En lo alto de una colina de la provincia ucrania de Donetsk yacen siete soldados rusos. Tres están calcinados y cuatro están en descomposición. Los gusanos salen de las cavidades del cráneo, las moscas los cubren por completo. El olor a podrido es irrespirable, pero el viento consigue llevárselo hacia los campos que se extienden desde el montículo. Oleksi Yukov, militar y exhumador de cadáveres, está satisfecho porque entre las cenizas de uno de los cuerpos hay fragmentos de la columna vertebral, donde puede extraerse ADN. En otro hay un collar que también puede servir para que la familia lo identifique.
Yukov y su unidad de exhumación de cadáveres, Platsdarm, son una celebridad en Ucrania. Familias ucranias y rusas los contactan periódicamente en sus redes sociales para aportar datos personales de sus allegados desaparecidos. Decenas de miles de familias en ambos bandos viven con la angustia de saber del paradero de estos militares perdidos en combate. Hasta que no se recupera e identifica el cuerpo, no puede certificarse su muerte.
Su trabajo tiene una relevancia especial este junio porque Ucrania y Rusia acordaron en su última reunión bilateral en Estambul el intercambio de 6.000 cadáveres por bando. Es el mayor canje de combatientes fallecidos en lo que va de guerra. Moscú ya ha transferido los cuerpos de los soldados ucranios y Kiev está en proceso de hacer lo mismo.
Pat Griffiths, portavoz de la Cruz Roja Internacional en Ucrania, estima que la transferencia de cuerpos entre los dos bandos se produce dos veces por mes de media desde hace dos años. Hasta el pasado mayo, el número de soldados fallecidos que había recuperado Ucrania era superior a los 8.000, según datos del ministerio de Defensa. No hay cifras oficiales por parte de Rusia.
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, advirtió tras la reunión de Estambul, el 2 de junio, de que la identificación de los muertos ucranios en las morgues rusas era fundamental para que el Kremlin no enviara cadáveres de rusos de los que se quisiera desprender. Zelenski añadió que esto había ocurrido en el pasado.
El ministro del Interior ucranio, Igor Klimenko, aseguró el lunes que entre los 6.000 cuerpos repatriados habían hallado también restos humanos pertenecientes a soldados rusos, sin precisar más. Klimenko calcula que será necesario más de un año de análisis para determinar la identidad de todos los cadáveres. Este sábado, Zelenski informó de que 20 de los cuerpos son de soldados rusos, y uno, de un mercenario extranjero.
Griffiths indica que ambos contendientes hacen una identificación básica, previa a la repatriación, para determinar si el fallecido es de un ejército o del otro. Datos más completos para resolver de qué persona se trata, como el ADN, son utilizados con sus propios muertos. El papel de la Cruz Roja es fundamental como mediador y observador neutral en el retorno de cadáveres. También en la recolección de datos de los fallecidos y en la aportación, para el lado ucranio, de instalaciones refrigeradas, de equipos de análisis de ADN, de material para forenses y en la formación de estos.
“Todos son víctimas de Putin”
Dos de los cadáveres carbonizados que analizó Platsdarm aquel 10 de junio murieron dentro de un blindado de infantería que combustionó a más de 1.000 grados. Fue a finales de 2022. Otros cuatro murieron esta primavera. Los hombres de Yukov toman nota de cada detalle: del lugar de su muerte, con qué armamento se los encontró, particularidades de la dentadura, qué ropa llevaban, tatuajes u objetos personales.
Este trabajo con cadáveres rusos es imprescindible para que muchas familias ucranias puedan también enterrar a los suyos, gracias a intercambios como los de este junio. Yukov lo hace por esta razón, pero también por “humanidad”: “Todos son víctimas de una misma persona, sean ucranios o rusos, de Vladímir Putin”.
Entre 60.000 y 100.000 soldados ucranios han caído en combate en los más de tres años de guerra. Las muertes rusas se acercarían a los 250.000. Son datos del último informe independiente sobre el número de bajas en ambos ejércitos del centro de estudios de seguridad estadounidense CSIS. Decenas de miles de soldados están desaparecidos, según las autoridades ucranias; es decir, militares que no puede confirmarse su muerte o paradero. El frente de guerra “está repleto de cadáveres”, explica Coyote, el nombre en código de un veterano soldado de la 25ª Brigada Aerotransportada de Asalto ucrania. “Hay tantos que en ocasiones los amontonamos para hacer un parapeto, todavía llevan los chalecos antibalas y los cascos”.
El olor a muerte es el olor de un organismo en descomposición, dice Coyote, Lo peor de todo, explica, es convivir con ese olor que procede de un compañero caído en la posición que defienden y que durante días no puede ser evacuado. La guerra está dominada hoy por los drones, cada kilómetro del frente está copado por estos aparatos: cualquier movimiento de tropas es detectado desde el aire y atacado con drones bomba o con artillería. Es sobre todo cuando empieza a caer el sol, o en días con tiempo malo para el vuelo de los drones, que puede rotar una unidad y llevarse a su compañero muerto.
“Hay tantos drones que ahora es imposible recuperar cadáveres en la línea cero. Solo por intentar evacuar a un muerto, puedes perder a tres hombres. Lo mejor es si es alguien que ha muerto a tu lado porque en algún momento lo podremos evacuar”. Es el relato de un militar responsable de la extracción de muertos, ucranios y rusos, de la 28ª Brigada Mecanizada que prefiere no aportar su nombre. Este soldado confirma que no extraen del frente a cadáveres rusos: “No es porque no queramos, es porque a duras penas podemos sacar a los nuestros, ya arriesgamos mucho”.
Drones terrestres
Para Rusia es hoy más fácil obtener los cuerpos de los ucranios muertos. El invasor avanza en casi todos los frentes de la guerra y a medida que la zona de los combates queda bajo su control, puede exhumar a los cadáveres con seguridad. Lo mismo pudieron hacer las Fuerzas Armadas Ucranias en 2022, tras la liberación de buena parte de los territorios que conquistó Rusia en los primeros meses de la guerra.
La compañía de Coyote, de la 25ª Brigada, coincide en que ellos tampoco se arriesgan a evacuar a caídos rusos. “No tenemos los recursos para hacerlo y tenemos que centrarnos en los nuestros”, informa Golf, el nombre en código de un sargento. Su unidad depende por completo de drones terrestres para extraer a heridos o muertos. “Es la única manera de hacerlo sin perder más vidas”, dice Golf. Otro regimiento ucranio consultado por EL PAÍS, la 59ª Brigada de Asalto, establece en un 20% la evacuación de heridos y muertos con drones terrestres.
Estos drones son plataformas controladas a distancia que sirven en primera instancia para transportar material como munición o alimentos desde la segunda línea, a 3 kilómetros, a las posiciones más avanzadas en el frente. Drones como el Lince o el Cucaracha, vuelven a la retaguardia con heridos o muertos. “En cada misión tenemos que repararlos porque siempre pisan alguna mina”, explica uno de los ingenieros responsables de estos drones de la 25ª Brigada. Ambos ejércitos utilizan drones aéreos para dejar caer minas mariposa u otros explosivos pequeños en los senderos del frente.
Para Yukov, recuperar el cadáver de una persona es también una misión “espiritual”: “Estoy convencido de que nuestras almas deben seguir su camino tras la muerte, con el reencuentro con sus familias”. Pasarán las décadas y continuarán encontrándose cadáveres, y cada vez será más difícil identificarlos, hasta caer en el olvido. El equipo de Platsdarm lo sabe bien: de vez en cuando descubren los restos de combatientes de la II Guerra Mundial.