el paso, está muy restringido. Para llegar allí desde El Cairo, además, se debe cruzar el canal de Suez por alguna de las pocas vías habilitadas, donde se realizan controles a todos los vehículos. La frontera de Rafah se ubica todavía a 200 kilómetros de distancia y solo existe una sola carretera con numerosos puestos de control de la policía y del ejército.
Tanto la veintena de participantes con los que ha podido hablar este periódico como los propios organizadores inciden en que esta es una iniciativa “apolítica y autogestionada”, donde las delegaciones de cada país se han ido organizando a través de canales de mensajería como Telegram. Algunas de ellas abrieron un crowfounding para ayudar económicamente a las personas que querían participar pero no podían permitírselo. Otras establecieron redes de ayuda directas, ofreciendo sus domicilios en caso de necesitar hacer escala, o incluso financiando el billete de avión a terceros.
“La barbarie que se está cometiendo en Gaza es de tal calibre que si la humanidad permite que siga adelante va a ser un punto de no retorno. Y seguramente vendrán muchas más Gazas después”, afirma Pedro, un hombre que también acudió al taller preparatorio y prefiere ocultar su identidad bajo un nombre ficticio.
Un grupo de españoles que viajará a El Cairo ha declarado este jueves desde el aeropuerto que son conscientes de que les espera “una situación difícil”. “Tenemos autobuses preparados para salir mañana hacia Rafah. Si no nos dejan, intentaremos hacer protestas en la ciudad”, añade uno de los organizadores.
Detenciones y redadas
Una de las principales preocupaciones de los más de 15 asistentes al encuentro previo en Madrid era qué deben decir en el control migratorio del aeropuerto de El Cairo. El temor a que se les deniegue la entrada al país es evidente. Según ha informado Marcha Global a Gaza en un comunicado, más de 200 personas de una decena de países, entre ellos 26 españoles, han sido detenidos. Algunos en el control fronterizo del aeropuerto y otros en varias redadas en hoteles durante la madrugada de este jueves. Casi la totalidad de ellos se encuentran ya en sus hoteles después de los servicios consulares hayan mediado, según fuentes consultadas por EL PAÍS. Además, nueve fueron deportados.
Este jueves por la tarde está previsto que llegue a El Cairo el grueso de los 48 aviones con centenares de personas que planean asistir a la marcha. Para evitar un rechazo masivo en la frontera, decenas de medios internacionales han sido convocados. “Mientras no tengamos un ‘no’ explícito, tenemos esperanzas de que podamos entrar”, dice Nacho Prieto, uno de los portavoces de la delegación española, poco antes de subirse al avión con dirección El Cairo. Los organizadores aseguran que ya hay centenares de participantes dentro de la ciudad y que seguirán adelante con el plan establecido.
La dramática situación en Gaza ha colocado a Egipto en una posición delicada e incómoda. El Cairo ha intentado en numerosas ocasiones canalizar la extendida rabia popular local contra Israel a través de protestas controladas, pero también ha intensificado las medidas de seguridad por el temor de que esta frustración se le vuelva en contra. A finales de 2023 Egipto bloqueó otro convoy que, aunque con una participación menor que la actual marcha, tenía previsto llegar a Rafah. Entonces, al menos cuatro ciudadanos extranjeros fueron detenidos y deportados.
Se trata de un país donde el derecho a la protesta está fuertemente restringido por ley y las agencias de seguridad bloquean sistemáticamente los pocos intentos de organizar manifestaciones independientes. Además, reprimen con dureza cualquier atisbo de disidencia que perciben.
“Mi esperanza es que se empiecen a mover algunas cosas en la Unión Europea. Parece que tras año y medio de masacre algo empieza a cambiar. Cada vez es más incómodo justificar a Israel asesinando niños con la excusa de que necesitan defenderse”, concluye Daniel, un participante de 55 años.
