Seis meses después de que el ya depuesto presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, impusiera una ley marcial de emergencia y desatara la mayor crisis política en décadas en el país asiático, todo parece encaminado al cambio político en las elecciones presidenciales del martes. Lee Jae-myung, el candidato del Partido Democrático (PD), de corte liberal, y persona clave en el impulso parlamentario que terminó con el cese del presidente, ha encabezado las últimas encuestas con holgura. La última recogida por Yonhap la semana pasada le daba, con más del 49% de los votos, más de 12 puntos sobre su rival.
A juzgar por el tamaño del acto de cierre de campaña este lunes al final de la tarde en Seúl, y por el entusiasmo de los 50.000 seguidores congregados (según los organizadores), parece que mantendrá el margen en las urnas. “El voto es más fuerte que las balas”, ha dicho en el evento.
A su competidor, Kim Moon-soo, del conservador Partido del Poder Popular (PPP), la misma formación de Yoon, parece haberle pesado la cercanía con el mandatario depuesto y hoy sentado en el banquillo de los acusados por liderar una insurrección. Kim era en el momento del golpe su ministro de Empleo.
“Yo no era la típica persona que viene a estos actos. Pero después de la ley marcial empecé a sentir que un presidente puede cambiar mi vida en su beneficio. Por eso estoy aquí”, cuenta Sumin Kim, una programadora de 27 años que se ha acercado al acto de cierre de Lee. Faltan más de dos horas para que acuda el candidato, pero ya hay cientos de personas esperando en el parque de Yeouido.
Se trata de un lugar muy simbólico. Está a un paso de la Asamblea Nacional, adonde acudieron los ciudadanos la larga noche del 3 de diciembre en que los militares, siguiendo órdenes del entonces presidente, trataron de entrar en el Parlamento y evitar la votación de emergencia que revocó la ley marcial. Se interpusieron políticos y gente corriente. El autogolpe solo duró unas horas. Y en esta zona, los ciudadanos siguieron exigiendo la destitución de Yoon durante meses en numerosas manifestaciones.
La programadora Kim estuvo en varias. La presión duró hasta que el Tribunal Constitucional confirmó en abril el cese de Yoon, lo que llevó a la convocatoria de estas elecciones. “La victoria de Lee es un hecho”, afirma mientras sostiene unos globos azules, el color del PD. Ella ya ha votado de forma anticipada.
Al caer la noche, la explanada se vuelve un mar de barritas luminosas propias de la cultura del K-pop. La gente se ha sentado de forma ordenada, para que todos puedan ver el escenario; el océano de luces azules se agita, creando un efecto hipnótico a los pies de enormes edificios de oficinas. Los asistentes gritan: “¡Lee Jae-myung!”. Suenan animadas canciones. Hay bailes.
Cuando el candidato al fin aparece, va seguido muy de cerca por al menos tres tipos trajeados con maletines antibalas, parte del dispositivo de seguridad que le rodea. Lee perdió las elecciones de 2022 contra el depuesto Yoon por menos de un punto porcentual en un anticipo de la fragmentación que llevaría al país al límite. Y, en 2024, fue apuñalado en el cuello durante un encuentro con la prensa en Busan. Sobrevivió.
Poco después, su partido ganó las elecciones legislativas, y pasó a dominar con mayoría absoluta la Asamblea Nacional, dejando más que cojo al Gobierno de Yoon. El expresidente justificó la ley de emergencia con acusaciones a la oposición de controlar el Parlamento y paralizar al Ejecutivo, ejercer actividades antiestatales y simpatizar con Corea del Norte.
“Yeouido es el sitio histórico donde la oscuridad de la insurrección fue expulsada por la luz de la democracia”, arranca Lee su discurso. El candidato pronuncia sus palabras tras una mampara de cristal antibalas; también lleva chaleco a prueba de balas bajo la chaqueta azul. Pide completar la “revolución” que arrancó el 3 de diciembre, y dice que el voto, y no las balas, son el arma más poderosa para ese cambio. Su discurso dura en torno a media hora, y concluye con miles de personas cantando el himno nacional mientras una pantalla gigante pasa imágenes de la historia reciente. Termina con las protestas ciudadanas que presionaron hasta lograr la caída de Yoon.
Numerosos ciudadanos, sin embargo, siguen pensando que actuó con acierto. “La ley marcial estuvo bien. Porque [Yoon] quería arrestar a los comunistas”, dice Son, un joven de 23 años, tras asistir al cierre de campaña de Kim Moon-soo, el candidato conservador, junto al Ayuntamiento, en otro punto de la ciudad. Está a punto de subir al metro. Ambos mitines han concluido casi a la misma hora y ahora en los vagones se funden ciudadanos de ambos colores de regreso a casa.
Son sostiene una bandera coreana y otra estadounidense, que es un símbolo para muchos votantes del PPP: temen que un Gobierno en manos demócratas podría debilitar la alianza con Washington, clave en un país que técnicamente sigue en guerra con Corea del Norte (firmaron un armisticio en 1953, pero nunca un tratado de paz). “Votaré a Kim porque quiero mantener la democracia liberal en Corea del Sur”, dice.
En sus comparecencias, Kim ha arremetido contra la presunta tendencia dictatorial de su rival. “Los votantes tienen que elegir entre un régimen totalitario bajo Lee o una democracia preparada para el progreso”, dijo la semana pasada, según The Korea Times. También le ha acusado de ser un “jefe del crimen” por las causas judiciales que tiene pendientes, que incluyen malversación de fondos públicos, declaraciones falsas durante una campaña electoral y participación en un presunto plan para desviar dinero a Corea del Norte. “Todos ustedes son mis chalecos antibalas”, ha dicho Kim en su mitin final este lunes. “No necesito un cristal a prueba de balas. Mi conciencia es un cristal a prueba de balas”.
El ganador de las elecciones tendrá por delante la difícil tarea de coser las heridas de una sociedad muy dividida. Cho Seung-rae, dos veces diputado por el PD y hoy portavoz jefe del candidato Lee, asegura que hay una tendencia mundial de polarización política, a la que se añaden características propias de Corea del Sur. Atiende en la sede del PD este lunes, unas horas antes del cierre de campaña.
Explica que su país ha vivido un desarrollo acelerado y una transformación política comprimida en 70 años que ha dejado tensiones no resueltas. La ley de emergencia, a su vez, ha intensificado esas divisiones políticas y sociales. “Abordar esta creciente polarización no solo es una tarea crítica para Corea, sino también uno de los retos más urgentes para los demócratas de todo el mundo”, dice.
Muestra la confianza de quien se ve ganador, pero es cauto. Cuando se le pregunta que hará Lee el primer día de su mandato, si gana, habla al fin de economía, y del presidente estadounidense, Donald Trump. “Las negociaciones comerciales con Estados Unidos serán un reto clave para quien sea el próximo presidente”. Cree que su candidato sería pragmático a la hora de abordarlas. Trump y él tienen cosas en común, asegura: “Uno esquivó un cuchillo, el otro una bala”.