Las plegarias de los feligreses reunidos este jueves en la catedral de Chicago fueron atendidas a eso del mediodía, hora local. “¡Habemus papam!”, escucharon de las retransmisiones televisivas de las cadenas de noticias que siguieron en directo el resultado del cónclave en Roma. Y ese papa resultó ser el cardenal Robert Francis Prevost. Nacido en la gran capital del Medio Oeste hace 69 años, escogió el nombre de León XIV para convertirse en el primer estadounidense de la historia que se sienta en la silla de San Pedro.
Prevost, que fue obispo de Chiclayo, en Perú, país al que ha estado vinculado desde hace 40 años en dos periodos distintos que suman dos décadas, se impuso finalmente en unas quinielas en las que fue ganando posiciones en los últimos días. Esas apuestas no daban ni mucho menos por hecho que el escogido provendría de esta parte del mundo.
A diferencia de la mayor parte de sus compatriotas, este cardenal agustino es políglota y ha pasado gran parte de su vida fuera de Estados Unidos. Su vínculo con Perú es tan intenso que tiene la nacionalidad del país latinoamericano.
Después de pasar la infancia en la parte meridional de Chicago, una de las zonas más deprimidas de la ciudad, se ordenó como sacerdote en 1982 a los 27 años. Después, se doctoró en derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma. En Perú, adonde llegó a mediados de los ochenta por primera vez, fue misionero, párroco, profesor y obispo. Su desempeño como misionero era algo que su predecesor, Francisco, valoraba especialmente.
“Podemos ser una iglesia misionera, una iglesia que tiende puentes, siempre abierta a recibir a todos, como en esta plaza, para acoger a todos con caridad, diálogo y amor”, dijo ante la multitud congregada de la plaza de San Pedro, que estalló entusiasmada cuando unos 20 minutos antes vio la fumata blanca. Prevost también se acordó de los feligreses de su antigua diócesis de Chiclayo. Es de esperar que la insólita mezcla de ambas herencias, la de la Iglesia estadounidense y la latinoamericana, sea una de las claves que distinga su pontificado.
Habla español e italiano, como demostró este jueves durante su primera intervención como Papa, en la que renunció al uso del inglés. Hasta la muerte de Francisco, ocupó uno de los cargos más influyentes del Vaticano, donde era conocido como “el yanki latino”: era prefecto desde 2023 del Dicasterio de los Obispos. Ese puesto es un punto de observación inmejorable para seguir de cerca los cambios en la Iglesia Católica por todo el mundo.
Su nombramiento se interpreta como una continuación del talante reformista de su antecesor. Se prevé que continúe con algunas de las políticas de Francisco, aunque no comparte su personalidad abierta y extrovertida. Quienes lo conocen bien (y lo llaman Bob, a secas) destacan su afición por el tenis y lo definen como un hombre discreto y reservado, que sintió la llamada del sacerdocio por influencia de su padre, Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y catequista. Su madre, Mildred Martínez, era una bibliotecaria de procedencia española.
No está claro si será tan abierto con los católicos gays, lesbianas, bisexuales y transgénero como lo fue Francisco. En un discurso a los obispos en 2012, lamentó que los medios de comunicación occidentales y la cultura popular fomentaran la “simpatía por creencias y prácticas contrarias al Evangelio”, según informa The New York Times. Citó el “estilo de vida homosexual” y las “familias alternativas compuestas por parejas del mismo sexo y sus hijos adoptivos”.
Abusos sexuales
También ha recibido críticas por su trato con sacerdotes acusados de abuso sexual, el gran pecado de la Iglesia estadounidense en las últimas décadas. En 1999, fue elegido prior provincial de los Agustinos del Medio Oeste. Un año después de asumir el cargo, permitió, cumpliendo una orden de la archidiócesis, que un cura que abusó sexualmente de menores viviera en una rectoría de Chicago a media cuadra de una escuela católica. En 2022, fue acusado en Chiclayo (Perú) por no abrir una investigación sobre sus acusaciones de abuso contra dos curas.
La diócesis negó rotundamente esa acusación, y la Congregación para la Doctrina de la Fe concluyó, tras una investigación, que esas sospechas carecían de mérito. Estos días, mientras su nombre iba ganando puestos, bulos interesados en torno a ese episodio corrieron entre los pasillos del Vaticano.
Al conocer la noticia, el presidente estadounidense Donald Trump escribió en su red social, Truth: “Felicitaciones al Cardenal Robert Francis Prevost, quien acaba de ser nombrado Papa. Es un gran honor saber que es el primer Papa estadounidense. ¡Qué emoción y qué gran honor para nuestro país! Espero con ansias conocer al Papa León XIV. ¡Será un momento muy significativo!“. Trump, que se enfrentó en el pasado con él, acudió hace un par de semanas al funeral de Francisco en Roma.
El catolicismo estadounidense está viviendo un auge al que este nombramiento muy probablemente contribuya. El vicepresidente J.D. Vance es un católico converso, y el expresidente Joe Biden fue el primer presidente que profesaba esa fe desde John F. Kennedy. Las escuelas católicas también experimentaron un aumento en las matrículas durante la pandemia. En ese avance tiene también que ver el aumento de la población hispana en Estados Unidos.