Ochenta cañonazos que han hecho vibrar la plaza de Tiananmén han marcado el inicio del mayor despliegue de músculo militar de China en los últimos años. El desfile con motivo del 80º aniversario de la rendición de Japón en la segunda guerra Sino-Japonesa (1937-1945) y el final de la II Guerra Mundial ha arrancado en Pekín exactamente a las nueve de este miércoles, hora local. El líder chino, Xi Jinping, ha presidido la celebración, flanqueado por su homólogo ruso, Vladímir Putin, y el mandatario norcoreano, Kim Jong-un, desde la misma galería con vistas a la plaza desde la que Mao Zedong proclamó en 1949 la República Popular. “Hoy, la humanidad vuelve a enfrentarse a la disyuntiva entre la paz o la guerra, el diálogo o la confrontación, el beneficio compartido o el juego de suma cero”, ha proclamado Xi durante su discurso.
Durante cerca de una hora, tropas, tanques, submarinos, aviones de combate drones y misiles de todo tipo, incluidos los últimos modelos hipersónicos con capacidad nuclear y alcance intercontinental, han marchado en perfecta sincronía en un acto concebido para mostrar el poderío militar de la segunda potencia del planeta.
El evento, que ha paralizado la capital china, lleva meses siendo coreografiado al milímetro. Igual que la distribución de los invitados. En la tribuna, Xi ha tenido sentado a su derecha a uno de sus aliados más próximos, el presidente de Rusia, y, a su izquierda, al líder norcoreano, que visita China por primera vez desde 2019. Su presencia, además de la de otros mandatarios como el presidente iraní, Masud Pezeshkian, y el bielorruso, Aleksandr Lukashenko, ha convertido la cita en una escenificación de alto voltaje geopolítico, y refuerza el mensaje de que Pekín se erige en punto de referencia para quienes desafían el orden internacional impulsado por Washington.
Dentro de la Ciudad Prohibida, Xi y su mujer, Peng Liyuan, han ido dando la bienvenida a los 26 jefes de Estado y de Gobierno que se han desplazado a la capital china para la celebración. Los dos últimos han sido Kim y Putin. El presidente chino se ha mostrado especialmente cercano con su homólogo norcoreano, a quien saludó con una amplia sonrisa y estrechó con afecto la mano durante un par de segundos. A Putin, “su viejo amigo”, le ha dado un par de palmaditas en la espalda. Tras tomar una foto de familia, Xi ha encabezado la comitiva hacia la monumental puerta de acceso al antiguo palacio imperial, la de la Paz Celestial (traducción literal de Tiananmén). Las cámaras han mostrado cuidadosamente el momento en el que Xi, Putin y Kim avanzaban en paralelo, subiendo las escaleras de la imponente construcción casi al unísono. Una imagen cargada de simbolismo, que refuerza la idea que se ha ido proyectando en los últimos días.
El desfile culmina una semana en la que China ha mostrado su rostro como verdadero eje de poder alternativo, tras la celebración de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) el fin de semana. A esta otra cita en la ciudad de Tianjin también acudieron una veintena de líderes internacionales, con nutrida presencia del Sur Global. Entre ellos se encontraban el primer ministro de la India, Narendra Modi, y responsables de organizaciones internacionales, como el secretario general de la ONU, António Guterres. Pero ninguno de estos ha estado presente en el desfile. Tampoco ha asistido ningún líder de máximo nivel de la Unión Europea, a excepción del primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico. Desde Europa también ha viajado el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic.
Xi ha agradecido durante su alocución a los gobiernos extranjeros y “a los amigos internacionales” que apoyaron y ayudaron al pueblo chino en “su resistencia contra la agresión japonesa”. Es como China denomina oficialmente la conmemoración del 3 de septiembre, que, ha subrayado, fue la “primera victoria completa en la historia de China”.
“La historia nos advierte de que el destino de la humanidad está profundamente interconectado. Solo si los países y las naciones se tratan con igualdad, conviven en armonía y se apoyan mutuamente, será posible mantener la seguridad común, erradicar las causas de la guerra y evitar que se repitan las tragedias históricas”, ha advertido.
El momento culminante ha tenido lugar poco después, con el arranque del desfile en sí. Decenas de formaciones, perfectamente alineadas, aguardan en la avenida de Chang’an, en uno de los extremos de la plaza de Tiananmén. Xi, asomado por el techo solar del coche y vestido con el uniforme verde oliva que le distingue como presidente de la Comisión Militar Central, va pasando revista a cada una de las formaciones. “¡Camaradas, buen trabajo!”, les exhorta al pasar. “¡Seguimos la dirección del Partido, así somos capaces de ganar las batallas!”, replican con un grito de lealtad los militares. Y también: “¡La justicia triunfará, la paz triunfará, el pueblo triunfará!”.
El calor es sofocante: 29 grados y un 80% de humedad. Una fina neblina enturbia el horizonte por donde asoma un enjambre de helicópteros que sobrevuelan la plaza formando un 80. Cuando las tropas comienzan a desfilar, con ayuda de un catalejo es posible atisbar a Xi, en el centro del palco. Putin se le acerca y comentan algo, mientras Kim, al otro lado, se abanica. Luego, Xi se gira hacia Kim y le señala el despliegue de armamento. Este pendular de Xi a un lado y otro para charlar con sus aliados estratégicos más próximos sigue durante todo el acto. Señalan aquí y allá. Solo ellos saben el contenido de sus conversaciones.
Con el paso de los tanques, el suelo ruge y la vibración llega hasta las tribunas de la prensa. Sobrecoge ver las 45 columnas marchar como si fueran una sola persona proyectada al infinito; los submarinos y las aeronaves no tripuladas, silenciosas, de formas sinuosas y a la vez mortíferas, que evocan las guerras del futuro. Una voz va anunciando la aparición de cada nuevo elemento. El público exclama un largo y sonoro “¡Oooh!”, cuando presenta los últimos modelos de misiles, los Jinglei 1 y 3, y los Dongfeng 61 y 31, que son a cada cual más inmenso. “Instrumentos clave del país, piedra angular de estabilidad”, dice la voz. “¡Oooh!”, se oye de nuevo. “Instrumentos clave del país, piedra angular de estabilidad. Presentados por primera vez de manera conjunta, muestran la fuerza nuclear estratégica “tridimensional” de nuestro ejército en tierra, mar y aire, constituyendo la “carta maestra” estratégica para salvaguardar la soberanía nacional y defender la dignidad de la nación”.