El impacto este jueves de un proyectil en uno de los edificios del Hospital Soroka (Beersheba), uno de los más importantes del sur de Israel, podría haber causado una tragedia. Los daños son cuantiosos, pero nadie murió. Las víctimas ascienden a unos 40 heridos de poca consideración, la mayoría empleados. Las autoridades israelíes habían previsto que estas instalaciones podrían ser objetivo de un ataque en medio de la actual escalada entre Israel e Irán y habían tomado la precaución de desplazar a pacientes.
En torno a las siete de la mañana saltaron las alarmas y minutos después empezó a llegar la oleada de proyectiles. “Yo estaba a 20 metros de aquí, en el subsuelo, y sentimos una explosión muy fuerte, pero no pasé miedo”, explica rodeado de escombros Adrián Kenigson, de 57 años, carpintero del centro sanitario.
Ocho horas después, todavía se desprenden chapas y marcos de ventana que permanecen colgando y cuya estabilidad es rematada por el leve viento que sopla. La última planta del edificio afectado se vino abajo sobre la inferior y amenaza con seguir derrumbándose. Se trata de un ala donde, además de comedor a nivel de calle, se llevaban a cabo algunas cirugías y se atendía a pacientes pediátricos o de oftalmología. Pero había sido evacuado.
“Toda la semana venimos trabajando arduamente para mover a la gente de lugares que tienen menos seguridad”, agrega Kenigson, de origen argentino. Esas operaciones, unidas al engrasado protocolo, bien conocido por la población cuando saltan las alarmas ante un posible bombardeo, sirvió para minimizar los daños personales, agrega. Los últimos pacientes fueron sacados del edificio golpeado la víspera.
El hombre todavía se muestra sorprendido por lo ocurrido, pese a que es consciente de que vive en un país en guerra. Sin esa previsión, “podría haber ocurrido una masacre”, sostiene Kenigson mientras gesticula mostrando el suelo cubierto de cascotes y restos del edificio.
Instantes antes, en ese mismo lugar, el ministro de Exteriores israelí, Gideon Saar, no dudaba, rodeado de decenas de reporteros, que el ataque supone “claramente un crimen de guerra”. Insiste en que el régimen iraní está atacando de forma “deliberada” a civiles, mientras que el ejército de Israel lo hace sobre objetivos militares y nucleares y avisa previamente a la población de la zona para que la abandonen.
Pero Irán lleva varios días con las comunicaciones por internet restringidas, con lo que avisar a los habitantes de la manera que lo hace Israel a menudo no sirve de mucho. Al ser preguntado el ministro Saar qué hace su país para evitar muertes de civiles, no se refiere a ese agujero en las comunicaciones y defiende la manera de actuar, al tiempo que mantiene que Israel “no tiene nada contra la población iraní”.
El régimen islámico afirma, por su parte, que ha disparado a instalaciones militares israelíes y que la onda expansiva ha causado algunos “daños superficiales” en el vecino hospital, según un comunicado del ministro de Exteriores, Seyed Abbas Araghchi. El jefe de la diplomacia de Teherán defiende el ataque sobre ese centro médico, cerca de Gaza, porque son atendidos militares israelíes que participan en el “genocidio” palestino y los ataques de esas tropas “han destruido o dañado el 94%” del sistema sanitario de la Franja.
Interpelado por esos objetivos militares aludidos por Teherán, Gideon Saar se limita a responder que todas las víctimas mortales “sin excepción” que han tenido lugar en Israel por ataques iraníes estos días ―24 en total― son civiles. “Eso resume toda la historia”, señala sin ahondar en el asunto. Tampoco aclara si los daños causados en el hospital podrían deberse a los restos de misiles interceptados en el aire por las defensas locales durante la oleada de misiles iraníes.
Ajeno a las decisiones bélicas, pues destaca que es un hombre de la calle, el carpintero del hospital comenta que “objetivos militares hay por todo el país”. “Israel es un país muy chiquitito, muy potente y obviamente hay bases por todos sitios”. “Pero no sé decirle si realmente apuntaron al centro de salud o algún tipo de base”, añade.
El centro sanitario atacado funciona tras el ataque solo al 26% de su capacidad y únicamente va a admitir en los próximos días a pacientes cuya vida corra peligro, según fuentes citadas por medios locales. El Soroka es un gran complejo que se halla a unos 40 kilómetros de la franja de Gaza, donde sigue la guerra que ha costado la vida a más de 55.000 palestinos desde octubre de 2023. Esta proximidad al principal escenario bélico otorga una gran importancia a este hospital, como destaca la República Islámica. Por un lado, ha ido acogiendo para su revisión médica a algunos de los rehenes que han podido ser liberados de la franja palestina. Por otro, es lugar habitual donde reciben atención soldados de las tropas israelíes que combaten en Gaza.