“NSDABI: Quemad el Duden” fue la propuesta elegida en una votación anónima realizada en un instituto en Giessen, al norte de Fráncfort. El Duden es el diccionario de la lengua alemana y el lema hace alusión a las siglas del partido nazi (NSDAP) y a la quema de libros. Otra de las propuestas fue “Abi macht frei” (la selectividad os hará libres), casi igual al “Arbeit macht frei” (El trabajo os hará libres) que se podía leer en la puerta de algunos campos de concentración nazis.
Seguramente fue solo un grupo el que promovió estas propuestas, recuerda su director, Dirk Hölscher, que debido a la investigación que adelantan las autoridades alemanas no puede dar más información, según explica a EL PAÍS. Pero una cosa está clara: que los símbolos de extrema derecha se han vuelto mucho más comunes dentro y fuera de las escuelas. Se han relativizado de tal manera, que cada vez más gente habla en Alemania de una nueva cultura juvenil.
No han vivido la posguerra, ni la división de Alemania, ni la reunificación. Han crecido en un estado de crisis permanente y en los últimos años con el alza de Alternativa para Alemania (AfD), el partido que ha normalizado las posiciones de extrema derecha. La popularidad de estas ideas quedó también patente hace un año, cuando se viralizó un vídeo con un grupo de jóvenes coreando consignas racistas en la terraza de un conocido club en la exclusiva isla alemana de Sylt. Lejos de pensar en cómo podía ser visto por otras personas, no dudaron en subirlo a las redes.
Pero, ¿cómo se ha llegado hasta este punto? Para las nuevas generaciones, internet y las redes sociales es su forma de ver el mundo y de relacionarse. “La radicalización es siempre un proceso social. Es muy raro que las personas se radicalicen completamente solas“, explica Matthias Heider, experto en comunicación de extrema derecha del Instituto para Democracia y Sociedad Civil (IDZ).
El populismo funciona en plataformas que viven de la velocidad. Nadie cuestiona su veracidad. Tanto en TikTok como en Instagram es muy fácil deslizarse hacia opiniones cada vez más radicales. “Tienen un problema grave con los contenidos de extrema derecha y, sobre todo, con los contenidos racistas, antidemocráticos y misóginos”, detalla Heider sobre unos mensajes que en muchas ocasiones se camuflan con humor o memes.
La inteligencia artificial se ha convertido en una herramienta muy útil para producir contenidos pegadizos rápidamente. “Ahora se puede revivir a Hitler con IA. Ese es uno de los grandes peligros. También se pueden modificar discursos históricos y difundirlos como si fueran reales”, alertaba hace unos días Mirko Drotschmann, periodista e historiador conocido por sus canales de historia en redes sociales y YouTube, en una charla sobre extremismo y jóvenes.
La radicalización hacia la extrema derecha empieza en la pubertad. “Se da sobre todo en el caso de jóvenes con cierta inseguridad, en casa o en el colegio, o que vivan en zonas sin perspectivas profesionales. Buscan visiones del mundo e ideologías que les expliquen sus problemas de manera sencilla”, indica Heider. En las redes sociales encuentran numerosas fuentes de extrema derecha. “El extremismo de izquierdas casi no está representado”.
Con frecuencia buscan a alguien con quien identificarse. “Los jóvenes que se sienten solos tienen más probabilidades de verse atraídos por corrientes autoritarias, de rechazar el pluralismo y de favorecer la violencia política, porque tienen opiniones y actitudes más radicalizadas”, comenta por su parte Paulina Fröhlich, responsable del proyecto How to Sell Democracy Online (Fast) del think tank Progressives Zentrum en cooperación con la Fundación Bertelsmann.
Vídeos cercanos y sencillos
Fröhlich, que ha centrado su investigación en analizar vídeos cortos, destaca que se trata de “mensajes impulsivos y emocionales”. “La cercanía es muy importante en los vídeos políticos cortos. Es decir, la sensación de autenticidad, la sensación de ‘soy uno de vosotros”, detalla. “Hemos descubierto que la mayoría de los vídeos selfis de políticos en Alemania los hace AfD, y reflejan cercanía y sencillez”. Muy lejos quedan el resto de actores políticos que durante años dejaron de lado las redes sociales.
AfD y su líder Alice Weidel tienen vídeos en TikTok con millones de visualizaciones. Descubrieron rápidamente cómo alimentar el algoritmo con temas que emocionaran y polarizaran. “Los populistas radicales y los extremistas trabajan con algo que realmente existe. Son sentimientos de injusticia, sean ciertos o no, pero trabajan con sentimientos que no han encontrado otra vía de expresión“, comenta Fröhlich.
El partido ultra se ha vuelto tan popular entre los jóvenes que muchos se hacen selfies con Weidel cuando la ven, como sucedió en el Parlamento alemán cuando un grupo de estudiantes de secundaria en una visita escolar le pidieron a gritos que subiera a hacerse fotos con ellos.
AfD navega exitosamente en el mundo digital. En las pasadas elecciones, obtuvo entre los jóvenes de 18 a 24 años, un 21% de los votos, segunda posición tras La Izquierda (25%). Fröhlich apunta que los votantes primerizos son un grupo volátil. “Pero AfD y las fuerzas de extrema derecha han conseguido ponerse un poco de moda. En algunos sectores están de moda en la cultura pop. Quizás en los años ochenta y noventa era cool y normal ser de izquierdas. Pero ahora, en algunas regiones de Alemania, es cool y normal ser de ultraderecha. Es aterrador, pero es así”.
Esto sucede en gran parte del este de Alemania, pero también en el oeste, en las antiguas zonas industriales como Sarre, Hesse y partes de Renania del Norte-Westfalia. “En resumen, en todas partes donde, simplificando mucho, se sienten abandonados. Y los mejores opositores al sistema, los más cool son ahora, de repente, los de la extrema derecha. Porque, a sus ojos, los de la izquierda se han convertido casi en conformistas”, explica.
La radicalización se da también en los videojuegos. “Es muy similar a la de otros ámbitos de internet”, explica Heider, que trabaja en el proyecto RadiGaMe, que investiga y lucha contra el extremismo en plataformas de videojuegos. Según su estudio, las personas de extrema derecha buscan crear redes y reclutar, atacar a oponentes, normalizar el odio y expulsar a los oponentes de estas plataformas.
El problema llega cuando dan el salto a la violencia. Hace poco, cinco jóvenes de entre 14 y 18 años fueron detenidos acusados de formar parte del grupo de extrema derecha Letzte Verteidigungswelle (la última ola de defensa), guiados por un movimiento que busca “proteger a la nación alemana”, y de haber planeado atentados contra refugiados y opositores políticos. La noticia hizo que las autoridades alertaran del peligroso incremento de extremistas de derecha. La semana pasada, el ministro de Interior, Alexander Dobrindt, ha insistido en el peligro que esto supone para la democracia.
La escena neonazi violenta ha logrado movilizar a jóvenes de todo el país, especialmente a chicos y hombres. Protagonizan, por ejemplo, contramanifestaciones en los desfiles del Orgullo. Estas experiencias unen a los participantes y les permiten dar rienda suelta a su ira.
Una característica central de los movimientos juveniles de extrema derecha actuales es su organización digital. A diferencia de la década de 1990, cuando solían organizarse a nivel local, ahora se conectan por las redes sociales y chats. Estas permiten una radicalización rápida y transfronteriza, en la que los jóvenes se refuerzan, se incitan y se cargan ideológicamente entre sí.
Los expertos reconocen la dificultad de luchar contra esta radicalización debido a la disminución del apoyo financiero a los proyectos democráticos, especialmente en las escuelas, sobre todo, en regiones con una fuerte influencia de AfD. Reclaman programas de prevención a largo plazo, así como una oferta de ocio acorde. “Es muy importante que haya una infraestructura social y cultural que sea de acceso público, barata o gratuita y en la que los jóvenes puedan participar en su diseño”, dice Fröhlich. Además, recomienda que los políticos mejoren su comunicación digital y les ofrezcan perspectivas de futuro. “Tomarse más en serio a los jóvenes y sus preocupaciones”.