El presidente interino de Siria, Ahmed al Shara, ha acusado este jueves a Israel de atacar la “unidad del pueblo” sirio y ha asegurado que la defensa de la minoría drusa es una “prioridad”. A las autoridades israelíes les gusta presumir de fuerza y de seguridad como dos de los pilares sobre los que se asientan. En un país con cientos de kilómetros de muros de hormigón y metal, especialmente contra los palestinos, se han comenzado a levantar unos metros más en Majdal Shams (en los Altos del Golán sirios ocupados por Israel) tras los últimos incidentes en los que cientos de drusos han cruzado en una y otra dirección el doble vallado que separa esta localidad de la Siria administrada por Damasco. Desde el mediodía de este jueves, un camión grúa ha ido colocando los paneles de hormigón de unos cuatro metros de altura en paralelo a la verja ante la presencia de policías y militares. “En Israel lo primero es la seguridad”, subraya Malak, una vecina de 32 años de Majdal Shams, mientras observa los trabajos. De entre todos los habitantes preguntados, ella es la que más claro lo tiene.
Al otro lado de ese creciente obstáculo, Al Shara se ha dirigido desde Damasco a la población siria para afirmar que la defensa de los drusos es una “prioridad” para su Gobierno. El mandatario ha acusado al Estado judío de poner en jaque “la unidad del pueblo” sirio al “atacar de manera constante la estabilidad” del país y “sembrar la discordia desde la caída del régimen anterior”, en referencia a la dictadura de Bachar al Asad que fue derrocada por una ofensiva que lideró el propio Al Shara, que en los últimos meses ha tratado de dejar atrás su pasado yihadista para convertirse en un hombre de Estado. Las palabras del presidente sirio tienen lugar después de que la aviación israelí bombardeara en los últimos días Sueida, la región donde predominan los drusos, y Damasco para, según afirman, hacer retroceder a las tropas del ejército sirio, que han combatido junto a integrantes de tribus beduinas, y defender a los drusos en el país árabe, tras unos enfrentamientos que comenzaron el pasado domingo y han causado más de 500 muertos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Al Shara ha prometido también exigir responsabilidades a los que hayan cometido violaciones contra los drusos sirios. Los miembros de esta minoría viven mayoritariamente en Siria –en torno a un millón- pero también en Líbano, Jordania, Israel y en los Altos del Golán ocupados.
Retirada de Sueida
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no ha aludido a la solución del muro aplicada en Majdal Shams, pero sí se ha vanagloriado de imponerse de manera coercitiva en el país vecino tras los bombardeos de los últimos días. “Como resultado de esa contundente acción, entró en vigor un alto el fuego y las fuerzas sirias se retiraron a Damasco”, ha destacado el mandatario a través de un comunicado, refiriéndose a que las aguas están volviendo a su cauce en Sueida, a pesar de que fuerzas beduinas han lanzado una nueva ofensiva en la región este mismo jueves, aunque esta vez sin contar con la ayuda del ejército sirio. En el texto, Netanyahu deja clara su estrategia: “Este alto el fuego se logró con fuerza. No con peticiones ni súplicas, sino con fuerza. Estamos alcanzando la paz con fuerza, la tranquilidad con fuerza, la seguridad con fuerza, en siete frentes”. Se refiere, sin citarlos, a Siria, Líbano, Irán, Irak, Yemen, Gaza y Cisjordania. “Siria envió su ejército al sur de Damasco a una zona que se suponía debía permanecer desmilitarizada, y comenzó a masacrar a los drusos. Esto era algo que no podíamos aceptar de ninguna manera”, ha afirmado el primer ministro.
Delante del nuevo muro de hormigón de Majdal Shams, Nadia, de 50 años, se muestra contraria a que el ejército israelí bombardee Siria. “Solo debe emplearse el diálogo. La guerra es un círculo vicioso. Una mesa y a hablar”. Junto a ella, asomado por encima de las alambradas desde un pequeño montículo, Mahmud, de 45 años, reconoce que no tiene “ni idea” de la utilidad de la nueva barrera, que apenas tiene, de momento una treintena de metros, aunque hay varios camiones en la zona cargados con nuevas piezas.
Este hombre mantiene la esperanza de que sus familiares puedan acceder desde el otro lado, aunque la situación nada tiene que ver con la del miércoles, cuando las idas y venidas eran frecuentes delante de las fuerzas de seguridad israelíes. Han llegado desde Jaramana, un suburbio de Damasco con importante presencia drusa a unos 75 kilómetros de la verja. Pero esperan una oportunidad a unos 500 metros de las alambradas, en una vivienda que señala con la mano. “Nada es imposible”, defiende.
De ese barrio damasquino es Samiha, de 35 años, que contrajo matrimonio en 2016 con un ciudadano de Majdal Shams y ahora reside en esta localidad bajo control israelí. Ella tampoco tiene muy claro para qué se está levantando el muro. El caso es que una veintena de personas, muchos de ellos de avanzada edad, han alineado sillas de plástico sobre la acera y se han sentado a observar el ambiente, la valla y, a su vez, cómo avanzan los trabajos del nuevo obstáculo. Algunos ciudadanos de los que llegaron a Majdal Shams la víspera se preparan para volver a desandar el camino y atravesar la valla de vuelta. Se viven escenas de despedida tras unas horas de convivencia y celebración familiar en no pocas viviendas de la localidad.