El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió en la campaña que lo devolvió a la Casa Blanca que alcanzaría la paz mundial en su primer día en el cargo. Este lunes, 168 días después, Trump recibe al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que no ha aflojado en su brutal campaña militar en Gaza, con el plan de presionarlo para que acepte un cese del fuego definitivo.
La reunión, la tercera que ambos mandatarios celebran desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, se produce seis días después de que el republicano anunciase por sorpresa en Truth, su red social, un acuerdo de alto el fuego de 60 días al que, afirmó sin más pruebas, se adhería Israel. Como ya es costumbre en su segunda Administración, el anuncio de Trump dejó más preguntas que respuestas. Y una amenaza: “Espero… que Hamás acepte este acuerdo, porque no va a mejorar, solo VA A EMPEORAR”. El grupo palestino calificó el viernes pasado de “positiva” la propuesta.
Algunos de los detalles fueron trascendiendo después. El punto de partida es un alto el fuego de 60 días en los que comenzaría un canje de rehenes vivos y muertos aún en manos de Hamás, a cambio de presos palestinos. En paralelo, y con la ayuda de dos países intermediarios, Qatar y Egipto, las partes avanzarían hacia el final del conflicto, que empezó el 7 de octubre de 2023, con un ataque por sorpresa de Hamás que dejó 1.200 muertos y unos 250 secuestrados, y obtuvo una brutal respuesta de Israel, intensificada en los últimos tres meses, que ya ha causado la muerte a más de 57.000 personas.
La propuesta de Trump, redactada por su enviado especial a Oriente Próximo, Steve Witkoff, con la ayuda de representantes de Qatar y Egipto, también baja al detalle de la entrega de esos rehenes: por un lado, exige a Hamás la liberación de 10 de los aproximadamente 20 que se cree que siguen vivos (ocho el primer día, y dos, en la jornada número 50, según The Wall Street Journal, que tuvo acceso al documento), junto con los cadáveres de algunos de los alrededor de 30 rehenes muertos. El proceso incluye la retirada de Israel de varias zonas.
A cambio, Netanyahu liberará a un número más elevado, por determinar, de presos palestinos. La propuesta también estipula, según The Washington Post, que Hamás no podrá televisar, a diferencia de en intentos de paz anteriores, la entrega de los rehenes, y que el presidente estadounidense será el encargado de anunciar el alto el fuego definitivo cuando este llegue.
La última tregua saltó por los aires el pasado marzo tras dos meses de calma, cuando Netanyahu ordenó retomar los ataques. De fondo, sigue estando la misma línea roja para Israel: quiere una tregua temporal y recuperar a los rehenes, pero no comprometerse a un fin definitivo de la guerra.
Lo distinto esta vez son las ansias de Trump, impaciente por resolver la crisis y envalentonado por el aparente éxito de su imposición a finales de junio de un alto el fuego entre Israel e Irán, triunfo que se sumó a una racha de aciertos de su Administración de las últimas dos semanas. Subido a esa ola de victorias, económicas, internacionales o en política interna, se le ve convencido de que será capaz de forzar un alto el fuego y vencer la resistencia de Netanyahu, que el sábado por la noche consideró “inaceptables” las condiciones que reclama Hamás.
“Esta vez, será más difícil evadir un acuerdo. Trump se ha comprometido a continuar sus esfuerzos diplomáticos en Oriente Próximo”, escribe el analista Amos Harel en el diario israelí Haaretz.
Para la analista política palestina Nour Oded, tanto Trump como Netanyahu pretenden “la aniquilación de Gaza, no solo de Hamás. Y no olvidemos que Trump nunca se ha retractado de la idea de la limpieza étnica de Gaza”. Los dos mandatarios “negocian juntos sobre cómo quieren avanzar para después intentar imponer eso a Hamás, y luego lo culpan si pide enmiendas o mejores acuerdos”, añade.
Tanto en la escena diplomática internacional, como entre ambas partes enfrentadas, se percibe cierto optimismo, distinto de ocasiones anteriores. Por un lado, está el gesto del grupo palestino, que se abre a considerar esa propuesta estadounidense. Por otro, Netanyahu ha mandado este domingo a una delegación negociadora a Doha, capital catarí, que nuevamente será el escenario de las conversaciones indirectas entre israelíes y palestinos. Con todo, persisten las dudas: el presente acuerdo lleva sobre la mesa un año y el primer ministro nunca ha querido darlo por bueno, recuerda Harel. Pese a todo, el diario Maariv tituló en primera: “El momento de la verdad”.
Diferencia de opiniones
El principal muro que separa a ambas partes es el final definitivo de los ataques y de la presencia de las tropas israelíes en Gaza. Israel no quiere aceptar lo que para Hamás es la condición esencial. Los escollos planteados por los palestinos a los que aluden los medios israelíes son el control de la distribución de ayuda humanitaria, la retirada de tropas, así como esas garantías de que las negociaciones sobre el fin de la contienda continuarán superados los 60 días.
Una de las decisiones que han trascendido de la reunión del gabinete de seguridad que presidió Netanyahu el sábado es que se va a desbloquear la llegada de ayuda a Gaza. La medida se aprobó de forma mayoritaria pese a varios encontronazos y a la oposición de los principales halcones del Ejecutivo, el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich.
El encuentro de este lunes en la capital estadounidense va a tener lugar en el día en que la guerra alcanza los 21 meses de ataques sobre Gaza, y sin que el primer ministro haya logrado los dos objetivos fundamentales que se había planteado en la Franja: traer de vuelta a todos los rehenes y acabar con Hamás. El grupo islamista no solo mantiene ciertas capacidades políticas y militares, sino que sigue liderando la negociación de los palestinos para tratar de lograr, primero una tregua y, después, el final de la contienda.
La relación entre Trump y Netanyahu es fluida, como demuestran la defensa del presidente estadounidense del primer ministro israelí en el frente de sus problemas judiciales, un proceso por corrupción que Trump considera una “caza de brujas”, así como las tres visitas de Netanyahu a la Casa Blanca, o que fuera el primer mandatario extranjero en hacerlo en este mandato.
En la última reunión, que tuvo lugar en abril, el presidente de Estados Unidos anunció su intención de iniciar negociaciones “directas” con Irán sobre la mejor manera de poner fin al programa nuclear de Teherán. Trump no había informado previamente al primer ministro israelí de ese anuncio.
El 13 de junio, Netanyahu ordenó una serie de ataques a Irán destinados a acabar con su programa nuclear. Una semana y un día después, Estados Unidos bombardeó tres bases de enriquecimiento y almacenamiento de uranio de la República Islámica. A los dos días llegó la tregua, forzada por Trump. De la visita de este lunes a Washington también se espera que sea la celebración de un triunfo compartido entre ambos líderes, pese a que aún existen serias dudas sobre el alcance del daño real a las instalaciones nucleares iraníes.
A nivel doméstico, el ala más radical de Gobierno de Netanyahu le aprieta para que no ceje en su castigo a Gaza. Israel no pondrá fin a los bombardeos sin la desmilitarización del enclave, ha asegurado Netanyahu antes de volar a Washington a los principales abanderados esa corriente reaccionaria, Ben Gvir y Smotrich, según Kan, la radio pública israelí. Los problemas dentro de la coalición acechan al primer ministro que, sin embargo, puede verse beneficiado por el parón parlamentario que comienza a finales de julio y se prolonga hasta octubre.
Pero Trump no está dispuesto a esperar hasta octubre. Está impaciente por pasar página con la guerra en Gaza. Y la visita de este lunes será esencial para lograrlo y de presionar a Netanyahu, de quien es su gran valedor en la escena internacional, de la urgencia de alcanzar un acuerdo de paz duradero.