“Subimos al sexto piso, abrimos la puerta y lo que vi fue el cielo. No quedaba nada de la casa. Vi muertos y heridos”, relata el médico de combate israelí Adir Nahmany, de 40 años, delante de un edifico medio derruido de la ciudad de Beersheba, al sur del país. Un misil iraní impactó matando a cuatro vecinos en la madrugada del martes, poco antes de que entrara en vigor la tregua que tanto Israel como Irán se acusan de violar. Al menos dos de las víctimas mortales se encontraban en la habitación blindada de la vivienda, pero el impacto del misil Kader de 400 kilos fue directo. En el barrio, tomado por fuerzas de seguridad y emergencias y con daños evidentes en varias calles a la redonda, no hay precisamente un clima de optimismo en torno a un final definitivo de los ataques.
Tras escuchar la explosión, el soldado Nahmany —que ocupa una plaza de empleado municipal en tiempos menos convulsos— comprobó en su móvil el lugar del ataque. Pronto llegó hasta allí ya con su uniforme de voluntario paramédico de los servicios de emergencias médicas de United Hatzalah. Con el edificio seriamente dañado a sus espaldas, explica su experiencia unas horas después: “Empecé a escuchar voces desde el edificio […]. Accedí acompañado de bomberos y policías […]. Fuimos bajando piso a piso recogiendo en nuestros brazos bebés, abuelas… Subíamos y bajábamos, subíamos y bajábamos…”.
Nahmany acababa de salir el lunes de Jan Yunis (sur de Gaza). La franja palestina es el principal escenario de la guerra, donde han muerto ya más de 55.000 personas. Tras recorrer unos 40 kilómetros, regresó a su casa de Beersheba. No sabía, sin embargo, que, en sus días libres, iba a pasar del polvorín palestino a uno israelí. El prólogo a ese alto el fuego anunciado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue una serie de seis oleadas de misiles iraníes en la madrugada del martes. Una especie de traca final antes de que el régimen de los ayatolás se acogiera al acuerdo de cese de las hostilidades. El bloque de Beersheba se llevó la peor parte.
El ministro de Exteriores de la República Islámica, Abbas Araghchi, reconoce que apuraron hasta los últimos minutos para lanzar los misiles. El régimen desmiente, sin embargo, que rompieran la tregua lanzando nuevos ataques posteriormente, como ha acusado Israel.
Osher (no quiere publicar su apellido), de 19 años, se encuentra realizando el servicio militar y también sirve con las tropas de ocupación en Jan Yunis. El ataque iraní le ha pillado de vacaciones en Beersheba, la mayor ciudad del desierto del Neguev. El joven se muestra relajado, luciendo atuendo veraniego en una cafetería. “Tenemos que proteger el Neguev porque aquí hay muchos sitios importantes”, comenta sin querer referirse explícitamente a instalaciones militares o del programa nuclear israelí. No muestra confianza en el alto el fuego decretado y pronostica una “gran guerra” con Teherán.
Tercer proyectil contra Beersheba
El de este martes es el tercer proyectil iraní que golpea Beersheba en menos de una semana. El jueves, el Hospital Soroka, uno de los más importantes del país, sufrió graves daños. Sigue funcionando a menos de la mitad de su capacidad. Eso ha permitido que fueran atendidos los heridos de ataque de este martes, que superan la decena. Un día después, el viernes, una persona murió cuando otro proyectil golpeó un edificio de viviendas junto a un jardín de infancia. “Cuando estoy en la base del ejército me siento más seguro”, comenta Adir Nahmany, que no confía en el cese definitivo de los ataques, instantes antes de que el presidente de Israel, Isaac Herzog, llegue al lugar del impacto.
“Tengo la sincera esperanza de que se respete el alto el fuego después de que Irán lo violara esta mañana, y que podamos embarcarnos en una nueva era en nuestra región, comenzando con el regreso inmediato de nuestros rehenes retenidos en Gaza”, ha señalado el presidente.
Por la escena merodea rodeado de sus tres hijos y hablando con todos los reporteros el actor de teatro y televisión Oren Cohen, de 45 años. Su apartamento, cuenta, se encuentra apenas a 25 metros de donde cayó el misil. Cohen explica que desde que comenzó la ofensiva israelí sobre Irán y la República Islámica empezó a responder, los niños pasan las noches en la habitación de seguridad de la casa. Se trata de una estancia blindada disponible por ley en las viviendas construidas en las tres últimas décadas.
Cohen calcula que sobre las seis de la mañana llegó al móvil el mensaje que anuncia con minutos de antelación el ataque para que cuando empiecen asonar las sirenas la población pueda estar ya a cubierto. “Pero esta vez no fue normal, porque muy poco después llegó el impacto. No sé qué ha pasado hoy, que apenas ha transcurrido tiempo. Toda la casa tembló y las ventanas saltaron. Cuando salimos de la habitación tras esperar, comprobamos lo que había ocurrido en mi casa, en el jardín…”, detalla el padre rodeado de los tres niños.
El actor destaca que ha crecido en Sderot, la ciudad israelí más cercana a Gaza. Garantiza de esta forma que sabe lo que es vivir a la sombra de la violencia. “Esto es Israel, esto no se va a acabar”, señala. Pese a todo, araña cierto optimismo sobre el alto el fuego decretado con Irán y suspira: “creo que estamos en el camino correcto, o eso espero”. “Depende de Irán. Si ellos paran, nosotros pararemos”, agrega. Al ser preguntado si el régimen de los ayatolás, con tanta insistencia, puede estar buscando con sus ataques esos objetivos estratégicos de los alrededores de Beersheba, no lo descarta. “Puede ser, pero no les demos ideas”, responde con una sonrisa.