Los gritos de Abdel Rahman Abu Shawish atraviesan la tienda de campaña improvisada en el patio del hospital Nasser en Jan Yunis. Este palestino de 24 años, al que soldados israelíes dispararon a principios de agosto cuando intentaba hacerse con una bolsa de harina de un camión de ayuda humanitaria al sur de la franja de Gaza, yace ahora en una cama que trajo de su casa, en una tienda de campaña del patio del hospital, porque en el hospital no hay ninguna libre.
Su pie izquierdo, sujeto por un fijador metálico externo que llegó cuatro días tarde, se ha deteriorado hasta tal punto que ya no se puede salvar. “¡Córteme la pierna, córteme la pierna! Se lo ruego, por el amor de Dios, córtemela. No puedo más. Voy a morir de dolor”, grita, llorando. Los médicos que tratan a Abu Shawish informan de que su lesión le causó graves daños en las venas, arterias y nervios, sin posibilidad de salvar su pie. La situación se ha visto agravada por la escasez y la abrumadora presión sobre los equipos médicos. El acceso de médicos extranjeros es casi imposible, así como la imposibilidad de que los pacientes reciban tratamiento fuera de Gaza. Los médicos consideraron que hacía falta amputar.
Esta escena del pasado domingo en el hospital Nasser, el mayor del sur de Gaza, se produjo horas antes del bombardeo israelí sobre el centro médico. Los responsables del hospital afirmaron que al menos 20 personas murieron, entre ellas cinco periodistas, y varias más resultaron heridas. El Ministerio de Sanidad gazatí informó de que el bombardeo fue un “doble ataque”, ya que un segundo misil impactó poco después del primero, cuando llegaron los equipos de rescate. El ataque se produce en medio de un conflicto que, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, dirigido por Hamás, se ha cobrado más de 62.000 vidas palestinas desde octubre de 2023, casi la mitad de ellas mujeres y niños.
El hospital Nasser representa el colapso total del sistema sanitario de Gaza tras 22 meses de guerra. Con los suministros médicos bloqueados en los pasos fronterizos, los equipos médicos extranjeros a los que se les niega la entrada y los pacientes a los que se les impide buscar tratamiento en el extranjero, los hospitales que antes proporcionaban atención médica moderna ahora se asemejan a enfermerías del siglo XIX. El director del hospital, Atef Al Hout, explica a EL PAÍS que los repetidos ataques contra instalaciones médicas, junto con la grave escasez de medicamentos, equipos y personal cualificado, han llevado al sistema sanitario de Gaza al borde del colapso.
La sala de desnutrición [del hospital Nasser], diseñada para ocho niños, lucha por tratar a 25
El departamento de ortopedia, construido para 27 pacientes, ahora alberga a más de 200. La sala de desnutrición, diseñada para ocho niños, lucha por tratar a 25. Los partos prematuros son más del doble de lo habitual. Y el personal médico, que trabaja sin suministros básicos como gasas y analgésicos, debe elegir qué pacientes merecen las pocas camas que quedan, mientras el resto duerme en los pasillos.
“No puedo… no puedo”, dice Abu Shawish. “Me están tratando en un lugar que no es apto para seres humanos. Estoy en una tienda de campaña abierta y ni siquiera hay un cuarto de baño. Estamos en la calle”. Este joven, padre de un niño de dos meses llamado Kanan, se pregunta en voz alta: “¿Cómo es posible que alguien como yo, que acaba de empezar su vida y formar una familia, se quede discapacitado?”. Sin acceso a prótesis, muletas ni un tratamiento adecuado, describe que vive con un dolor constante.
Camiones de ayuda
Abu Shawish recuerda que solo acudió a los camiones de ayuda porque tenía hambre. Ahora, dice, le da miedo afrontar la vida en el enclave como persona con una amputación. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sistema sanitario de Gaza está colapsando, con menos de la mitad de los hospitales y poco más de un tercio de los centros de atención primaria funcionando a duras penas. Las principales instalaciones están operando a más del doble o el triple de su capacidad, en medio de una grave escasez de medicamentos, suministros y equipos, mientras que el personal médico internacional y los envíos se enfrentan a frecuentes denegaciones y retrasos en la entrada.
Me están tratando en un lugar que no es apto para seres humanos
Abdel Rahman Abu Shawish
Los hospitales están desbordados por las víctimas masivas de los ataques a las zonas de distribución de alimentos, lo que ha provocado una grave escasez de sangre y plasma. Según la ONU, desde finales de mayo hasta mediados de agosto, al menos 1.857 palestinos han muerto mientras intentaban obtener alimentos.
La crisis se ve agravada por las órdenes de desalojo que amenazan los almacenes y las instalaciones sanitarias, lo que supone a la vez un mayor riesgo para los servicios esenciales. Su padre, Ashraf Abu Shawish, trabaja como administrativo en el mismo hospital, pero no puede hacer nada para ayudar a su hijo. “La ocupación torturó a mi hijo dos veces”, dice. “Primero disparándole y luego negándole tratamiento porque no permiten la entrada de medicamentos ni sacar a los heridos para que reciban tratamiento en el extranjero”.
El colapso del sistema sanitario de Gaza se observa en cada rincón del Nasser. Decenas de pacientes ortopédicos se apiñan en dos tiendas de campaña improvisadas y en el pasillo que las separa, tumbados sobre colchones delgados que han traído de sus casas. El aire está cargado de gemidos y gritos repentinos de pacientes que piden analgésicos que las enfermeras no pueden proporcionar porque ya se han agotado. Un hombre grita frustrado después de que le digan que debe esperar hasta el día siguiente para recibir alivio.
25 niños desnutridos
En el hospital materno-infantil, 25 niños desnutridos yacen demacrados y frágiles, algunos incapaces de sentarse o hablar, mientras sus madres lloran y piden ayuda a los periodistas visitantes para que les ayuden a conseguir tratamiento en el extranjero. Los médicos proporcionan suplementos nutricionales, pero advierten de que la recuperación es lenta e incierta tras una privación tan prolongada. La desnutrición grave está dejando a los niños frágiles y apenas capaces de moverse.
El pasado domingo, el Ministerio de Sanidad gazatí informó de la muerte por inanición de otras ocho personas, que se suman a las ocho comunicadas el sábado, elevando el total de muertes relacionadas con el hambre a 289 desde el inicio del conflicto. El viernes, la ONU confirmó oficialmente que los habitantes de Ciudad de Gaza y sus alrededores padecían una hambruna. En total unas 514.000 personas —casi una cuarta parte de la población de Gaza— están en condiciones de hambruna y se prevé que esa cifra aumente hasta 641.000 personas a finales de septiembre.
Abdel Rahman Kallab, de dos años, fue ingresado hace diez días después de que su peso se desplomara en un mes, debilitado por una diarrea persistente y la falta de alimentos adecuados. Su madre, Ilham Kallab, lo acuna en la cama del hospital, a veces dejándolo en el colchón mientras lucha contra el miedo a perderlo. “No teníamos ningún alimento adecuado para un niño recién destetado: ni frutas, ni verduras, ni carne”, añade. “Lo único que había eran lentejas y legumbres, que le provocaban diarrea y empeoraban su estado”.
Su madre explica que el pequeño “lleva diez días recuperándose muy lentamente. Esperaba poder darle proteínas, grasas saludables o frutas, pero no hay nada disponible en el mercado, ni a precios elevados ni de otro tipo”. También le preocupan sus otros cinco hijos, que se han quedado atrás en una tienda de campaña para desplazados en condiciones similares, temiendo que su salud se deteriore.
Ahmed Al Farra, director del hospital materno-infantil del Nasser, confirma que el hospital está sufriendo una presión sin precedentes. Su departamento recibía 100 casos diarios antes de la guerra y ahora la cifra supera los 700. Además, los ingresos para dormir en el hospital no superaban los seis al día, pero ahora alcanzan los 60. “El departamento de desnutrición, por ejemplo, está diseñado para acoger a ocho pacientes, pero ahora hay 25 niños hospitalizados, y tenemos además dos clínicas para detectar casos de desnutrición que deberían recibir 50 casos, pero atienden 240 semanales”, explica a EL PAÍS.
Elegir a los pacientes más críticos
El director del hospital materno-infantil añade que el personal está viviendo una pesadilla, ya que los médicos se ven obligados a elegir qué pacientes pueden pasar la noche y dar prioridad a los casos más críticos. Según Al Farra, las condiciones sanitarias generales se están deteriorando rápidamente. Antes de la guerra, el peso ideal al nacer solía ser de 3 a 3,5 kilogramos, mientras que ahora oscila entre 1,5 y 2,5.
“Llamarlo desastre es una forma educada de expresarlo. En realidad, el sistema está en estado crítico”, considera Al Hout, el director de Nasser, a EL PAÍS. Explica que ni siquiera disponen de artículos tan básicos como la solución salina. Los antibióticos son escasos, los apósitos para heridas están agotados y no hay existencias de medicamentos. “Nos enfrentamos a una situación desesperada, en gran parte porque la ocupación impide la entrada incluso de los suministros médicos más básicos”.
Al Hout confirma que se han producido muertes debido a las carencias del sistema sanitario. Antes de la guerra, el hospital Nasser tenía una capacidad máxima de 342 camas, incluidas 12 unidades de cuidados intensivos y ocho de cuidados cardíacos. La mayoría de los demás hospitales del sur han sido destruidos o han dejado de funcionar y, para hacer frente a la situación, el hospital amplió su capacidad: añadió camas a las habitaciones existentes, utilizó los pasillos y, finalmente, estableció hospitales de campaña. La capacidad pasó de 342 a 500, luego a 588 con tiendas de campaña externas, y ahora supera las 1.000, el triple de la capacidad original.
El hospital no puede realizar ni siquiera análisis de sangre básicos, salvo en casos de cuidados intensivos o de urgencia, debido a la falta de material de laboratorio. Sus tres máquinas de rayos X, cuya sustitución estaba prevista gracias a una donación japonesa a finales de 2023, atienden ahora unos 1.000 casos diarios, el triple de su carga normal. El escáner de tomografía computarizada, diseñado para 60 casos al día, está procesando 300. “Estas cifras son solo una pequeña parte de la crisis”, asegura Al Hout. “El colapso del sistema sanitario es más profundo y peligroso de lo que estas cifras pueden transmitir”.
El enfermero Mohammed Aslan, que ha trabajado en todas las guerras desde 2008, afirma que las condiciones son inferiores al 10% de los estándares anteriores al conflicto. “La capacidad de las dos tiendas que superviso no debería superar los 45 pacientes, pero en ocasiones ha llegado a los 110 y ahora hay más de 80, todos ellos en el suelo”, afirma. A menudo, solo dos enfermeras supervisan a más de 40 pacientes, racionando las gasas y retrasando el cuidado de las heridas. “Proporcionamos lo que tenemos, no lo que necesitan”, asegura.