El no rotundo de España a aceptar el objetivo de gasto en defensa del 5% del PIB ha caído en la OTAN como una bomba. La respuesta del Gobierno de Pedro Sánchez a la propuesta enviada esta semana por el secretario general de la Alianza, Mark Rutte, donde el holandés especifica el nuevo objetivo que quiere sea aprobado en la cumbre de La Haya de la semana que viene, ha llegado cuando las delegaciones de los 32 Estados miembros creían estar al término de una negociación intensa pero “constructiva”, decían, para alcanzar un consenso que la respuesta española pone ahora en peligro.
Mientras que desde la OTAN se considera que España está sola en su tajante negativa, fuentes diplomáticas reconocen que el consenso entre los demás aliados no es tan firme como para que el rechazo español no pueda acabar arrastrando a otros países que quizás no se atreven a plantar cara tan abiertamente a Bruselas —y, sobre todo a Washington, el principal impulsor del 5%—, pero que podrían escudarse en Madrid para dar marcha atrás o poner más condiciones a su visto bueno. Esto haría peligrar otro de los objetivos fijados para La Haya: hacer gala de la unidad y determinación de los 32 aliados, incluidos unos Estados Unidos cada vez más inciertos con el siempre imprevisible Donald Trump.
No es un temor descabellado. Hay otros países también con muchas reticencias y problemas para dar ese tremendo salto financiero y político, entre ellos Italia, Canadá, Bélgica o el Reino Unido. Aunque a regañadientes, todos ellos, por ahora, han indicado su disposición a aceptar —o “no oponerse”, que viene a ser lo mismo en este caso— ese 5% de meta total que Rutte ha fijado, aunque se haga con algunas flexibilidades, entre otras alargar los plazos marcados para el cumplimiento de los objetivos.
Esta semana, el primer ministro eslovaco, Robert Fico, calificaba también de “irracional” aumentar al 5% el gasto militar y amagaba con proponer abandonar la OTAN, si bien el presidente, Peter Pellegrini, que tiene capacidad de veto, rápidamente descartó la amenaza y aseguró que Eslovaquia “no bloqueará las conclusiones” de La Haya. Y aunque otro de los países que hasta este año tampoco habían llegado al 2%, Portugal, también ha admitido que el gasto militar podría llegar al 5% según la fórmula de Rutte: 3,5% de gasto militar puro y un 1,5% en gastos relacionados..
Ante este panorama incierto, y aunque se comprenden las reticencias de España e incluso los problemas internos del Gobierno de coalición de izquierdas, también crece la impaciencia y el nerviosismo. Los aliados —al menos hasta que se conoció la carta de Sánchez— no acababan de entender, decían, qué necesita España para dar su visto bueno a la propuesta que los demás a priori estarían dispuestos a aprobar, pese a que sea un sapo que le costará tragar a más de una y más de tres capitales.
Un puente a España
“Para tender a España un puente que sienta que puede cruzar, los demás aliados necesitan entender sus demandas concretas en estas negociaciones”, resumía una de las fuentes consultadas el sentir de diversas delegaciones, no todas de ellas entusiastas tampoco con la elevada meta de gasto propuesta. Esa demanda ya ha sido revelada: incluir en la declaración final “una fórmula más flexible”, que convierta en opcional el objetivo del 5%, o que “exima a España” del cumplimiento del mismo.
Pero eso choca con otro de los principios planteados para La Haya: que, al contrario que en la cumbre de Gales, donde en 2014 se acordó el 2% de gasto que apenas este año se llegará a cumplir íntegramente, el nuevo objetivo del 5% sea un compromiso en firme, no una mera promesa, señalan las fuentes.
En Bruselas, la negociación no se da, pese a todo, aún por cerrada. Se recuerda que todavía hay tiempo hasta la cumbre, y que incluso si se mantiene el objetivo de llegar a La Haya con el 5% cerrado, hasta el domingo como mínimo, pero incluso hasta el comienzo formal de la cumbre con una cena de líderes, la noche del martes, se puede seguir discutiendo. Y se intentará negociar hasta el último momento, subrayan las fuentes.
La clave puede estar en las flexibilidades ya puestas sobre la mesa, aunque España por ahora siga reclamando más.
Aunque todavía no se ha cerrado la propuesta, en el borrador de declaración que Rutte ha enviado a los aliados está que la fecha de cumplimiento de la nueva meta de gasto sea retrasada hasta 2035, en vez del 2032 que se barajaba hasta ahora. Un plazo más amplio, se señala desde la Alianza, que el de 2030 que buscaban imponer los países nórdicos y bálticos, los que más cerca sienten el aliento de la amenaza bélica rusa.
También se ha propuesto una cláusula de revisión en 2029, que permitiría, en una fecha más cercana al plazo final previsto, analizar si el objetivo de gasto fijado es consistente con las necesidades reales. Aunque también, reconocen las fuentes, podría acabar siendo una trampa si se constata que el gasto en esa fecha no llega para cumplir los compromisos de cada aliado y se decide que hay que elevarlo más aún.
Porque en Bruselas, sede de la OTAN, se niega que el 2% actual sea suficiente para cubrir las necesidades, como sostiene España. Lo han dicho abiertamente los más altos responsables de la Alianza, incluido Rutte, quien por este motivo ha estimado en alrededor de 3,5% del PIB nacional el gasto necesario en pura defensa.
A comienzos de mes, los ministros de Defensa dieron su visto bueno, incluida España, a las nuevas capacidades militares fijadas para los próximos años. Tanto sus objetivos como su coste son confidenciales, pero diversas fuentes afirman que, desde ya, en el caso español, cumplir esos objetivos aceptados acerca ya el gasto más al 3% que al 2% actual. Otra cosa, indican, es que Madrid, que insiste en que su tasa actual cubre ampliamente las necesidades, rechace hablar abiertamente de porcentajes.
Varios aliados insisten además en que el 5% no es solo un intento de complacer a Trump y evitar que Estados Unidos se aleje de la OTAN. El panorama internacional, con una guerra a las puertas de Europa, es muy diferente al de 2014, cuando se fijó la meta del 2%. Aumentar el gasto, argumentan estas capitales, es un reflejo de la necesidad de los europeos de asumir más responsabilidad propia en su defensa, algo que, recuerdan, lleva reclamando Washington desde hace años, también con gobiernos demócratas al frente.