Dos días recientes —separados por dos semanas— están marcando la historia conflictiva, frágil y hostil entre la India y Pakistán: el 22 de abril y el 7 de mayo. Ambos representan el colapso de una paz volátil e incómoda entre estas potencias nucleares desde la independencia de la India en 1947. El 22 de abril, 26 turistas, todos indios salvo un nepalí, fueron asesinados en un ataque en la región de Cachemira, a menudo llamada El Paraíso en la Tierra, concretamente en el valle de Baisaram, cerca de la ciudad de Pahalgam. Fue el ataque más mortífero contra civiles indios desde los atentados de Bombay en 2008. Cinco militantes armados dispararon a sangre fría a los turistas, apuntando a sus cabezas. Y seleccionaron a las víctimas por sus creencias religiosas: ejecutaron a quienes no sabían recitar versículos del Corán, mientras sus seres queridos, impotentes, presenciaban la escena con horror.
El silencio fue palpable durante un poco más de dos semanas, hasta que todo estalló: la India respondió con ataques “precisos, proporcionados, responsables y no escalatorios” en las primeras horas del pasado miércoles. La operación “estratégica” y “dirigida contra el terrorismo”, denominada Operación Sindoor, fue “una represalia por las vidas perdidas en Pahalgam”, según declaró un alto cargo indio.
Los ataques con misiles de precisión duraron 25 minutos y, según Nueva Delhi, tuvieron como objetivo infraestructuras de organizaciones terroristas en Pakistán y en la parte de Cachemira administrada por Islamabad, a lo largo de la Línea de Control, la frontera de facto entre ambos países. La India afirma que los blancos estaban vinculados a los grupos islamistas Lashkar-e-Taiba y Jaish-e-Mohammed. La Fuerza Aérea India utilizó aviones de combate Rafale y Sukhoi Su-30, misiles de crucero SCALP, drones kamikaze y proyectiles de artillería inteligentes de largo alcance.
El secretario de Asuntos Exteriores indio, Vikram Misri, la coronel Sofiya Qureshi y la comandante Vyomika Singh dieron sendas ruedas de prensa el miércoles y el jueves en las que afirmaron que la Operación Sindoor tuvo únicamente como objetivos blancos terroristas, evitando infraestructuras civiles y la pérdida de vidas inocentes.
Pakistán ha calificado los ataques indios como “un acto de guerra”, alegando que se golpearon zonas civiles, en las que se vieron afectadas mezquitas o centros educativos, y murieron 31 personas y otras 57 resultaron heridas. La India ha informado de la muerte de 16 civiles, entre ellos tres mujeres y cinco niños, por los ataques paquistaníes en distintos distritos fronterizos.
Tras negar cualquier vínculo con grupos terroristas, Pakistán intensificó a partir de la noche del miércoles sus disparos a lo largo de la Línea de Control. Un gurdwara (templo sij) fue atacado en la ciudad de Poonch, en el Estado indio de Jammu y Cachemira, causando la muerte de varios civiles. Pakistán también intentó golpear varios objetivos militares en el norte y oeste de la India, utilizando drones y misiles, pero estos fueron interceptados por las Fuerzas Armadas Indias.
“Nos vimos obligados a responder a estos ataques”, declaró el jueves Misri. “[Los drones y misiles] fueron neutralizados. Actualmente, se están recuperando en varios lugares restos del material empleado, lo cual demuestra los ataques paquistaníes. En la mañana del jueves, las Fuerzas Armadas de la India atacaron radares y sistemas de defensa antiaérea en varios puntos de Pakistán. La respuesta india se ha llevado a cabo en la misma línea y con la misma intensidad que la de Pakistán”, según un comunicado del secretario de Exteriores. La noche del miércoles, el ejército indio ya destruyó con drones un sistema de defensa antiaérea, cerca de la ciudad de Lahore. El primer ministro paquistaní, Shehbaz Sharif, declaró que la India “sufrirá las consecuencias”.
A última hora del jueves, la India aseguró que había repelido un ataque aéreo de Pakistán en la Cachemira controlada por Nueva Delhi, donde se escucharon fuertes explosiones que activaron los sistemas de defensa. De acuerdo con un comunicado del Ministerio de Defensa indio, las instalaciones militares de las ciudades de Jammu, Pathankot y Udhampur, próximas a la Línea de Contacto, “fueron atacadas por Pakistán con misiles y drones”. Según la declaración, “no hubo bajas”.
Estos ataques transfronterizos avivan las brasas de la larga, volátil y conflictiva relación entre ambos países. El epicentro del conflicto entre Nueva Delhi e Islamabad es la región de Cachemira, un territorio en disputa que ha sido motivo de varias guerras desde la partición de la India y Pakistán, en 1947. La revocación del estatus especial del Estado de Jammu y Cachemira por parte de Nueva Delhi en 2019 tensó aún más las relaciones. Tras la matanza de turistas en Pahalgam, el Gobierno indio también suspendió el Tratado de Aguas del Indo, junto con otras medidas diplomáticas, lo que agravó aún más la tensión.
A medida que la situación, ya de por sí volátil, continúa agravándose, la comunidad internacional comienza a mover ficha. El Reino Unido ha declarado que Pakistán debe hacer más para combatir el terrorismo. El ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Adel Aljubeir, se reunió con sus homólogos de la India, Subrahmanyam Jaishankar, y de Irán, Abbas Araghchi, en Nueva Delhi.
Los ataques del 7 de mayo fueron “golpes de precisión” llevados a cabo por el ejército y la Fuerza Aérea de la India contra nueve campamentos de infraestructura terrorista. Según Nueva Delhi, entre los objetivos se encontraba la sede de Jaish-e-Mohammed en Bahawalpur, donde vivía la familia del líder de la organización, Masood Azhar —una decena de sus familiares y cuatro colaboradores murieron—, así como instalaciones de Lashkar-e-Taiba en Muridke y Muzaffarabad, además de otros seis centros terroristas de entrenamiento y adoctrinamiento.
El primer ministro paquistaní aseguró el miércoles ante el Parlamento en Islamabad que cinco cazas indios habían sido derribados durante los ataques; Nueva Delhi no ha confirmado la pérdida de esos aparatos.
La escalada de los últimos días deja a ambos países —y al mundo entero— en vilo, mientras la frágil paz entre las dos potencias nucleares se sostiene con alfileres. Líderes mundiales han instado a Nueva Delhi e Islamabad a actuar con moderación. Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Panamá han expresado su apoyo a la India, mientras que China y Turquía han manifestado su respaldo a Pakistán.
“Esto se veía venir”
Un analista de defensa en Nueva Delhi, que prefiere mantener el anonimato, comenta: “Para cualquiera que haya sido testigo de la historia llena de enfrentamientos entre la India y Pakistán, esto era algo que se veía venir desde hace tiempo. La sociedad paquistaní ha cambiado, pero su ejército no”.
Un ex alto cargo de las Fuerzas Armadas apunta: “En lo que respecta a la India, han vengado lo ocurrido en Pahalgam y para ellos esto ha terminado. No ha habido una movilización del ejército a gran escala, ya que la India no desea escalar más la situación. Aun así, estamos en alerta máxima, completamente preparados, se están realizando simulacros en varias ciudades y los espacios aéreos están cerrados”. El exmilitar, que prefiere no dar su nombre, agrega: “Esperamos una represalia, sin embargo, es probable que no sea convencional, sino más bien a través de medidas encubiertas y de infiltración”.
Los expertos creen que una escalada mayor y nuevas represalias podrían ser inminentes, pese a que las partes aseguran que no están interesadas en una guerra a gran escala. Los actores internacionales abogan por la paz, pero el camino hacia la desescalada sigue siendo incierto ante la posibilidad de nuevos ataques.