Adriana Metz buscó toda la vida a su hermano desaparecido por la dictadura argentina, pero pudo escuchar su voz por primera vez la semana pasada, 48 años después. Ella era una bebé de un año cuando el 16 de diciembre de 1976 los militares entraron en la casa familiar de Cutral-Có, en la provincia patagónica de Neuquén, y secuestraron a sus padres, Graciela Romero y Raúl Eugenio Metz. Su madre, que en ese momento estaba embarazada de cinco meses, dio a luz a un varón en abril de 1977 en un centro clandestino de detención y a los pocos días, se lo arrebataron y lo entregaron a una familia que lo crio como propio. Hasta el viernes, cuando un test genético confirmó que era el hijo desaparecido de Graciela y Raúl Eugenio. Este lunes, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron que se trata del nieto 140 apropiado por la dictadura al que se restablece su propia identidad.
“¡Bienvenido nieto 140!”, celebró la titular de esta organización de derechos humanos, Estela de Carlotto, entre los aplausos de la multitud apiñada en el auditorio de la Casa de la Identidad, en Buenos Aires. “Hoy el Estado restituye un derecho fundamental para cualquier persona: el derecho a la identidad”, agregó esta luchadora de 94 antes de pedir a la sociedad argentina que mantenga viva la búsqueda de los más de 300 que falta por encontrar. “Luchemos para que la verdad nunca se apague”, destacó entre críticas por la pérdida de autonomía del Banco Nacional de Datos Genéticos decretada por el Gobierno de Javier Milei.
La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo contó que la primera pista llegó de forma anónima y a partir de ella se abrió una investigación conjunta entre la Comisión Nacional por la Identidad (Conadi) y la Unidad especializada para casos de apropiación de niños durante el terrorismo de Estado. Los investigadores comenzaron a recolectar información que reforzaba la hipótesis de una posible apropiación hasta que la Conadi se acercó con todo lo encontrado al nieto y le pidió que se realizará un análisis de ADN. Él accedió de forma voluntaria y el resultado dio positivo.
“Ey, acá estoy yo”
Adriana Metz, conocida militante de los derechos humanos en la ciudad costera de Mar del Plata, escuchó muchas de las conferencias de prensa sobre la restitución de identidad de otros nietos recuperados en años previos por las Abuelas, pero esta vez estaba sentada en la mesa al lado de Carlotto, con una sonrisa de oreja a oreja. Frente a los presentes reconstruyó parte de la primera conversación telefónica mantenida con su hermano. “Me dice que fue criado como hijo único y que no tiene familia. Entonces yo le digo: ¡Ey, acá estoy yo! Y me dice: Sí, ya sé, boluda!”, dijo entre risas.
La hermana del nieto 140 aseguró también que “de acá en más todo es ganado para la familia Metz Romero, pero también para la sociedad, porque cada nieto que recupera su identidad nos ilumina un poco más”.
Poco después, frente al contador al que este lunes se le sumó un nieto más, Metz se mostró deseosa de ver a su hermano por primera vez en persona y poder abrazarlo. “Le dejaré que me pregunte lo que se le cante”, dijo a un grupo de medios, entre ellos a EL PAÍS, al anticipar ese deseado encuentro. “Lo que sí me doy cuenta es que tengo todo el derecho del mundo a decirle que yo no sé por qué. Porque la verdad es que no puedo entender el hecho de que haya existido un plan sistemático de robo de niños, no puedo entender por qué un ser humano le hace tanto daño a otras personas”, continuó.
Este lunes, tras el hallazgo que ha puesto patas arriba su vida y la ha hecho “arder de felicidad”, detallaba que no sólo ha compartido la noticia con sus hijos sino que le ha pedido consejo al primogénito.
“Tengo dos hijos, y ya le pedí a Enzo, que tiene 24 años, que tiene mucha más experiencia que yo en ser hermano mayor, para que me cuente, a ver qué onda, porque yo no sé ser hermana mayor. Sé ser una hermana que busca, ahora me toca aprender la otra parte, una hermana que encuentra”, confesó.
Metz vive en Mar del Plata y su hermano en Buenos Aires, 400 kilómetros al norte. Pero espera que la distancia no sea un escollo para integrar al nieto 140 a una familia que lo ha buscado toda su vida. “Lo único que estoy pensando es que queramos y que nos sigamos teniendo”, dijo antes de despedirse entre abrazos y agradecimientos.