El 31 de enero de 2018, agentes del Mosad, el servicio de espionaje exterior israelí, atravesaron dos puertas de un almacén secreto en Teherán, abrieron varias cajas fuertes y se apoderaron de 50.000 páginas de documentos y 163 CD sobre el programa nuclear iraní, relató entonces The New York Times. Esos papeles eran un viaje al pasado: algunos tenían 15 años de antigüedad, pero dio igual. En abril de ese año, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, comunicó al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, su visión de ese material. Un mes después, el republicano retiró a su país del acuerdo nuclear de 2015 de Occidente con Irán y restableció las sanciones estadounidenses. Este domingo está prevista una sexta reunión entre Washington y Teherán en Mascate (Omán), para negociar un pacto similar. En este contexto, Irán está reviviendo esa guerra de espías.
El domingo pasado, el ministro iraní de Inteligencia, Esmail Jatib, reveló que su país había obtenido un “tesoro” de documentos confidenciales israelíes que amenazó con publicar “pronto”, aunque no ofreció pruebas de Teherán se haya hecho realmente con esa información de inteligencia. Israel ni siguiera ha mencionado ese supuesto robo.
Jatib definió esos supuestos papeles como “archivos nucleares completos” y detalló que no se refieren solo al programa de armas atómicas que Israel nunca ha confirmado ―aunque es un secreto a voces―, sino también a la relación de este con Europa, Estados Unidos y otros países. No ofreció más detalles ni explicó cómo su país los ha obtenido, aunque el anuncio se relaciona con la detención el 20 de mayo de dos israelíes acusados de espiar para Irán en la localidad israelí de Kfar Ahim, donde reside el ministro de Defensa de ese país, Israel Katz. El diario The Times of Israel aludió ese día a una “campaña ampliada de espionaje de Irán dentro de Israel”.
El ministro iraní de Inteligencia sí subrayó que esos supuestos documentos “fortalecerán las capacidades ofensivas de Irán”, una advertencia apenas velada en un momento en el que los servicios de inteligencia estadounidenses consideran que Israel se prepara para atacar las instalaciones nucleares iraníes. Incluso sin la luz verde de Trump y con la negociación en marcha de un nuevo acuerdo que debería reemplazar al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), que agoniza desde la retirada unilateral de EE UU. Ese pacto de 2015 había permitido el levantamiento progresivo de las sanciones internacionales contra Irán a cambio de un estricto programa de supervisión del programa nuclear iraní para garantizar que no se dirigiera a fabricar armas nucleares.
Analistas afines a la República Islámica, citados por el portal Amwaj, han asegurado que esos supuestos documentos confidenciales ofrecen datos cruciales para la anunciada respuesta iraní si ese ataque israelí se lleva a cabo. Uno de ellos, el comentarista político libanés Mohamed Shamass, incluso alude a una “lista actualizada” de objetivos nucleares en Israel.
La única confirmación de que Irán ha accedido a algún tipo de información sobre el programa nuclear israelí ha venido del director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que precisamente este jueves aprobó una resolución contra Irán por incumplir su deber de no proliferación. Rafael Grossi aseguró el lunes en una rueda de prensa en Viena que esos datos que Teherán asegura poseer “parecen referirse” al centro nuclear de Soreq, a unos 20 kilómetros al sur de Tel Aviv, unas instalaciones reconocidas por Israel que albergan un reactor de investigación y que el OIEA inspecciona “regularmente”, destaca por correo electrónico Barbara Slavin, investigadora del centro de estudios Stimson.
Herramienta negociadora
Mientras, incluso los medios oficiales iraníes interpretan el anuncio acerca de los documentos nucleares israelíes como un intento de Irán de recuperar esa disuasión frente a Israel que quedó definitivamente hecha añicos cuando, en octubre de 2024, el ejército israelí atacó al país persa por segunda vez en unos meses. Esa fue su respuesta a una andanada previa de misiles iraníes.
Otro objetivo del anuncio, según un analista con buenas fuentes en el régimen iraní ―que habló con EL PAÍS desde Teherán bajo condición de anonimato―, puede ser “redirigir la atención hacia el programa nuclear israelí para presionar a Estados Unidos” en la negociación que debería retomarse este domingo.
Barbara Slavin duda de que Irán haya obtenido realmente documentos sobre la producción encubierta de armas nucleares por parte de Israel. La investigadora considera, sin embargo, que recordar que ese país es una potencia atómica “socava los argumentos de Israel contra Irán”.
A diferencia de su némesis regional, Teherán “es miembro del TNP”, destaca la investigadora, y eso que “posee tecnología de enriquecimiento de uranio”, que teóricamente le permitiría fabricar en poco tiempo esas armas. Después de que, en 2021, Irán acusara a Israel de sabotear la instalación de enriquecimiento de uranio de Natanz, en la provincia de Isfahán, la República Islámica empezó a enriquecer uranio al 60% de pureza, poco menos del 90% que requiere el armamento atómico.
Israel es, a día de hoy, el único Estado con armas atómicas de Oriente Próximo. Dispone de unas 80, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI); “alrededor de un centenar” calcula Slavin. No por ello ha sido sancionado ni la comunidad internacional lo ha forzado a adherirse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) ni tampoco a abrir todas sus instalaciones nucleares a los inspectores del OIEA.
Por el contrario, Irán, que cumplió estrictamente con el acuerdo nuclear de 2015 hasta que EE UU se retiró de él, lleva años bajo un severo régimen de sanciones, que han asfixiado su economía y espoleado la corrupción de su régimen. El motivo es esa sospecha occidental de que el país pretende dotarse de esas armas de destrucción masiva, algo que Teherán niega.
El analista que habló bajo anonimato evoca la posibilidad de que las autoridades iraníes “puedan poner sobre la mesa una zona libre de armas nucleares en la región como condición previa para un posible acuerdo con Washington”. Esos documentos israelíes supuestamente en manos de Teherán, “podrían desempeñar un papel importante” en ese propósito, destaca. Si es que el país los tiene realmente en sus manos.
Línea roja
Irán ya ha dejado claro que no abandonará sus planes nucleares ni dejará de enriquecer uranio, pese a las amenazas bélicas de Estados Unidos y, ahora más que nunca, de Israel. Esa exigencia, que Teherán ha rechazado, está incluida en la última propuesta de Washington de cara a la sexta ronda negociadora del próximo domingo. Es una línea roja. Y tanto el líder supremo, Ali Jamenei, como el ministro iraní de Exteriores y negociador nuclear, Abbas Araghchi, han dicho que no la atravesarán “en ningún escenario”.
El jefe de la diplomacia iraní lo justificó la semana pasada en un tuit que recordaba el “alto precio” que su país ha pagado por sus capacidades nucleares. Incluso en vidas. Una de las estrategias de Israel en su guerra de espías con Teherán ha sido el asesinato de científicos iraníes. Como el de Mohsen Fakhrizadeh, considerado el padre del programa nuclear de Teherán, en 2020.
Si no se produce un ataque israelí antes, este domingo se espera que Irán presente una contrapropuesta a Washington. Muchos iraníes consideran, mientras tanto, que lo que podría empujar a su país a cambiar la doctrina oficial que prohíbe las armas atómicas– su origen es una fetua (dictamen) en ese sentido de Jamenei− es precisamente un ataque militar como el que se cree planea Israel.