El 9 de marzo de 2001 fue un día feliz para toda una generación de españoles, la que se libraría del engorro de la mili unos meses más tarde. Un lustro antes había dado el paso Francia. Siete años antes, Bélgica. Y cuatro después lo haría Italia. La alargadísima sombra de Vladímir Putin y —sobre todo— la invasión rusa de Ucrania, sin embargo, lo ha cambiado todo. También en este plano: varios países, entre ellos Alemania —el más poblado y poderoso de la Unión Europea—, han dado marcha atrás, reinstaurando el servicio militar para sus jóvenes.
El visto bueno definitivo del Gobierno de Friedrich Merz a la recuperación del servicio militar —aunque inicialmente tendrá carácter voluntario—, con una simbólica reunión este miércoles en el Ministerio de Defensa germano con la que trata de enviar una señal de refuerzo del ejército, es particularmente significativa. Pero no es, ni mucho menos, una gota en el océano. Croacia lo hará a principios de 2026. Y un millar de kilómetros al este de Berlín, en Vilnius, las autoridades lituanas dieron ese mismo paso a principios de 2015, apenas siete años después de su abolición. La anexión rusa de la península ucrania de Crimea —y el inicio de la guerra en Donbás— eran la principal justificación de aquel movimiento, que llevaba —y lleva— a 4.000 jóvenes elegidos cada año por sorteo a unirse a las Fuerzas Armadas por un periodo de nueve meses.
Una década después, 9 de los 27 miembros de la Unión cuentan en su legislación con algún tipo de servicio militar obligatorio para quienes acaban de cumplir la mayoría de edad, entre ellos todos los nórdicos y bálticos, fronterizos o geográficamente próximos a Rusia. Algunos, como Finlandia, Estonia y Dinamarca —además de Noruega, país no comunitario pero al que le unen estrechos lazos de cooperación con el bloque— nunca llegaron a abolirlo.
“Antes considerado como algo del pasado, el servicio militar obligatorio ha vuelto con fuerza a las agendas políticas de la UE y a escala global, sobre todo desde la invasión rusa de Ucrania en 2022”, reconoce un reciente documento de trabajo del Parlamento Europeo sobre el tema. Con varios factores añadidos: “Las crecientes amenazas de seguridad, el temor a un distanciamiento transatlántico y la postura de la nueva Administración estadounidense, y los posibles planes de paz para Ucrania que implican la presencia de tropas europeas”. Un cóctel aderezado por el declive demográfico que, dice, ha “aumentado la conciencia sobre la necesidad de preparar a las fuerzas armadas para las contingencias militares más extremas”.
Aunque el temor al Kremlin que esgrimía explícitamente Lituania en 2015 sigue siendo el principal factor detrás de este cambio de tornas, la casuística es múltiple. Lejos de la Europa septentrional, y por motivos poco relacionados con Moscú, tres socios del club comunitario mantienen el servicio militar obligatorio. Por un lado, Austria, un Estado neutral no integrado en la OTAN —similar al caso de Suiza—, cuyos varones jóvenes nunca dejaron de prestarlo a cambio de unos 600 euros mensuales; por otro, Grecia y Chipre, dos países en constante tensión con Turquía.
El citado monográfico del servicio de estudios de la Eurocámara constata, también, un “creciente apoyo” demoscópico a su reintroducción. Sobre todo en las filas conservadoras, aunque no solo: en Alemania su principal valedor ha sido el socialdemócrata Boris Pistorius. En las últimas ediciones del Eurobarómetro, la seguridad y la defensa figuraban como el principal temor de la población, con casi ocho de cada diez ciudadanos “preocupados” por lo que pueda ocurrir en los cinco próximos años.
Un país, un modelo
El esquema que toma el servicio militar varía considerablemente entre los países del norte de Europa, tanto en el formato como en la duración. Finlandia y Estonia —los dos miembros de la UE y de la Alianza Atlántica que tienen las fronteras más extensas con Rusia— son los únicos en los que todos los hombres adultos (salvo contadas excepciones) están obligados a realizarlo. Dinamarca, Letonia y Lituania seleccionan a los reclutas mediante un sorteo. En Suecia —el modelo en el que se ha inspirado Alemania— se recluta a una pequeña proporción de los jóvenes que alcanzan la mayoría de edad, seleccionados cada año en función de diversos criterios, dando prioridad a quienes manifiestan su voluntad de recibir la formación militar.
Los modelos de servicio militar en los países nórdicos y bálticos —considerados entre los más igualitarios del mundo— también pueden clasificarse entre aquellos que se aplican exclusivamente a los hombres y aquellos que no hacen distinción de género. En Suecia, Noruega y, desde el pasado julio, en Dinamarca, las mujeres convocadas están obligadas a realizar la instrucción militar, una política que Letonia prevé implementar a partir de 2028. El Gobierno finlandés, por su parte, alega que, a corto y medio plazo, no será posible contar con la infraestructura ni con el personal necesarios para duplicar —de 20.000 a 40.000— la cifra de jóvenes que reciben cada año formación militar.
Aunque sin un servicio militar como tal, el Gobierno de Polonia, uno de los países más preocupados por las ansias expansionistas rusas, anunció en marzo “una formación militar a gran escala para los varones adultos”. No parece un brindis al sol: el objetivo, detalló un mes más tarde, es entrenar cada año a 100.000 voluntarios. Empezando en 2027.
Diferentes sensibilidades
A diferencia de lo que ocurre en España y en otros países del sur de Europa, en el norte son pocas las voces críticas con el servicio militar obligatorio. Se trata de países en los que la idea de contribuir a la defensa nacional está mucho más arraigada que en otras zonas del continente, y donde muchos jóvenes reciben con orgullo su formación militar. Distintas encuestas sitúan a Finlandia y Suecia —que dejaron atrás décadas de neutralidad para incorporarse a la OTAN poco después de la invasión de Ucrania— como los dos miembros de la UE en los que una mayor proporción de la población estaría dispuesta a “luchar por el país” (en torno al 65%, más del triple que en Alemania, Italia o España).
Requerido por la presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, el expresidente finlandés Sauli Niinistö detalló a finales del año pasado en un informe las carencias europeas en defensa. En él, el político liberal-conservador ponía en valor el servicio militar como forma de contribución de los civiles a las capacidades de seguridad de los Estados miembro. Y urgía a los gobiernos a estrechar su colaboración para aprender de las “buenas prácticas” de sus vecinos.